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sábado, octubre 5, 2024
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Los bañistas sin traje de baño

Los bañistas llegan a la playa sin traje de baño. Algunos se bañan con la misma ropa que vestían en el camino, otros sólo esperan. Hace calor, un calor pegajoso. Playa la Miel es un paraíso caribeño de palmeras, arena blanca y aguas cristalinas que se encuentra en Panamá,  justo en la frontera con Colombia. Llego después de varias horas de camino desde Capurganá, uno de esos pueblos con calles de arena, escobas de palma y gallinas sueltas, que abundan en la costa. Me coloco de nuevo las gafas que se han deslizado por enésima vez nariz abajo por culpa del sudor. El soldado colombiano, algo aburrido detrás de los sacos de arena de su garita, anota la hora de mi paso y me desea un feliz día ¿Lo será? Es la pregunta que siempre me hago.

“¡Tanto querer salir de Cuba y llegamos a esta playa tan parecida!”, exclama Elisenda con ironía. Ella es una de las bañistas que ha llegado hoy a Playa La Miel, el paso que miles de cubanos están utilizando desde hace tres años para alcanzar su particular sueño americano. “Nosotros llegamos a las cuatro de la mañana en una panga desde Colombia, nos obligaron a lanzarnos al agua, casi nos ahogamos con nuestras cosas”.  Elisenda viaja junto a cuatro compañeros más que conoció en Ecuador.

Escapar de Cuba para llegar a Estados Unidos es el objetivo de Elisenda y el de todos los bañistas de Playa La Miel, ¿qué importa que lleguen sin traje de baño ni protector solar? Wendi, una de las mujeres del grupo, explica que salieron de Cuba hacia Ecuador como turistas, “ahí tenemos libre visado. En Ecuador entras legal y te dan tres meses”, y prosigue, como quien se aprendió la lista de la compra de memoria: “Luego de Ecuador a Colombia, en autobús, ya sin papeles, y aquí entregamos el pasaporte, esperamos que nos den un papel (un salvoconducto), lancha con los militares hasta Puerto Obaldía, de allí un avión a Ciudad Panamá, y luego país a país, Costa Rica, Nicaragua…”. Mientras enumera todos los países de América Central por donde pasarán, hago cálculos rápidos, y eso debe ser más de cuatro mil kilómetros. Once países y un mes, mínimo, de odisea para una nueva vida.

  • ¿Y cuánto les cuesta todo esto, Wendi?
  • Nosotros, calculo, pagaremos entre 7,000 y 7,500 dólares a nuestro “guía”.
  • ¿Vale la pena?
  • Sí. Vale la pena (sonríe con tristeza)
  • ¿Y llevan todo ese dinero encima?
  • No, no podemos traer dinero arriba. Nos asaltan, nos lo quitan.
  • ¿Quién?
  • La policía te quita la plata. También los guerrilleros. Lo peor es Colombia.

Elisenda carga un muñeco de peluche. Es un oso polar que deja a su lado al sentarse sobre los cartones donde descansa, “me lo regalaron en Ecuador, me recuerda a mi bebé, por eso lo llevo.” Se interrumpe, le tiembla el labio inferior y se le enrojecen los ojos. Es el efecto de las lágrimas que intenta retener. “Tiene sólo cuatro añitos. A los dos años nos dan un permiso de residencia en Estados Unidos y entonces podré iniciar los trámites para traérmelo conmigo”. Y no logra retener más las lágrimas.

Bañistas en Playa La Miel, Panamá. |Fotografía: José Alejandro Adamuz
Bañistas en Playa La Miel, Panamá. |Fotografía: José Alejandro Adamuz

El sueño americano

Juliette e Irene son dos bañistas amigas que viajan juntas desde Cuba. “Allí con eso de las negociaciones la cosa cambió, pero muy poquito”, dice Juliette, mientras frota la camiseta con una pastilla de jabón en una de las duchas de la playa. Irene insiste, “el problema es que una está cansada de esperar”. Ambas se han dado un baño en la playa y ahora están con la ropa empapada. “Somos supervivientes. Esto es muy duro. Yo soy asmática y hace tiempo que no me daba una crisis. En la loma me ha dado una. Es muy duro, se pasa mal.” Cuando el drama de la experiencia parece pesar demasiado, Irene bromea, “¡y  mira, aquí estamos ahora, haciendo la colada!”, y ambas ríen.

