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martes, marzo 19, 2024
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El lado oscuro de la Ciudad de la Luz

Detrás del glamour, el romance y esa aura de felicidad con la que generalmente se concibe a París, existe el lado oscuro de la Ciudad de la Luz. Allí donde yacen millones de cadáveres que fueron parte del pasado pero que se hacen presentes. Es el cementerio Père Lachaise y las Catacumbas, los máximos representantes parisinos del camino de donde no hay retorno

Parece que el encanto parisino también incluye una conexión especial y tétrica con el mas allá que seduce a los vivos. Visitar estas dos necrópolis es visitar una dimensión donde se puede dialogar con artistas, pensadores y aristócratas de otros tiempos. 

132 escalones entre vivos y muertos 

Las catacumbas de París
Las Catacumbas de París, laberintos y túneles a 20 metros de profundidad. |Fotos: Nina Pizá

Llegar a las Catacumbas de París me tomó veintisiete años. En 1995 visité por primera vez la ciudad, tenía quince años y todo era de prisa, no había espacio para improvisaciones, para salirse del manual y mucho menos, para visitar a los muertos. Más de dos décadas después, mi curiosidad por el mundo tiene otro ritmo y de vuelta en París, bajé los 132 escalones para encontrarme con la muerte.

¡Y no imaginé que sería una visita tan densa! 

Conforme descendía los veinte metros que separan a los vivos de los muertos, la atmósfera se iba tornando húmeda, tétrica. Solo escuchaba los murmullos de los otros visitantes que hablaban en voz baja, y algunas gotas de agua que se filtraban y retumbaban en el eco del laberinto subterráneo. 

Desde el siglo I, Lutetia (como los romanos llamaron originalmente a París) fue construida con piedras que eran obtenidas de canteras, entonces ubicadas fuera de la mancha urbana. Notre Dame y todos los monumentos góticos de la edad media fueron edificados con ese sistema. Al pasar los años y con el crecimiento de la urbe, se comenzaron a registrar problemas de hundimientos por las canteras subterráneas, a tal grado que el entonces Rey Luis XVI a la postre prohibió totalmente su explotación. 

Caminar por estos largos y pequeños túneles mortuorios que corren paralelamente al Río Sena, es también hacerlo por los pasajes históricos que explican el desarrollo de la Ciudad de la Luz. La señalética antigua de los angostos muros con olor a humedad que me llevaban a las distintas galerías, dejaban ver que el reforzamiento de éstos socavones fue un tema importante para la ciudad. No solo tenían que lidiar con los hundimientos, sino con los miles de muertos que las pestes dejaban a su paso. ¡Miles y miles! 

De cuevas a cementerios municipales

Las Catacumbas de la Ciudad de la Luz
Los huesos de unas seis millones de personas se encuentran en las catacumbas de París. |Fotos: Nina Pizá

Para tratar ambas problemáticas, se aprovechó parte de las cuevas abandonadas de las antiguas canteras y oficialmente en 1786, las Catacumbas de París se convirtieron en el gran cementerio municipal. Allí durante quince meses fueron trasladados los cadáveres de monasterios, conventos, iglesias y hospitales. Siempre de noche, en carruajes cubiertos por un manto negro y con sacerdotes realizando cánticos. 

De aquellos ritos, se pasó poco a poco a la atracción turística. En 1809 las Catacumbas se abrieron al público y siglos después ahí me encontraba asombrada y llena de curiosidad por saber quiénes son estos muertos y cómo es que han llegado a acumularse así. ¡Torres de esqueletos! 

Este laberinto de la muerte, al que acuden cada año alrededor de trescientos mil visitantes, fue tan grande en su momento, que los antiguos constructores colocaron sobre sus paredes los mismos nombres de las calles que corrían por arriba para no perderse. ¡Calles para vivos y calles para muertos!

