Vino de visita a Panamá mi sobrina Daniela y quería llevarse consigo algo genuino. Buscaba un recuerdo que representara a Panamá, que tuviera historia; que fuera auténtico. Nos fuimos a caminar la ciudad alejadas de los centros comerciales y de cualquier explosión post modernista para adentramos en el viaje de la búsqueda por una pieza única que hablara de la identidad panameña. Identidad panameña, pensé.
Llegamos a una zona de tiendas artesanales que colinda con Panamá Viejo. Un centro histórico que preserva las ruinas de la fundación original de la Ciudad de Panamá, desde allí, se aprecian restos de puentes, iglesias y la antigua torre de la Catedral, estaba claro que ya estábamos en la atmósfera adecuada, en un pasado.
Entramos a una tienda y en seguida nos atendió una amable señora. Sin mucho preámbulo comenzó una exposición de elementos típicos panameños: sombreros volteados, tembleques, polleras, bolsos, aretes y al final, como el postre de la comida, llegó a una montaña de telas apiladas con fondo negro. «Se llaman molas«, nos dijo. Daniela y yo nos miramos y vi cómo se le iluminaron los ojos, se enamoró al instante de aquellos colores, y yo también.
La gama era enorme y no había una igual a otra. Como llevábamos cara, actitud y pasaporte de extranjeras, la señora comenzó a contarnos más sobre estos pedazos de tela que en realidad, son prendas históricas, supo leer en nuestros rostros la curiosidad. Las molas o también conocido como el arte mola, nació antes de la llegada de los españoles a América, cuando las mujeres Guna se pintaban el cuerpo con formas y colores para representar a la naturaleza. Después de la Conquista, el cuerpo dejó de ser el lienzo para pasar a la tela con una técnica llamada aplique en reversa, en la que, pintando con las acuarelas naturales del entorno, tejen su creatividad.
Se trata de una superposición de telas de diversos colores cosidas entre sí que evocan en sus diseños las grandezas de lo natural. La mola, que significa blusa, es una pieza femenina por excelencia que se teje a mano en algodón. Su origen viene de la cultura Guna asentada en el caribe panameño y colombiano, en la que cada mujer comienza a confeccionar sus piezas desde muy temprana edad. Según la historia oral Guna, la mola proviene del “Galu Metesorgit” un sitio invisible en la dimensión de la madre tierra, allí, cuentan los Guna viven seres de algodón.
Cuenta una leyenda que el arte lo heredaron de la diosa Kabayaí quien les enseñó desde tiempos inmemoriales a tejer sus vestidos con formas únicas, plasmando en ellos lo que perciben de la naturaleza, y transmiten su sentir en unas elaboradas formas que visten con orgullo. Cuenta otra leyenda Guna que una nele, gran vidente, Naguegiryai, fue elegida para visitar el recinto sagrado de Kalu Dugbis, donde quedó extasiada con la belleza de las telas que decoraban las paredes, esos dibujos quedaron en su memoria y los reprodujo como prendas de vestir para la mujer.
Leyenda o no, los colores de las molas, molan mucho, atraen. La diversidad de las formas y los diseños inspirados en la naturaleza, son homenajes al sol, la luna, las estrellas y el arcoíris por ser el lenguaje mudo que emite destellos y brillantez, que realzan el valor de la mujer Guna. La mola representa la libertad, la de la inmensidad del firmamento, la de la esencia de la mujer, la de la autonomía que todo Guna debe tener. En las molas todo se expresa por caminos que parecen laberintos, porque los Guna manifiestan que los habitantes del planeta y la vegetación se encuentran siempre a través de caminos complejos.
Uno de los elementos más interesantes que se descubren en las molas, es la dualidad. La cultura Guna cree fervientemente que todos los seres vivos que habitamos el planeta tenemos nuestra purba, que no es más que una doble esencia del alma. Por eso es muy común apreciar en sus diseños el efecto espejo, la doble cara de realidad, las dos versiones que un solo ser humano puede tener del entorno.
Las molas son un patrimonio Guna que representa a Panamá en cualquier camino, y es accesible a todo aquel que la quiera comprar, es un elemento de identidad cultural que deja plasmado un testimonio de esta cultura. Al inicio de los tiempos cada prenda era diseñada por la mujer que la iba a usar, y en ella modelaba su visión de la vida, su percepción del entorno, su entendimiento de la naturaleza y forjaba a través de los laberintos el camino a su fe.
Es una marca panameña por excelencia, una parte importante de la identidad. Estaba claro que habíamos encontrado lo que buscábamos. Teníamos en nuestras manos un elemento artesano de poder femenino, único e irrepetible, un símbolo de representación étnica de Panamá.
- Foto de portada: passporttopanama