Caminar por las calles del centro de París a principios del año mil, sería caminar por calles llenas de lodo. La isla de la Cité era pantanosa y llegó a llamarse Le Marais, es decir, La Marisma; en el año 1197, se inundó. Cuesta imaginarse hoy a la isla como una zona rica en pesca y en caza en la que vivían a sus alrededores los parisii. También cuesta creer que aquel París medieval aún existe, al menos, algunas huellas para recrearlo.
Desde la Edad Media la isla de la Cité sufrió transformaciones radicales. En algunos momentos de su historia, los cambios y la movilidad de poblaciones completas por las reconstrucciones, suscitaron protestas y críticas que aún permanecen sobre la desaparición del corazón histórico de París y de su huella milenaria. Sin embargo, la isla no ha perdido importancia, todo lo contrario, aquí se encuentra uno de los puntos más visitados del mundo y ofrece una de las mejores vistas para imaginar aquel pasado desde las alturas.
La Catedral de Notre Dame, dedicada a la Virgen María, es una de catedrales góticas más antiguas del mundo. Un monumento que guarda esculturas naturalistas, piezas con efectos de luz, texturas, sentimientos y estados de ánimo; vidrieras de grandes diseños y simbolismos por doquier. Con ocho siglos de historia, han pasado muchas cosas, como la coronación de Napoleón Bonaparte, la beatificación de Juana de Arco y la coronación de Enrique VI de Inglaterra.
Catedral, monumento histórico, ejemplo arquitectónico, símbolo religioso que cuenta con unas vistas únicas. Tras 387 escaleras podemos mirar el horizonte a París desde otra perspectiva. Sus edificios antiguos, rascacielos, áreas verdes, vialidades, el río. Desde arriba puedes sentirte gárgola y viajar por el tiempo para llegar a aquella época lodosa o a la época pesquera; imaginar como poco a poco llegó la modernidad, la edificación, el crecimiento. Lo mejor de subir, es bajar, por los mismo 387 escalones, para sentir y pisar a la isla de la Cité de otra forma, nunca igual.