Polvo eres y en polvo te convertirás

Por muy turístico que parezca este lugar, la entrada es pequeña y discreta. Pasa desapercibida para quien no la busca. A pesar de su cercanía con la estación del metro Denfert-Rochereau, no hay nada visible comparado a otros puntos de interés que inviten a bajar al inframundo.

Hacerlo es adentrarse a un mundo de seis millones de cráneos, fémures y tibias que descansan apilados uno sobre otro hasta formar paredes interminables. Las inscripciones de las sagradas escrituras que hablan de ese camino sin retorno, recuerdan que todo es efímero.

Si la vida separa a los humanos por su condición económica o intelectual, la muerte se encarga de juntarlos al borrar esas diferencias. La prueba de paso por este mundo es la misma para todos, los huesos. De algunos ni eso queda, ya que la humedad del recinto y el paso del tiempo, afecta la conservación de los restos y terminan  pulverizados. 

El tiempo se detiene al recorrer el lado oscuro de la Ciudad de la Luz. El auto cuestionamiento de la existencia brota y es irremediable querer saber cómo es que murieron las millones de personas que actualmente quedan en huesos en las Catacumbas de París. 

El ordenamiento inicial de los esqueletos, permitió conocer siglos después de qué cementerios provinieron cuáles cadáveres, en qué año fueron transportados a las Catacumbras y sobre todo, de qué murieron. 

Una fosa estudiada del siglo XIV por ejemplo, arrojó que los doscientos treinta muertos apilados unos sobre otros, en seis niveles como mínimo, fueron enterrados al mismo tiempo, posiblemente debido a una epidemia. Las pobres condiciones de higiene y salud de aquellos tiempos, provocaron severas crisis de mortandad en el viejo mundo. 

Otro hecho lo marcó 1348. La peste negra mató a cincuenta mil personas en tan sólo unos meses. Tal vez por ello, las Catacumbas de París llegaron a tener una extensión de trescientos kilómetros subterráneos. 

Père Lachaise, el barrio este de los muertos 

El Cementerio Père Lachaise
El Cementerio del Père Lachaise es el más famoso y visitado de París. Está en el distrito 20 de París y tiene poco más de 43 Hectáreas. |Fotos: Nina Pizá

Hay dolores en la vida que siempre los asociamos con los cementerios. La pérdida de un ser querido nos puede llevar al reino de la oscuridad, donde no existe paz para alcanzar la resignación de muerte. Sin embargo, cuando sana el dolor y se aprende a vivir con la ausencia, los cementerios adquieren otro significado y se puede llegar a querer visitarlos por placer. 

Así me sucedió con este otro espacio ubicado en el 16 de la Rue du Repos, donde está Père Lachaise, el cementerio más grande de París. Es donde descansan los más destacados personajes de la vida cultural, política, artística y social de Francia y el mundo. Aquí no están apilados, pero da la sensación que es un cementerio inabarcable, calles y calles.

Se encuentran enterrados desde el escritor guatemalteco Miguel Ángel Asturias, la bailarina Isadora Duncan, el autor medieval Pedro Abelardo, el compositor Frédéric Chopin, el poeta Jean de La Fontaine, el pintor Jean-Baptiste Camille Corot, los escritores Marcel Proust y Oscar Wilde, el mimo Marcel Marceau, hasta el vicepresidente de México, Ramón Corral. 

En busca de Jim Morrison en la Ciudad de la Luz

Tumba de Jim Morrison en la Ciudad de la Luz
Desde la muerte de Jim Morrison en 1971. Su tumba recibe millones de visitas y el tributo de sus seguidores cada año. |Fotos: Nina Pizá

Era invierno, estaba nublado y había en la atmósfera un aspecto triste. Entré por una puerta lateral al recinto con la ilusión de cumplir el sueño de juventud: conocer la tumba de Jim Morrison, de quien estuve enamorada toda mi adolescencia. Y después de fracasar en mi intento de ubicarme en el mapa, en la inmensidad de sus cuarenta y cuatro hectáreas, opté por caminar sin sentido y descubrir lentamente este museo al aire libre con setenta mil monumentos mortuorios, todos con su propia historia. 