Han pasado 35 años desde el  gran éxodo del Mariel que llevó a más de 125,000 cubanos a Miami, pero hoy los cubanos siguen escapando como pueden de la isla. Ya no sólo a modo de los famosos balseros, ahora buscan países de libre visado como Ecuador. Miles de cubanos pasan de Ecuador a Colombia y de allí a Panamá para seguir por Costa Rica, Nicaragua, Honduras, Guatemala y México, hasta llegar a Estados Unidos, el destino final. Tal es la avalancha que en algunos de los países de tránsito las autoridades migratorias están desbordadas y amenaza con convertirse en una nueva crisis humanitaria.

Gracias a Dios ya hemos pasado Colombia. Dicen que es lo peor, junto con México. Tenemos que estar preparadas.” Juliette explica cómo la policía colombiana les pide que colaboren… “Colabore, amigo, colabore. Y si les damos lo que dicen, nos dejan con una mano delante y otra detrás y no llegamos.”

  • ¿Y ahora cuál es el plan?
  • ¿El plan? Se miran ambas y contestan a coro, Miami, el sueño americano.
Bañistas en Playa La Miel, Panamá. |Fotografía: José Alejandro Adamuz
Bañistas en Playa La Miel, Panamá. |Fotografía: José Alejandro Adamuz

La ley de ajuste cubano

En Playa La Miel, los bañistas se acercan al destacamento militar. Desde aquí, el Ejército de Panamá se encarga de trasladar a los grupos en lancha hasta Puerto Obaldivía. Les entregan un salvoconducto para que puedan continuar viaje y dejar el país. Por eso los bañistas improvisan un campamento frente a las oficinas militares. El tiempo de espera en él es de algo más de 24 horas.

Veo a una familia que ordena la ropa en el suelo. Hacen montones con las prendas y las van colocando en sus respectivas maletas. El padre me observa a la expectativa. Intento explicarle qué diablos hago allí y por qué me intereso por el grupo de bañistas. Le pido que si puedo hacerles algunas preguntas. En chanclas y bañador, con mis gafas resbalándose por el sudor nariz abajo a cada momento, debo parecerle tan poco peligroso que, finalmente, me dice que sí, que pregunte lo que quiera. Se llama Ferdinando y viaja junto a su familia desde Ecuador, donde residían desde que abandonaron Cuba hace cuatro años.

  • Mira, Cuba va a cambiar, pero no va a ser en un periodo corto. Por lo general todos aquí superamos los 30 o los 35 años de edad. Cuba va a cambiar en un periodo de digamos ¿15 años? Para cuando eso ocurra vamos a ser unos ancianos. Llevamos el mismo camino de nuestros padres, trabajo, trabajo, trabajo, pero sin futuro.
  • No puedes esperar, entonces…
  • Yo siento que no puedo darme el lujo de esperar. Eso es todo. El cambio no es algo rápido. Cuba es una fotografía estática en el tiempo.

Ferdinando es economista, quizá sea por eso que sabe que el tiempo no es activo imperecedero. En nuestra conversación le pregunto si, entonces, no cree que con las negociaciones se frenará el flujo migratorio de la isla. Antes de responderme, los dos niños insisten en ir a darse un baño. Son niños, los más felices bañistas que hay. La madre, que sabe que no van a tener la paciencia de esperar a que yo acabe de hablar con el papá, nos dice que se van a la playa, que allí le esperan.

  • El flujo migratorio no se ha reducido en absoluto con las negociaciones. Si acaso ha aumentado, porque la gente piensa que con el restablecimiento de las negociaciones se anulará la ley de refugiados.
  • ¿Hay incertidumbre sobre eso?
  • Sí, claro, la hay. No podemos dejar perder el trato de favor que recibimos allá.

Ferdinando se refiere a la Ley de ajuste cubano, promulgada en 1966, en base a la cual los ciudadanos de Cuba pueden acogerse a una serie de beneficios como refugiados en territorio estadounidense.

Es la primera vez que llego a una playa caribeña y vuelvo sin bañarme. En Playa La Miel sólo hay bañistas sin traje de baño. Mientras me alejo del campamento, me giro por última vez. Sé que no les volveré a ver, que ellos van a continuar caminando, que no están aquí de vacaciones, que les espera todo América Central, once países en total, que no aparecerán en las noticias, que alguno no llegará, que sufrirán hasta alcanzar el sueño americano. O lo que ellos creen que es el sueño americano… Les deseo suerte. No son inmigrantes ilegales, son bañistas, aunque no tengan traje de baño.

José Alejandro Adamuz
Licenciado en Filología y periodista vocacional que se divierte juntando letras para ver cómo reaccionan entre sí las palabras. Es redactor en el blog Ahora Toca Viajar y en otros medios.
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