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sábado, octubre 5, 2024
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Las fallas de Valencia

Niños que parecen haber aprendido a encender juegos pirotécnicos al mismo tiempo que empiezan a caminar, viejitas ataviadas con su ajuar dominguero aunque sea martes, familias enteras saboreando unos esponjosos buñuelos de calabaza embadurnados de chocolate, termómetros marcando más de 20ºC finalizando el invierno, olor a pólvora al virar en cada esquina, calle o plaza. Esta es la Valencia fallera, orgullosa y alegre, la ciudad que desde el 1 al 19 de marzo vibra con la tradición cada día a las 14 horas al ritmo de la mascletá. Es despertá por los falleros al son de la pirotecnia. Baila día y noche con la melodía de Paquito el Chocolatero, la música de banda y algún que otro ritmo latino en las noches de fiesta.

Las fallas de Valencia, reconocidas como fiesta de interés turístico internacional en España, es la tradición cultural de mayor arraigo entre los valencianos. Comienza con la cridá, acto de apertura oficial de la fiesta, el último fin de semana de febrero y desde entonces toda la ciudad es invadida por la celebración, la exhibición del arte fallero, la preparación de actividades culturales y el deseo de reconocimiento al trabajo constante durante el resto del año que alcanza su éxtasis entre el 15 y el 19 de marzo. El día de San José los valencianos y los foráneos se preparan para ver consumirse entre llamas los monumentos al esfuerzo, el ingenio, la sátira, el arte, el ego, la tradición y el orgullo de todo un pueblo en una tradición que ha evolucionado con el pasar de los siglos.

Hay quienes afirman que esta fiesta de culto al fuego está vinculada a un ritual pagano y que la Iglesia, en su afán evangelizador, influyó para vincularla con actos religiosos como la ofrenda a la Vírgen de los Desamparados, patrona de Valencia y la celebración del día de San José. Otros dicen que las fallas se han transformado en una exhibición artística que evolucionó desde la época en que los carpinteros quemaban los candiles que  usaban para iluminar durante el invierno y los desechos de madera de sus talleres en honor a San José, su santo patrono, para dar bienvenida a la primavera.

Su historia y sus orígenes no son un tema que preocupe a los valencianos, el arraigo lo demuestran con ese brillo en los ojos cuando hablan de las fallas y con esa sonrisa en los labios porque se saben dueños, partícipes y multiplicadores de una tradición cultural que busca ser reconocida como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. El valenciano común no acude todos los días a la mascletá en la Plaza del Ayuntamiento, no ven todos los castillos de fuegos artificiales y puede que no formen parte de ningún casal fallero. Vivir inmersos durante varias generaciones en esta tradición los hace ser exigentes y selectivos con la calidad de los espectáculos, de la gastronomía, de los actos culturales, de las exhibiciones pirotécnicas, del arte fallero, todos son jueces de su propia cultura.

Valencia en fallas se convierte en una ciudad de espíritu alegre, abrumadora, retumba en el corazón, confieso que las distintas manifestaciones se me hacían incomprensibles, merodeaban un montón de interrogantes en mi cabeza ¿por qué queman las fallas si son un trabajo artístico precioso? ¿qué fijación tienen los valencianos con la pirotecnia, no se cansan de tanto ruido, humo y pólvora? ¿por qué el afán de reconocimiento y competitividad entre los falleros? Poco a poco viviendo las fallas, fui despejando dudas y entendiendo lo que significan para los valencianos, protagonistas y artífices de esta historia.

Me fui a la mascletá, exhibición de pirotecnia que se hace cada día a las 14 horas en el Ayuntamiento. Ahí estaba dos horas antes siguiendo los consejos de los locales para poder estar justo en frente y sentirla como debe ser, esquivando el sol de mediodía, rodeada de gente haciendo picnic en mitad de la calle, cervezas, vino, bocadillos, buñuelos, cámaras, móviles, reporteros de radio y televisión, americanos, japoneses, españoles, todos unidos por la misma esperanza de sentir con el cuerpo lo que las palabras no pueden explicar.

Dos horas de espera dan para pensar mucho:

  • No te tapes los oídos porque es peor –pero veo gente con tapaoídos-.
  • Abre la boca si sientes molestia en los oídos –y si me entra pólvora o restos de los fuegos artificiales, me la tapo con la mano entonces-.
  • Espera cerca de un bar y así te tomas unas cervezas –acabo de comer churros y buñuelos con chocolate, de cervezas nada-.
  • Lleva caramelos y agua para disminuir el agobio del calor y de la masa de gente –nunca he tenido claustrofobia y después del invierno se agradece el calorcito, gracias-.
  • Vas a ver que se te eriza la piel –por unos cohetes, no creo-.
  • Vas a sentir que se te mueve todo por dentro –se moverán las tripas, el corazón, los músculos, qué exagerados-.

LUCES CUBA LITERATO AZORIN

Se interrumpieron mis pensamientos cuando comenzó a sonar la música media hora antes de comenzar y así crecía la expectativa. Se anuncia que va a comenzar la mascletá, aplausos, gritos y el silencio para contemplar el espectáculo. Gradualmente se oyen las explosiones, el cielo se llena de estallidos, colores, estrellas, humo, más estallidos, más colores, más humo, va aumentando, se hace más rápido, más estruendoso, más impactante. Estoy vibrando, los latidos de mi corazón se agitan y se sincronizan con las explosiones, el suelo comienza a temblar, mi cuerpo se agita involuntariamente, mi ropa se mueve como si una ráfaga de viento la golpeara, mis oídos resienten el ruido ensordecedor, abro la boca para evitar la sensación que es parecida a la que se produce durante el despegue en un avión y aprovecho para gritar y reírme de la emoción. Y siete minutos después todo queda en silencio, se dispersa la multitud, el suelo cubierto de desechos de los masclets y el humo comienza a dispersarse dando paso a un cielo despejado.

Los valencianos insatisfechos dan sus primeras impresiones, no les convenció. Habrán visto mejores espectáculos, tienen 19 días cada año para verlos y yo los oigo incrédula, todavía con el temblor en las piernas y sintiendo el corazón en la garganta. Los fuegos artificiales son para ellos como una adicción, les cuesta explicarlo pero saben que mientras hay más ruido y más explosiones, quieren cada vez más y más. Y debo decir que a mí también me gustaría repetir esta experiencia, poder ver la Nit del Foc, noche del fuego en valenciano, el mayor castillo de fuegos artificiales que se celebra la víspera del día de San José y estar para la cremá de las fallas el 19 de marzo, cuando el fuego consume los monumentos simbolizando un ritual de despedida, de castigo a personajes y situaciones satirizados y, a la misma vez, un ritual de adoración a San José, de recibimiento a una nueva estación del año y a un nuevo comienzo para planificar las fallas del año venidero.

Ana Varela
Viajera independiente, venezolana de nacimiento y española de herencia. Ha fusionado su experiencia profesional en Marketing con el Periodismo de Viajes. Emprende cada viaje atraída por la diversidad cultural, la naturaleza, la gastronomía, la fotografía y la reflexión.
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