El verdor del moho que inundaba todo a su paso, resaltaba sobre el gris de las viejas tumbas y del cielo mismo. Los caminos con lozas de piedras por donde transitan peatones o automóviles en servicio lucían desiertos y se dividían constantemente en pequeñas callejuelas laberínticas. 

Perderse en esos pasajes que existen desde 1804, fue descubrir que las tumbas más sencillas corresponden generalmente a los personajes ilustres de la historia y que las más ostentosas en su mayoría, a la aristocracia. 

¿Si en vida disfrutaron de fortuna, por qué en su lecho de muerte no habrían de hacerlo? 

Cuando descubrí por suerte la tumba del Rey Lagarto, encontré que mis expectativas juveniles eran más grandes que el recinto mismo. Entre viejas tumbas que datan del siglo XIX, estaba ahí su pequeña lápida, discreta y resguardada por vallas metálicas para impedir el acercamiento y el vandalismo de los curiosos. De ese instante, sólo me llevé una foto para que mi memoria en un futuro recuerde que sí, sí estuve ahí.

Aquella emoción que creí sentiría al estar frente al gran James Douglas Morrison estaba ausente. Apenas trataba de recordar esos sentimientos de idolatría olvidados, cuando una voz francesa me dijo que no podía acercarme más. Era Karim, guardia de seguridad, quien sin duda gustaba de hablar con los vivos más que con los muertos. 

“Así como una jornada bien empleada produce un dulce sueño, así una vida bien usada causa una dulce muerte”.

LEONARDO DA VINCI 
El Cementerio Père Lachaise en la CIudad de la Luz
El Cementerio Père Lachaise en la Ciudad de la Luz |Fotos: Nina Pizá

La muerte, platicamos, es el acto final para impresionar a los vivos. Hay formas de morir que siempre serán recordadas y hay tumbas que son verdaderas obras de arte que siempre darán que hablar. 

Ahí estaba frente a nosotros el mausoleo de la aristócrata rusa Elizabeth Alexandrovna Demidoff, a quien era imposible ignorar debido a lo espectacular y grandioso de su tumba comparado a lo insustancial de su existencia. 

Al otro extremo, contrastaba la sencillez mortuoria de Edith Piaf o María Callas, quienes con sus potentes voces cautivaron al mundo, y luego de vivir una vida llena de lujos, sus recintos apenas destacan entre las miles de tumbas. 

Mientras recordábamos vidas pasadas de ilustres y aristócratas en un día nublado parisino, Karim se sinceró conmigo y reconocía que no era saludable para la mente trabajar ahí. “Siempre estás viendo escenas tristes, planeo trabajar sólo un año más aquí y cambiar de trabajo”. Y así, se le habían ido ya quince años de vida, trabajando entre cementerios. 

En este panteón construido por órdenes de Napoleón Bonaparte, yace un trozo de la historia de la humanidad. Durante más de dos siglos ha sido el receptor de todo tipo de personajes. De quienes buscaban un París de autogobierno como los comuneros que fueron fusilados; los aristócratas que pagaron para seguir codeándose con la socialité aún en el más allá, y los inocentes, a quienes la muerte sorprendió en atentados terroristas como el ocurrido en la sala de conciertos Bataclan apenas en el 2015. 

Visitar las Catacumbas y el cementerio Père Lachaise, curiosamente me llevó a descubrir cómo es París sin su luz más característica, sin su aura románica. Porque París no es solo una tumba, un cementerio, una historia, es un libro abierto que todavía se sigue escribiendo.  

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Nina Pizá
Tijuanense, comunicóloga, periodista y viajera. Inquieta por descubrir el mundo para ver y conocer, cómo viven y piensan en el otro lado del planeta. La curiosidad y el miedo a la rutina, es la motivación que la impulsa a viajar y escribir.
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