“Es muy peligroso que vayas sola, te estas exponiendo demasiado”, “cuidado con los Maras”, “no te vayas a subir a los chicken buses”, fueron tan sólo algunos de los comentarios con los que quisieron persuadirme para cambiar de destino. La imagen que muchos tienen de Guatemala, es de un país peligroso, donde la violencia y la pobreza, son una mezcla que ahuyenta al extranjero.
En mi ruta de ida, me encontraba leyendo un libro sobre este país centroamericano en la sala de espera del Aeropuerto Internacional de Dallas-Fort Worth en Estados Unidos y de repente, una voz amable femenina exclamó ¡Va usted a mi país, qué bueno! Bajé el libro para ver quién interrumpía mi concentrada lectura y era una señora que al percatarse que yo era una futura turista de su país y que viajaría sola por dos semanas, me dio el número telefónico de su casa en Ciudad de Guatemala “para lo que se ofreciera”.
“Me dedico a vender uniformes de todo tipo, no tengo horarios que cumplir, si necesitaras algo, lo que sea, me puedes llamar”. Así me dijo en menos de media hora que platiqué con ella en esa sala. Me recomendó visitar algunos sitios en específico y me dio orientaciones generales. Lo tomé como una bienvenida adelantada.
Iniciando camino
Asentado en zona maya, este pequeño país frontera con el sur de México, ofrece una gran variedad de atractivos para el que llega de fuera: playas en el Pacífico, pueblos con arraigadas costumbres indígenas, sitios arqueológicos imponentes y un ecosistema variado que va desde frío y seco en el centro, hasta húmedo y caluroso en la zona selvática del norte.
Los libros de viajes lo describen como un lugar caótico, pero la realidad es que todo depende de quién lo vea. Si se es latinoamericano no habrá tal caos puesto que nuestros países tienen un poco o mucho de éste; si se proviene de Europa el shock cultural sí será digno de ser recordado.
Ejemplo de este “caos” son los famosísimos chicken buses. Viejos autobuses que en algún momento fueron camiones escolares estadounidenses y que ahora son parte del transporte público de segunda clase. Están pintados de manera folclórica; colores y diseños eclécticos que convierten a cada uno en piezas de arte urbano.
Los asientos para dos son ocupados por cuatro personas y los pasillos desaparecen ante la cantidad de gente que viaja parada tratando de no caer ante los malos manejos de los choferes. El techo está habilitado con soportes para cargar mercancía extra de los pasajeros. El autobús es controlado por tres: el chofer, el que cobra pasando entre los apretujados pasajeros, y el que sube y baja personas y paquetes por la puerta trasera instalada de origen, como salida de emergencia.
Como varios países indígenas colonizados e independizados a la postre, Guatemala es una mezcla entre ambas culturas heredadas: la maya y la europea. La influencia del viejo continente se aprecia en la arquitectura de muchos edificios públicos y religiosos como ex conventos e iglesias; la herencia maya por otra parte, se manifiesta en el idioma y el vestir.
De acuerdo al gobierno guatemalteco, 50% por ciento de los 14 millones de habitantes es de origen indígena, por ello es común escuchar todavía distintos dialectos mayas como idioma corriente a la par del español.
En el vestir, es común que muchas mujeres usen todavía coloridos huipiles y faldas tradicionales con el correspondiente tzut -tocado en la cabeza- estilo Rigoberta Menchú. Dice la historia que cuando los españoles conquistaron estas tierras, impusieron a los nativos vestimenta con diseños distintos por pueblo, para poder diferenciarlos, tradición que aún continúa en algunas zonas y que para un ojo extranjero poco educado en esos menesteres, es difícil de notar.
Ciudad de Guatemala, la capital del país, para la mayoría de los turistas es tan sólo el punto de llegada y salida puesto que alberga el principal aeropuerto. Comparada con otras capitales de Latinoamérica, carece de muchos atractivos que inviten quedarse y la inseguridad es muy visible.
En los autobuses urbanos rojos, por ejemplo, viaja acompañando al chofer, un policía armado para evitar asaltos. En los negocios, por pequeños que sean, como farmacias o pollerías, hay guardias armados en las entradas para evitar atracos y muchas personas de clase media, son cuidadas por guardaespaldas.
Los hostales, a donde recurren la mayoría de los jóvenes viajeros extranjeros, mantienen las puertas cerradas bajo llave y sólo la abren previa identificación de quien se anuncia en la entrada; así, es el ambiente en la capital. Saliendo una vez de ahí, la realidad cambia por completo y se respira tranquilidad.
Antigua
Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO desde 1979, es el destino obligado de todo quien visite este país centroamericano, así que yo no podía ser la excepción.
