De este a oeste y de norte a sur China ofrece al viajero una gran variedad de paisajes y experiencias. El vasto territorio cambia kilómetro a kilómetro –al igual que el idioma- dándole una sorpresa a quien se atreva a recorrerlo y desafiarlo. Uno de los paisajes más representativos del país asiático se encuentra al sur, cerca de la frontera con Vietnam. La Región Autónoma Zhuang de Guangxi alberga entre sus montañas y ríos a uno de los pueblos que a pesar de la modernidad ha mantenido su lengua y tradición. El viaje comenzó al norte, a 2,135 kilómetros en la moderna y dinámica Beijing. Después de 26 horas el tren arribó a la estación de Guilin, sin embargo, faltaría navegar uno de los ríos más importantes para llegar a Yangshuo.
Había leído un poco del sur, sin embargo, no estaba dentro de mi itinerario ni mis planes. Fue hasta que estuve en Beijing que platiqué con un portugués quien me recomendó el viaje. Él regresaba por tierra desde Macao a Lisboa y me convenció de viajar al sur. Me dijo, “el paisaje es impresionante e increíble. Debes navegar por el río para que conozcas los arrozales y la vida sureña”. Guilin es una ciudad de China ubicada en la provincia de Guangxi. Debido a su situación geográfica, en 1921 fungió como cuartel militar para el ejército de Sun Yat-sen y en 1981 fue nombrada Patrimonio Cultural del país. La hospitalidad en el hostal fue tal que estuve a punto de quedarme una noche más, sin embargo, tenía que llegar a Yuangshuo. Desperté y me dirigí al embarcadero, había una multitud confusa que buscaba a los guías con desesperación. En los altavoces se escuchaban frases incomprensibles acompañadas de los motores de las embarcaciones. Subí al primer barco y con señas me indicaron que no era el que me correspondía. Finalmente y después de buscar alguna señal encontré un pequeño cartelón en la proa donde estaba mi nombre. El barco zarpó. Salí a la cubierta para liberarme del bullicio y comenzar a disfrutar de aquel panorama kárstico.
Las montañas están cubiertas por una espesa selva verde y están alineadas como guardianes a la orilla del río. Debido a que el terreno es muy accidentado, los habitantes de la región aprovechan cualquier planicie para sembrar arroz y cítricos. Gran parte de la economía está basada en la agricultura y últimamente en la industria turística. A medida que el barco avanzaba pequeñas barcas de bambú se ataban a los costados. Las personas que viajaban sobre ellas vendían tallas en madera así como ornamentos hechos con una pasta similar al color del jade. El Río Li es un elemento esencial para la zona así como el principal sustento para los lugareños. Una de las tradiciones que lucha contra el tiempo es la pesca con cormoranes. Esta actividad consiste en entrenar aves para pescar en el río, una delgada soga es atada a una de sus patas para garantizar el regreso a la barca de su amo. Con la migración hacia ciudades más grandes e industrializadas esta forma de sustento tradicional está destinada a perderse algún día.
A lo lejos había un grupo de barcos anclados a un muelle de piedra, las hordas bajaban de los barcos y eran interceptadas por diestros vendedores que buscaban la ganancia del día. Caminé por una calle llena de tiendas y estantes esperando llegar lo antes posible al centro del pueblo sin ser alcanzado por uno de los vendedores. Las calles empedradas y construcciones de madera le dan al lugar un toque cálido y acogedor. El pueblo está rodeado por verdes montañas y por sus calles cruzan pequeños ríos que conectan con un lago central. En Guilin un viajero me dijo que era algo así como La Suiza de Asia y no se equivocó. Muchas de sus calles y callejones son peatonales, por lo tanto, el ruido y tráfico de los autos me dieron un respiro para conocer el lugar. En sus tiendas se pueden encontrar finas mascadas de seda, delicados juegos de té hechos de porcelana y una variedad inimaginable de té. Después de caminar por algunas horas decidí probar la cocina de West Street (Calle Oeste) donde se encuentran la mayoría de los restaurantes. Ahí se puede probar desde los famosos wontons –carne sazonada envuelta en una hoja de masa- hasta los clásicos fideos de arroz. Encontré un pequeño restaurante donde la gente hacía fila para entrar y parecía no haber lugar para mí. Como dicen, “si está lleno es porque está bueno”. Después de una breve espera me dieron el menú, rápidamente busqué el platillo que me recomendaron y lo ordené. Poco tiempo pasó cuando trajeron a mi mesa una charola con el famoso Pescado a la Cerveza, es una delicia que quien lo pruebe quedará encantado.
La tarde comenzó a caer y poco a poco las calles fueron quedando solas. El silencio comenzó a cubrir el lugar dándole la oportunidad a los riachuelos y pequeñas cascadas a participar en la noche. Las casas de té hacían sus últimas ventas y las pequeñas tiendas cerraban sus puertas. Caminé hacia mi hostal antes de que la noche me ganara. Ya en la oscuridad, de entre las montañas salió una luz. Era un globo aerostático que velaba la noche en Yangshuo.
Por: Carlos de la Cruz, Editor General de Nao Travel