El 1 de mayo de 1979 ocurrió el acto más violento en la historia de la Universidad de Auckland. El suceso se produjo en la facultad de ingeniería poco antes de la “ fiesta de la haka”, una representación burlesca de la danza maorí que los estudiantes neozelandeses de origen europeo, los pakeha, llevaban realizando desde hacía 20 años. Mientras los estudiantes se preparaban para la pantomima, se presentó de improviso un grupo maorí que llevaba años intentando detener el acto por vías legales. Comenzó una batalla campal con numerosos hospitalizados y detenidos. Pero el suceso fue la llamada de atención que necesitaba la sociedad: el inicio de un camino hacia el reconocimiento de la cultura maorí de Nueva Zelanda.
La cultura maorí de Nueva Zelanda
El sol de verano cae como metal derretido sobre las calles de la Universidad de Auckland. El calor vuelve a tocar mi piel tras pasar toda la mañana en la atmósfera climatizada de la biblioteca. Lo que he descubierto explica muchas cosas de lo que me he encontrado en Nueva Zelanda. Podría resumirlo en una sola frase: los maorís nunca quisieron llamarse “maorís”. Y para entenderlo tenemos que dar una vuelta por el pasado hasta el mismo origen
Corría el siglo XII. Unas canoas, llamadas wakas por sus tripulantes, llegaron a una tierra situada al sur de su lugar de procedencia, en mitad del océano Pacífico. Eran polinesios de Islas Cook e Islas Sociedad que habían logrado un hecho histórico: alcanzar el último territorio del planeta sin habitar. Durante cinco siglos vivieron en ese territorio sin que nadie más en el mundo les molestara. Hasta bien entrado el siglo XVII, los descendientes de esos polinesios no habían conocido más rostros que los de sus congéneres.
Entonces llegaron ellos, los hombres de tez blanca, los pakeha, a bordo de un barco capitaneado por James Cook y pusieron sus pies en Nueva Zelanda. Obligados por las circunstancias, los polinesios tuvieron que recurrir a una palabra para poder diferenciarse: maorís; es decir, nativos. La cultura maorí nunca había tenido la necesidad de distinguirse de otros individuos. Solo estaban ellos, la tierra y el mar.
Las costumbres maorís
Para un maorí la tierra es su madre. Es algo que no se puede conquistar, vender o comprar. La cultura maorí es de naturaleza guerrera y se dividen en diferentes iwis o tribus. Estas luchaban entre sí, pero el motivo por el que lo hacían no era por afán territorial, sino por los conceptos de mana (alma, prestigio, poder) y utu (venganza, reequilibrio). La tierra cambiaba de unos a otros por utu y mana, pero respetando a la tierra misma: no existían fronteras ni empalizadas. Como dice el proverbio maorí:
Whatu ngarongaro he tangata, toitū te whenua.
El hombre desaparece, la tierra permanece.
Esa es la tierra que se encontraron en Nueva Zelanda los primeros colonos hambrientos de terrenos vírgenes con los que poder comerciar. Personas con mucho poder en Inglaterra comenzaron a vender pedazos de ese nuevo mundo a futuros habitantes que aún no habían embarcado en el puerto de Londres. De esta forma, Aotearoa, el “país de la gran nube blanca”, comenzó a ser deforestado, dividido y comprado por unos visitantes que habían llegado para quedarse.
El Tratado de Waitangi o la importancia de las palabras traducidas.
Mis pasos se confunden con los de los estudiantes que salen de la facultad de ingeniería. Me cuesta creer que en este lugar, 40 años antes, se derramó sangre por culpa de una parodia de la danza maorí. Lo más fácil sería pensar que su origen en los años 50 fue fruto de una broma de universitarios ebrios o una muestra aislada de actitud racista. Pero no, el motivo es más profundo y hay que retroceder al año 1840, momento clave en la historia entre maorís e ingleses.
Bajo el nombre de El Tratado de Waitangi, escrito de forma bilingüe, Nueva Zelanda, incluido los maorís, su cultura y su tierra sagrada, pasó a ser propiedad de la Reina de Inglaterra. El problema fue una sutil diferencia entre ambas versiones del tratado: lo que en la versión maorí decía kāwanatanga, “gobierno” de los nuevos habitantes a cambio de su protección, en la inglesa decía “total soberanía” para la Corona Inglesa. Pero eso los maorís no lo sabían. Firmaron la colonización sin saberlo.
He viajado por Nueva Zelanda y en muchos de los lugares que he pisado he tenido la misma sensación: es una pequeña copia del Reino Unido. El país llegó a ser uno de los más ricos a comienzos del siglo XX pero esa prosperidad tuvo una cara oculta: la cultura maorí desaparecía. El pueblo maorí fue obligado a cambiar su estilo de vida tribal y comunitario por el individualismo de las grandes ciudades. En las escuelas se empezó a enseñar la historia del país a partir de la llegada del Capitán Cook, escuelas en las que se incluso se prohibió el idioma nativo. El resultado fue lo que se conoce como la “generación perdida” de los maorís, individuos que, a mediados del siglo XX no sabían hablar su idioma y conocían muy poco de su genealogía y del significado de ser maorí.
La actualidad: dos culturas en un mismo abrazo
No suelo pararme a observar a las parejas de enamorados, sin embargo esta vez hay algo que ha atraído mi atención. Unidos a través de los labios, una chica maorí y un chico de rasgos pakeha se saludan a la entrada de la facultad de ingeniería, en la Universidad de Auckland. Esta vez el panorama es muy distinto al de hace años, no hay gritos ni hakas burlescas, no hay sangre ni sonido de huesos quebrándose. Sólo un lento y silencioso abrazo.
Tras aquel suceso en mayo del 79, el país comenzó a experimentar un cambio. Inglés y maorí se convirtieron en lenguas oficiales y el arte y la cultura nativas comenzaron a vivir un renacimiento. A día de hoy, bastantes neozelandeses de raíces europeas entienden que sus antecesores fueron meros invitados en una tierra ya ocupada y que los maorís nunca habían necesitado una etiqueta antes de que ellos llegaran. Ambas culturas se sienten neozelandesas por igual, cantando juntos la haka en grandes estadios de rugby y en pequeños gimnasios de instituto. Hoy día los pakeha han aprendido a respetar las costumbres de sus compatriotas y los maorís han aprendido a darse permiso para ser maorís.
Dani, ¡qué interesante! No conocía para nada esta parte tan importante de la historia de Nueva Zelanda, supongo que solo había oído hablar de los «paisajes del Señor de los Anillos», el «hobbitland» o como se llame, las playas y los terremotos, así que gracias por compartir esto por aquí. También me alegro de leer que la cultura de los maorís se respeta más hoy en día. ¡Un saludo!
¡Hola Isabel! Muchas gracias por comentar. Sí, aquí en España conocemos muy poquito de la historia y cultura maorís. Como para mí ha supuesto una de las cosas más interesantes y apasionantes que he conocido durante mi viaje, es un artículo que tenía muchas ganas de publicar . Hay mucho, mucho que conocer de esta cultura… Seguiré comentando más particularidades, porque se puede sacar mucho de ello.
¡Un saludo!