Montpellier huele a pintura fresca. Al final de una calle estrecha hay alguien que está pintando en la pared a un niño y a un adulto en escala natural. En realidad, los dos personajes son el mismo individuo. La obra representa la evolución del hombre. El pequeño pone color en el corazón, pero el grande lo borra. Y una frase de El Principito acompaña al mural: “Todos los adultos han sido primero niños”.
Sonrío. El que está pintando es Sunra. Su mono de trabajo es una camiseta gris con el dibujo estampado de un burro que transporta corazones, y lo único que lo protege de la pintura son unos guantes blancos de tela. Descubrí la voz tímida de este artista de origen tunecino mientras me mostraba su primera obra en La Panacée, el centro de cultura contemporánea de Montpellier. En esa obra aparece un músico americano que sufrió la segregación. El original lo pintó en Túnez justo el año en que estalló la revolución árabe y con él se enganchó al arte urbano. Tras una estancia corta en Túnez volvió a Francia. Desde entonces no ha parado de dejar huella en la calle: «hay mucho que contar, el primer objetivo con mi arte no es hacer algo bello sino transmitir un mensaje».
Sonrío porque puedo verlo en acción. Hace media hora, Sunra no estaba seguro de si iba a poder pintar ante nosotros, a pesar de que para este trabajo cuenta con el beneplácito de una guía oficial de turismo de Montpellier y el acuerdo tácito del propietario del edificio.
Montpellier es una ciudad tolerante con el street art. Los primeros en decorar las calles de la localidad fueron los artistas Spade Invaders y Zeus, en 1999, con sus pequeños mosaicos inspirados en personajes de videojuegos. Ellos lo hicieron con cerámica porque, al igual que en el arte más tradicional, en el urbano también se usan toda clase de materiales diferentes a la pintura o los aerosoles: se puede encontrar elementos reciclados que se doblan o se pegan a los muros y al asfalto con la intención de inspirar, reivindicar, provocar. Como las bicicletas voladoras de BMX, que sobresalen de las paredes o se encajan o a barandillas y que no van a ninguna parte. El street art puede usar como lienzo absolutamente todo el mobiliario urbano.
Artistas como Sunra tratan de usar Montpellier como un museo al aire libre, donde sus obras son vistas como algo bello más que como un acto vandálico. Basta un paseo a las orillas del río Verdanson o una caminata por el barrio de Rondelet para descubrir lo mejor de Mist, Oups, SMOLE, AL, ZEST y otros artistas locales e internacionales que van dejando su arte por todos los rincones de la ciudad. Hay que ir con los ojos bien abiertos, pues algunas obras pueden ser grandes murales expuestos en fachadas visibles, mientras que otras son pequeños trabajos visibles sólo para los ojos más curiosos.
El street art, ¿cuánto tiempo permanece?
El arte callejero es un arte efímero para visitar con urgencia, uno nunca sabe cuánto va a durar. Sunra ha llegado a ir al día siguiente a un mural propio para fotografiarlo y documentarlo y no encontrarse el mural. También le pasó lo peor: le pidieron que borrara algo que él mismo había pintado. La intervención consistió en pintar en una calle estrecha un gran mural lleno de corazones, rojos. A pesar del visto bueno del dueño de la pared, los vecinos del edificio de enfrente se quejaron por problemas de luminosidad en sus casas. Tuvo que borrarlo él mismo, aunque varios transeúntes le mostraron su apoyo mientras veían cómo iban desapareciendo los corazones. ¿Era una obra artística o un estorbo? ¿El derecho a la propiedad es más importante que el derecho al arte? «Se destruye en la calle multitud de obras de arte -dijo en una ocasión el artista español Neko- y nadie se alarma porque, sencillamente, no han sido tasadas económicamente”.
Sunra está sereno y sigue pintando en exclusiva para nosotros, un grupo de periodistas que buscamos un directo. Hoy somos su público. Sunra está pintando ahora en la pared igual que un músico podría tocar en una esquina con su trompeta una melodía de jazz. Me entristece saber que esa pintura no durará mucho en aquel lugar. Por deterioro, limpieza o sobreimpresión. «Es mucho trabajo para poca cosa, la verdad», me confesaba Sunra.
Bien pensado, un graffiti dura más que una canción improvisada, aunque menos que una escultura. ¿Es el tiempo una variable a considerar en el arte? No hablamos solo de diferentes formas artísticas sino que, dentro de este gremio, las firmas o tags son de vital importancia para la existencia de la obra. Existe la regla implícita entre estos artistas de no tapar un mural (si es que resiste al tiempo y a las limpiezas) si lo que se va a hacer encima no es mejor de lo que ya hay.
A paso de hormiga, así es como se construye una reputación. Aunque los pocos que consiguen hacerse un hueco en lo más alto de este mundo han llegado a valorarse tanto que ya exponen en galerías de Montpellier, como Nicolas-Xavier y At Down, con lo que ello conlleva. Dejan de ser artistas callejeros para convertirse en artistas contemporáneos. ¿Montpellier dejará de oler a pintura? Llegar a exponer en las galerías no implica abandonar las calles. Al menos, Sunra seguirá mostrando en las calles su corazón, la marca de artista que imprime en todas sus obras, un símbolo universal que, «no aporta nada nuevo pero ayuda a remover conciencias», concluye sonriendo.