Fueron las primeras frases del chofer del taxi. Entendible que quisiera convencernos de que Huatulco tiene sus características o diferencias con otros destinos de playa, el que se expresara bien de su ciudad. “Huatulco es para disfrutar de la naturaleza, descansar”, agregaba el chofer. Lo decía con orgullo, seguro de sí mismo y sin miedo a equivocarse o parecer exagerado.
En el recorrido de los 20 minutos y $120 pesos del aeropuerto al centro de la ciudad, nos mostró una carretera de dos carriles que poco a poco va permitiéndole a la ciudad asomarse; a los edificios, los supermercados, las viviendas, los restaurantes y las diferentes rutas que, por lo general, señalaban a las bahías como destino.
Don José nos dejó ver la hospitalidad de la gente, nos trasladó al hotel, realizó el contacto con los guías de las bahía para hacer un recorrido por las islas y enlisto las recomendaciones de comida típica y opciones para elegir el lugar indicado para ello. Su buena vibra nos hablaba de alguien que disfrutada del foráneo, nos dio una agradable bienvenida, fue cálido.
Si bien esta tierra en Oaxaca, tiene una historia de 474 años, las bahías fueron descubiertas en su totalidad en 1969, es decir, son jóvenes, están aún en una fase de desarrollo a su alrededor. La vista de la mayoría de bahías se muestran en su máximo esplendor, sin edificaciones, sin ruidos y carentes de visitas. Son aguas que poco tienen descubiertas y por lo tanto, su exposición es nueva junto con infraestructura creada para dejar de serlo.
A diferencia de Playas de Tijuana, Mazatlán, Acapulco o Veracruz, en Huatulco no hay un malecón o corredor turístico a la orilla del mar, son bahías con su propio espacio, entradas y salidas. Nueve en total llamadas: Conejos, Tangolunda, Santa Cruz, Chahué, Maguey, Órgano, Cacaluta, Chachacual y San Agustín y esto incluye sus 39 playas, muchas de las cuales no tienen acceso más que por mar.
Las bahías de Huatulco tienen personalidad propia, cada una con sus características integran una tierra de mares, de un Pacífico. Entre ellas se esconden rincones que las unen, espacios de tierra que las delimita y una vida submarina que las hace únicas. Disfrutarlas es no sentir el tiempo. Son pocos los sonidos que opacan al de las olas, y cuando no las hay, el cielo canta sobre el paisaje.
Lo mejor de estas bahías vive debajo del mar, con tantos colores como arriba, a otra temperatura y con otro ritmo. Las rocas se convierten en cuadros que decoran la profundidad, que esconden pequeñas especies que viven entre sus pequeña cuevas; peces tan variados en tamaños como en sus formas aparecen entre los pies o las piernas. Realizar snorkel es un acercamiento pasivo a esta otra forma de vida y una de las actividades más recomendadas para estas playas mexicanas.
El snorkel y el sol son los cómplices para asomarse a esa vida submarina existente, aunque puede generar ansiedad e inquietud, sobre todo por los movimientos desconocidos, la visión limitada y la respiración controlada, es una delicia poder sólo observar la vida en la inmensidad de las aguas del Pacífico.
Un ejemplo para describir a las bahías de Huatulco lo tienes al salir del mar, quitarte el snokel, las aletas y tirarte a la arena. La respiración se esfuerza por equilibrarse pero con la emoción de lo que se ve y se siente al asomándose bajo el mar, cuesta tiempo. Huatulco si es tranquilo. Qué razón tenía el chofer del taxi, por eso estaba tan seguro que no era Acapulco, o Los Cabos, Huatulco es disfrutar de la naturaleza.