Es colorida, bohemia, trendy y base para todas las excursiones de la zona sureste. Es de fácil acceso, segura e ideal para conocer a otros viajeros. Ahí se encuentran antiguos conventos, mercados de comida y artesanía local. Está rodeada de volcanes activos e inactivos como el Pacaya o Agua; Pacaya es un volcán ubicado a media hora y es una buena opción para un día de excursión; por ello me dirigí al pueblo asentado en las faldas del cerro y con la ayuda de un guía, inicié la caminata cuesta arriba, hasta llegar a los 2 mil quinientos metros aproximados de altura. Una vez alcanzada la meta, además de obtener una bocanada de oxígeno que me hizo sentir como si volviera a nacer, la panorámica fue esplendorosa pues desde ahí se pueden observar entre nubes, otros volcanes y tomar suficiente aire para el descenso.
Por Guatemala pasa el Cinturón de Fuego del Pacífico que concentra algunas de las zonas más importantes del mundo con actividad sísmica y volcánica, por ello no es raro que éstos últimos, sean parte fundamental de los atractivos.
Cerca de Antigua se asientan varios pueblos, entre ellos la que en tiempos coloniales fuera la primera capital de Guatemala, Ciudad Vieja. No hay mucho que hacer ahí pero es interesante conocer que debido a una inundación sufrida por el Volcán de Agua, fue que la capital se trasladó a Antigua, sin embargo ésta también sufrió los embates de la naturaleza y luego de terremotos que azotaron la ciudad, finalmente la capital fue nuevamente trasladada a lo que hoy se conoce como Ciudad Guatemala.
Quien conozca Chiapas en México, tendrá la sensación de estar en San Cristóbal de las Casas. Calles empedradas, bares pequeños, indígenas provenientes de distintos pueblos aledaños y ríos de turistas que ocupan hoteles boutique o económicos y juveniles.
Aquí nuevamente experimenté la amabilidad guatemalteca. Me encontraba en un café hablando por teléfono con un amigo mexicano y al momento de colgar, el joven que se encontraba a un lado me preguntó sorprendido si era de Tijuana, ya que él había estado en mi ciudad meses antes.
Esa fue la pauta para tener a partir de ahí, a un aliado más en mi viaje. Me proporcionó su número de celular “para cualquier cosa”. En todas las llamadas que le hice con varias dudas, Roberto me orientó amablemente. Incluso, cuando necesité hospedaje en Cobán, llamó a un conocido de un hostal donde recientemente se había hospedado y le dijo que su “prima” iba para allá, para que me atendieran bien.
Hacia el noroeste
Alejándome de Antigua rumbo al noroeste llegué al Lago Atitlán, lugar donde se asientan diez pueblos y se toma como base generalmente Panajachel o San Pedro Laguna. Cada pueblo tiene sus peculiaridades, algunos más destacables que otras, pero la vista del lago es en si preciosa, lo que hace que valga la pena la travesía hasta acá por la simple contemplación.
El domingo es día obligado para visitar el extenso y surtido mercado de Chichicastenango (popularmente conocido como Chichi) muestra singular de productos y costumbres prehispánicas y españolas.
Me fui con tiempo y dinero, pues me habían dicho que conforme se recorren las decenas de puestos, más se quiere ver y comprar. Los lugareños provienen de todos los pueblos para vender y adquirir mercancía de uso diario, mientras que los curiosos foráneos, para presenciar los llamativos rituales que los creyentes realizan al pie de la escalinata de la Iglesia Santo Tomás y fascinarse con la colorida y variada artesanía.
Si se es curioso, se puede dedicar algunos días para subir más norte hasta Quetzaltenango, la segunda ciudad más importante del país luego de la capital. Acá llega otro tipo de turismo, el que quiere aprender español en una de las decenas de escuelas instaladas para ello o que busca involucrarse en voluntariado de causas sociales.
En mi corta estadía, mi compañera de cuarto era una rusa involucrada en capacitación agrónoma de los locales, mientras que el resto de los huéspedes, eran españoles que formaban parte de un grupo educativo multidisciplinario que brindaba asesoría de tratamiento para menores discapacitados. Esa es la esencia de Xela.
Rumbo a Tikal
En Guatemala no hay muchas opciones de transporte, es decir, no existen trenes o decenas de aeropuertos para vuelos internos. Las opciones para los viajeros son: autobuses de primera o segunda clase, taxis, un aeropuerto central en la capital y otro en Flores, es todo.
Luego entonces y después de analizar mis opciones, todos los recorridos los hice en autobús. Al dejar Xela, inicié el camino de regreso a Ciudad de Guatemala para luego empezar a subir rumbo a Tikal, que sería mi última parada, antes de regresar a casa.
El sistema carretero es bueno, pero las distancias entre ciudades grandes para tomarse como base, son largas (puede hacerse hasta 10 horas). Si se quiere llegar hasta la zona arqueológica maya de mayor tamaño en Centroamérica, Tikal, pero se desea conocer puntos intermedios, es recomendable parar en Cobán, una pequeña localidad sin mucho atractivo en sí, pero cerca de varios puntos interesantes.
