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sábado, octubre 5, 2024
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Roma, retratada hoy, pensada ayer

Cuanto cambian los lugares con el pasar del tiempo. La intervención del hombre en la transformación de los espacios ha sido voraz, existen ciudades con cimientos de renombrado valor histórico, que se pierden en el afán de crecimiento y expansionismo de la sociedad capitalista de hoy. Se transforma la cultura en turismo y los espacios arquitectónicos en referentes del paso del tiempo; siglos de desarrollo ingenieril, arquitectónico y cultural, reducidos a minutos de visita guiada.

Es de aclarar que este texto no es una crítica al turismo, hacerlo sería contradictorio, pues para el desarrollo de este proyecto se usaron guías de viaje y mapas de cuatro euros, comprados en las tiendas de recuerdos en el centro de Roma. Esta introducción es más un recuento de ideas que pasaban por la cabeza de un viajero mientras visitaba los escenarios romanos, y su mente estaba regresaba al siglo X antes de Cristo para iniciar el recorrido.

Roma era un lugar inhóspito, amplias zonas de enterramiento se pueden observar a la distancia. Tierra poco apta para el desarrollo agrícola, por lo árido de sus terrenos, eran utilizadas para esta práctica antigua que, dos siglos después, desaparecería, para da lugar a la construcción de las primeras aldeas. Allí sería donde, sin saberlo, aparecería el núcleo fundacional de la ciudad.

Como es de imaginar, el paso de los años trajo consigo crecimiento, dando pie a que la dinastía etrusca dejara su primer rey para que estuviera al frente de Roma, Tarquinio Prisco, quien convertiría la zona de este primer asentamiento, en el centro de la vida cívica de la ciudad, mientras transcurre el año 600 antes de Cristo.

Progresivamente se observa la construcción de edificios relacionados con las actividades políticas, religiosas y de mercado, pero también se erigen estatuas honoríficas y otros monumentos conmemorativos, símbolos de las grandes hazañas militares y políticas, que convertirán este Foro Romano en referente por excelencia de la vida en esta ciudad. Pero el Foro, con el pasar de los años, no es suficientemente amplio y los emperadores de turno empiezan a realizar sus propias expansiones, formando con ello un complejo en el centro de Roma. Y es que a medida que la ciudad crece, también lo hace su centro político y administrativo, impulsado por los emperadores César,  Augusto,  Nerva y  Trajano, apareciendo con ello los Foros Imperiales.

Así, 2,500 años después, veo con asombro como, de ese primer recorrido histórico, solo quedan algunos simientos agrietados y un sinfín de columnas de lo que en algún momento fue el centro del mundo occidental. Sus ruinas son tan grandes, que si me paro en la base de sus columnas, solo logro observar cinco o seis de sus primeras particiones, perdiendo el sentido de altura de las mismas. Mientras realizo este recorrido visual hacia el final de estos monumentos comienzo a imaginar lo que vería alguien que se parara allí en ese periodo… Arriba, por sobre las columnas y monumentos dedicados a batallas victoriosas, se observa el Monte de Saturno, y en él, un templo para el dios Júpiter, construido bajo el reinado de Lucio Tarquino Prisco. Subir al lugar no es tarea fácil, para hacerlo se toman caminos de roca que terminan en riscos, utilizados para asesinar a quienes son encontrados culpables de delitos como la traición.

En la parte superior, un erige un conjunto amurallado, que constituye una pequeña ciudadela utilizada en 387 antes de Cristo como refugio ante la invasión de los galos celtas. De hecho, el propio Bruto, y otros de los que tomaron parte en el asesinato de Julio César, se han refugiado dentro del templo de Júpiter, donde el mismo emperador había entrado de rodillas meses antes, como muestra de sumisión a los dioses.

Claro que las deidades tenían su propio templo en Campo de Marte, el Panteón de Agripa, un recinto construido por primera vez por Marco Vipsanio Agripa, general romano y yerno del emperador Augusto, durante los años 27  y 25 antes de Cristo. Al entrar en él, se descubre una amplia sala redonda, mezclada con un pórtico clásico con dirección al Foro, cubierto por una bóveda, utilizada por la misma época en las grandes salas termales, una novedad en los templos de entonces. Aunque el calor que se vive hoy es similar, debido al aforo de personas, un par de giros rápidos son suficientes para observar los monumentos y rayos de luz característicos que entran al domo casi indicando a dónde mirar.

Al salir, mi imaginación vuelve a la época del emperador Augusto, un par de calles hacia el noreste está el final del, recién construido, acueducto Aqua Virgo. Éste debe su nombre a una joven doncella que, se cree, indicó al general el lugar donde se encontraba la fuente de agua, desde allí Agripa construyó el acueducto que desemboca en la ciudad, tras recorrer más de 20 kilómetros.

Hoy allí, los visitantes pasan para observar la monumental fuente que, junto con la caída de la tarde, permite observar el brillo de las monedas que los visitante lanzan allí para pedir sus deseos. El color amarillo y verde, se apoderan del lugar, permitiendo observar el monumento barroco más famoso del lugar, que atrae a cientos de turistas diariamente. Pero esta no era el centro de diversión de la época…

De regreso en el Foro, en el año 80 después de Cristo, se realiza la inauguración del Anfiteatro Flavio, cuya construcción la ordenó el emperador Tito. Al llegar al lugar los oriundos llaman al enorme recinto Colosseum, debido a una gran estatua del Coloso de Nerón, ubicado en la bases éste. En su interior 50.000 espectadores observan el espectáculo, distribuidas en ochenta filas de gradas. Cerca de la arena están el emperador y los senadores que observan las luchas de gladiadores y demás espectáculos públicos que tendrán lugar durante los próximos 100 días, por motivo de su inauguración.

Seis años después, y como un nuevo foco de entretenimiento, las miradas regresan al Campo de Marte, donde se encuentra el Estadio de Domiciano, llamado también Circus Agonalis. En él, 30.000 espectadores se dan cita para observar los juegos atléticos de la época.

Pero las construcciones y el crecimiento del imperio no paran, hacia el occidente se levanta el Puente Elio, atravesando el Tíber para llegar al Mausoleo de Adriano, obra que inicia su construcción en el año 135 después de Cristo y que termina Antonino Pío en el 139 de la misma era. Aquí se encuentran depositadas las cenizas del emperador Adriano, además de las de sus sucesores Antonio Pío, Marco Aurelio, Commodus, Septimius Severus , Geta y Marcus Aurelius Antoninus Bassianus, quien fue el último sepultado aquí, en el año 217 después de Cristo.

Finalmente, de regreso al Anfiteatro, dos siglos después, tras arduas batallas romanas, se levanta el Arco de Constantino, el más reciente de los arcos triunfales de la Roma Antigua. Construido para conmemorar la victoria de Constantino I el Grande en la batalla del Puente Milvio en el 312 después de Cristo y a otros emperadores anteriores. Con este arco triunfal termina el recorrido, como símbolo de un imperio al que occidente le debe gran parte de su cultura y sus modelos de organización política y social. Tras cruzarlo regreso a la calle que me lleva al hotel, tras un recorrido imaginario por la historia de un lugar que simplemente cambió con el paso del tiempo, dejando un retrato hoy, de lo que fue ayer.

Diego Sanchez
Comunicador social, fotógrafo y periodista colombiano especializado en viajes. Para mí la imagen es una herramienta de análisis, que permite el auto descubrimiento, a través del registro del otro.
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