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viernes, diciembre 13, 2024
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Escenas de viajes a Las Vegas

Las Vegas es una ciudad en el desierto como un oasis de tentaciones y pecados, es un maratón de emociones descontroladas, es donde se vive con igual intensidad  día y noche. ¿Qué pensaría el explorador John Frémont si viera en lo que se ha convertido aquel poblado mexicano que conoció en sus primeros viajes? El juego y las apuestas legales, el alcohol a todas horas, la legalidad de la prostitución, los casinos. ¿Lo que pasa en Las Vegas se queda en Las Vegas? De ser un valle con manantiales descubierto en 1829, recibió los años 40 con los primeros hotel casino, que un par de décadas después le daban la bienvenida a Elvis Presley. Lo demás es historia.  

Ahora estoy en un viaje familiar en Las Vegas. Rentamos una casa lejos de los rascacielos y me sumerjo en el día a día dentro de uno de sus barrios. Pequeños centros de comercio en las esquinas, mercados, cadenas de restaurantes, ¿México? Todos los días desayuné con tortillas, aguacate y salsa roja, entre español e inglés, entre gritos y risas y el calor de Las Vegas. Me doy cuenta que formo parte de una de las familias mexicanas que poco a poco han emigrado a Estados Unidos, y que ahora resulta que Las Vegas es un punto medio de encuentro.

La antigua Calle Frémon convertida en Fremont Street Experience. |Fotografías: Arlene Bayliss

Recuerdo un viaje a Las Vegas a principios de los 90; estaba sentada en el asiento trasero del coche y me sentía extasiada por aquella aventura con mis papás. Disfruté como enana. Un espectáculo de fuentes en una fuente gigante, edificios gigantes, casinos gigantes a los que podía entrar y salir y mirar. Recuerdo que los buffets de comida eran gigantes, me encantaban los macarrones. No quería salir del Circus Circus. Los letreros de neón de la Calle Frémont, las tarjetas de presentación de mujeres semi desnudas tiradas en la calle, eso también lo recuerdo.

Luego hay más recuerdos… ¡Una despedida de soltera! ¡Viva la novia! También recuerdo, bueno… Conservo algunas escenas en mi memoria de aquel viaje de tres días, veinte mujeres, un color por noche, limusina incluida. Discotecas, desayunos a la hora de comer, descansar y a la fiesta. Solo llegar a una discoteca me caí en la alberca. En otra, vi a Paris Hilton celebrando en una mesa llena de gente. Me encontré con Usher, tengo una foto que él mismo tomó con mi cámara.  

Pero ahora no traigo tacones en mi maleta. En este viaje familiar, viajamos en tres coches a la frontera de Arizona y Nevada a conocer la Presa Hoover, de la misma edad que los primeros casinos de Las Vegas. Es fácil dejar el escándalo de la ciudad atrás y encontrarte con el silencio del desierto. Nos emocionamos con los paisajes de Lake Mead y el gran lago artificial que funciona como espacio natural para pescar, hacer esquí acuático, practicar kayak, acampar. El estacionamiento está lleno de autocaravanas. Vemos el atardecer en la presa Hoover y nos abrazamos, nos tomamos fotos. Hacía más de 15 años que no veía a mis primos.

En aquella despedida de soltera ni me paré por la calle Frémont, ahora lo hice tanto de día como de noche con la familia. La calle Frémont que había conocido en los 90, se ha convertido en Fremont Street Experience, con más letreros de neón, tres cuadras de clubes, bares, tiendas de souvenirs, artistas callejeros, una tirolesa. Ahora es la zona antigua de la ciudad porque la calle popular es The Strip. Es Las Vegas Boulevard South de 6,4 kilómetros, una de las avenidas más famosas del país, al nivel de Hollywood Boulevard en Los Ángeles y la Fifth Avenue de Nueva York. Muchos de los hoteles, casinos y resorts más grandes del mundo están aquí, es el epicentro.

Esta calle me trae a la memoria otro viaje a Las Vegas ¡Happy New Year! The Strip cerró la circulación a los coches, así que caminé todo el día de un lado de la calle a otro con un trago en la mano. Atravesé casinos, bailé, vi la erupción de un volcán, otra vez el espectáculo de las fuentes, crucé un centro comercial, un bar lleno de banderas de Estados Unidos, estuve debajo de la Torre Eiffel, en Venecia, en Nueva York. Me tomé una foto con un globo aerostático; había recién casados por todos lados. Recuerdo a las mujeres semidesnudas y a los homeless.

Al día siguiente, o ese mismo día, o qué más dá, entré a una capilla de matrimonios a pedir información y salí casada. Dije sí, acepto, en una capilla de los años 50, donde se casó Frank Sinatra con Judy Garland, Paul Newman, Mia Farrow. Había pedido un Uber para casarme por el drive-thru pero terminé haciéndolo en la capilla, tengo una foto con Elvis Presley. ¡Las bodas en Las Vegas son reales! Marcha Nupcial, el pasillo, las palabras cara a cara, la firma, el beso, las fotos, la factura, la sonrisa de felicidad nerviosa. Esa noche nuestros nombres estaban en la lista de invitados de una fiesta en la discoteca del MGM Grand Las Vegas, estuvimos en la mesa detrás del DJ con barra libre y … ¡Una locura!

Si no es exceso de azúcar, es de alcohol, de gasto, de baile, de pasos, y menos mal que no apuesto en la ruleta. Siempre parece haber algo más en Las Vegas. En todos los viajes he terminado con la sensación de comer demasiados macarrones. Y eso de que lo que pasa en Las Vegas se queda en Las Vegas, es mentira, lo que pasa es que no lo recuerdas; pero los que van contigo tal vez sí.

Esta historia es el Capítulo IV de un viaje por California que iremos contando poco a poco

Arlene Bayliss
¡Ahorita Vengo! Eso dijo en su casa y no ha vuelto. De Tijuana en Barcelona. Comunicación y periodismo de viajes.
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