Desde aquí realicé excursiones de un día a cooperativas cafetaleras, grutas subterráneas como Lanquín o ríos impresionantes como Semuc Champey.
De estos tres puntos, sin duda el más interesante fue Semuc Champey, una zona donde el río Cahabón forma a su paso, grandes albercas naturales de agua dulce, que a su vez, terminan en cascadas y que lo hacen un deleite para quienes sudorosos llegamos hasta esta zona húmeda y caliente del país.
Se asemeja a las Cascadas de Agua Azul, en Chiapas, México, pero tiene su encanto particular, porque desde la carretera pavimentada, se requiere de poco más de una hora para llegar cerro abajo, en un camino de tierra sinuoso, que pasa por varios caseríos donde se puede observar la vida cotidiana de los locales.
No me quería ir sin conocer la zona cafetalera, así que me decidí por una de las tantas que hay, como la Cooperativa Chicoj. Sus dueños me enseñaron pacientemente todo el proceso de la elaboración del café, desde la plantación, su cuidado, la cosecha, tipos de arbustos, proceso de limpieza, hasta el producto final. Todo esto, en un recorrido de más de una hora donde caminé bajo un exquisito olor a café proveniente de la tierra húmeda, y recorrí la inmensidad del campo a través de un sistema de tirolesas atravesando pequeños estanques de agua.
Avanzando más al norte, llegué a Tikal, la joya arqueológica del país por excelencia. Como venía del sur, experimenté un cambio brusco de temperatura. Allá era frío y seco, acá en Petén, húmedo y caliente. Mi pijama de pants no ayudó mucho.
A esta zona del país sí puede llegar en avión pues alberga el segundo aeropuerto, sin embargo el costo (500 dólares, viaje sencillo) nos empuja a la mayoría de los viajeros a realizar la travesía en autobús, al menos en primera clase.
La opción de hospedaje más recomendable para explorar la zona arqueológica fue Flores, una pequeña isla rodeada por el lago Petén Itzá y conectada a tierra con la comunidad de Santa Elena. Hospedándome en esta zona, no hubo problema por conseguir un tour a Tikal porque parece que todos veníamos a eso.
La imponente zona arqueológica, Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO desde 1979, comprende un área de 550 kilómetros de Parque Nacional que alberga decenas de ruinas mayas ubicadas dentro de una espesa selva donde monos y aves, forman parte del paisaje y orquesta que se escucha al caminar por sus decenas de caminos que lo adentran a uno por ese mágico lugar.
Llegar a las seis de la mañana me permitió percibir la majestuosidad del sitio. Disfrutar el olor a tierra húmeda, el ruido de los animales que parecían ir despertando junto conmigo y evitar “un poco” el calor.
La zona donde se concentran los principales templos, abarca unos 10 kilómetros aproximadamente y conforme descubría poco a poco cada uno de ellos, el impacto era mayor.
Comparado con otros sitios arqueológicos de Latinoamérica, los de Tikal son de los más altos; el templo más grande mide 65 metros y desde ahí se puede observar cómo otros sobresalen también sobre las copas de los árboles de la selva y la vista es espectacular, se siente estar como en la nubes.
Hasta ahora no he conocido sitio arqueológico prehispánico más extraordinario que éste. Cómo es que estas grandes edificaciones han logrado mantenerse en pie luego de varios siglos y aun con los avances tecnológicos de nuestra época, nos siguen sorprendiendo.
Experimentar un acercamiento con culturas milenarias como la maya, sin duda es una experiencia gratificante, que deja pensando sobre las distintas visiones de la vida y la perpetuidad de la humanidad a través del tiempo. Guatemala puede ser subestimada por muchos, pero sorprenderá a todos aquellos que desafiando las recomendaciones decidan viajar al país del Quetzal, azúcar, plátano, café y cardamomo.
Por: Nina Pizá
Nina
En verdad me encanto el relato que me hizo sentir que yo viajaba contigo… Muy descriptivo y ameno. Usando palabras sencillas y atinadamente colocadas.
Creo que es una buena guia de que hacer y donde para todo aquel que desee tener un viaje placentero.
Me encanto en pocas palabras y tratare de acudir a ver las personas, calles, edificaciones, comidas y olores por mi mismas..
Felicidades y deberias de enviarlo a Discovery Chanel para que te contraten y seas la proxima conductora de algun programa que puudiera llamarse
!Viajando con Nina!
Que bueno que lo disfrutaste Fabiola, saludos.
Me encanto tu relato, la descripcion de los lugares fue maravillosa, felicidades
Hola Ana. Tengo un amigo viviendo allí desde hace unos años y siempre me cuenta maravillas de Guatemala. Me dice que Antigua es una de las ciudades más bonitas de Centroamérica. ¡Qué ganas de ir!
Excente , te hace sentir que estas en esos lugares , me quito la inseguridad de viajar a guatemala saludos
La vas a disfrutar mucho Oscar, qué bueno que te gustó.