Dicen que en ese casino de la esquina estuvo Al Capone. Alguien lo vio desde la ventana. Abrazaba a dos chicas con un puro en la boca. Se reía a carcajadas. Panzón. Dicen que sacó su billetera, la abrió y comenzó a tirar dólares por la ventana. En cuestión de segundos la gente se volvió loca por los dólares. Y ahí quedó, en una historia que dicen que pasó.
Hoy, 31 de mayo de 2018, en la misma esquina y dentro de una tienda Oxxo, cuelga de una pared una fotografía de El Tecolote – The Owl Café and Dance Hall, el primer casino de Mexicali (1913).
Dicen que llegó a ser el más grande del mundo, que lo visitaba Al Capone.
Harrison Gray Otis, editor de periódicos en Los Ángeles, posiblemente nunca imaginó lo que implicaría invertir en el campo del Valle de Mexicali (1902). Fue algo más que un gran negocio. A dos años se fundó la ciudad con 397 habitantes. Una tierra seca y caliente que la Colorado River Land Company la conviritó en el campo de algodón más grande del mundo.
Llegó el agua y por todos lados llegaron hombres y familias en busca de trabajo a este aislado y desértico poblado beneficiado por su cercanía con California.
“Llegaron chinos, llegaron europeos, llegaron japoneses, hindúes, pero los primeros y los que invirtieron fueron los estadounidenses”, como Gray Otis. “Banqueros, inversionistas y gente prominente que apostaron por el agua del Río Colorado como emporio del campo”, me cuenta Óscar Hernández, historiador y responsable del Archivo Histórico de Mexicali.
Él es un apasionado de la historia que relata con emoción. Me cuenta que no fueron mexicanos los forjadores de aquel campo, ni tampoco fueron los principales trabajadores de la región. Apenas había población en rancherías aisladas de indígenas cucapás y algunos extranjeros por aquellos tiempos.
Óscar no se queda sentado a escuchar mis preguntas, se levanta para mostrar las fotografías que cuelgan de las paredes de la que fue la primera escuela de Mexicali. Fotografías de la avenida Obregón en 1940´s, el Edificio de la Cervecería de Mexicali en 1923, la avenida Madero con el gran letrero del Hotel Imperial Cabaret.
“¿Ya viste que todo está en inglés?», me pregunta.
Empresarios estadounidenses, turistas estadounidenses y personal estadounidense. Incluso las prostitutas eran estadounidenses.
Pero los mayores arrendadores de las tierras en la ciudad y en el campo eran chinos, y ellos contrataron a otros chinos para trabajar. Fue así como generaron un rápido y numeroso crecimiento de población china. Impulsando la agricultura y el comercio y con ello la economía de Mexicali. En 1919, con 40 000 hectáreas sembradas, se estableció la Mexican Chinesse Ginning Co. S.A., conocida como despepitadora La Chinesca.
Pero además, en esa época tuvo lugar una de las migraciones más importantes en la historia de Estados Unidos con repercusión en Mexicali, y que sumó al crecimiento de esta comunidad. La llegada de chinos a la construcción de las vías de ferrocarril y la fiebre del Oro.
En 1880 se habla de más de 100.000 chinos en el país, la gran mayoría en la Costa Este de California. Pero Estados Unidos les prohibiría emigrar entre 1885 y 1943 con la Ley de Exclusión China, y muchos de ellos encontraron en Mexicali un refugio.
En Mexicali fue distinta su condición social pero tampoco fueron libres de discriminación, abusos, explotaciones y xenofobias.
En las fotografías que me muestra Óscar Hernández, las culturas no se mezclan. Chinos por un lado, estadounidenses por otro lado. Durante el día el trabajo del campo estaba en el Valle de Mexicali, unos bajo el sol y otros en oficina. Durante la noche, los casinos, el contrabando de alcohol y los fumaderos de opio, unos a la luz de los casinos y otros, incluso bajo tierra.
En otras ciudades es Chinatown, en Mexicali es La Chinesca, y La Chinesca está llena de sótanos y de leyendas.
Los sótanos de La Chinesca de Mexicali
“Yo nací en estas calles y siempre he estado enfocado al comercio, y ahora quiero con los recorridos (por La Chinesca) impulsar otros para el centro de Mexicali ”, me dice con acento norteño Ruben Ernesto Hernández Chen, mejor conocido como Junior Chen. Él me recibió en su tienda de camisetas en La Chinesca.
Rodeado de documentos, fotografías, libros, sillas, lámparas, accesorios, todo en chino, me cuenta que él también es chino, pero que decirlo así y aceptarlo no fue fácil. “Mi mamá siempre tuvo arraigo a la cultura china. Yo le decía a mi mamá que somos mexicanos, que solo tenemos el apellido (chino)«.
Es difícil imaginar la ciudad de Mexicali de 1920. En la actualidad caminar por el centro histórico donde se encuentra La Chinesca, no relaja, tensa. Distraen los letreros de los descuentos y las ofertas de los comercios, las tiendas que venden oro y plata, las puertas medio abiertas, las cantinas, las personas que viven en la calle, los coches enterregados. Siguen los casinos, la prostitución y las drogas. Y es evidente que Mexicali sigue siendo una ciudad de migrantes.
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“A partir de la Revolución China (1949), los chinos ricos de Mexicali se exiliaron y se concentraron en Hong Kong. Las bandas chinas se dividieron. Bajó el negocio del algodón, cerraron los casinos. Mexicali se expandió y se crearon distintos puntos de desarrollo y eso aisló al centro y abonó a su decadencia”, me cuenta el historiador Oscar Hernández.
Por ello Junior Chen siente la responsabilidad de reconstruir y exponer La Chinesca, incluso como si se tratara de una cuestión del destino. “A los 17 años tras una relación con una empresa china, y una fotografía que me dejó ver otras cosas, me di cuenta de mi destino y mi responsabilidad. Me di cuenta que teníamos que hacer algo para reactivar y reformar el centro. La Chinesca es la única ciudad china fundada desde los cimientos, y lo que empezó con cuatro sábados se ha convertido en un recorrido abierto al público”.
Mientras me contaba su historia, Junior Chen se puso de pie y se acercó a otra área de su oficina en donde tiene un gran mural, un gran salón y un teatro chino…levantó una tabla que resultó ser una puerta y con ella la invitación a un viaje al pasado. Él tiene las llaves de al menos seis de los ciento veinte sótanos que me cuenta existieron alguna vez.
Bajamos.
Sótanos como viviendas, como casinos, como fumadores de opio, prostíbulos, salas de culto, incluso como hospital; y las leyendas dicen también como rutas de contrabando.
La leyenda de Al Capone en Mexicali
Víctor Ceniceros es de piel morena y de cabello completamente blanco. Es profesor universitario desde hace 16 años, y desde hace un par de ellos, organiza recorridos con sus alumnos por el centro histórico de Mexicali. “La idea es de hacer consciencia en la identidad cachanilla. Si tu vas al salón de clases y preguntas quién es de Mexicali siempre son bien poquitos”.
Caminar por el centro y escuchar a Víctor es sacudir el polvo y ver las letras chinas que ví en la oficina de Junior Chen, es identificar el Art Decó. Es mirar a la mujer delgada y pequeña de cabello corto, negro y completamente liso, que vende pan chino a siete pesos. Es mirar arriba de la farmacia y de la clínica dental y encontrar el letrero del que fue el Hotel Imperial. Es buscar en el suelo de un estacionamiento privado una gran letra “G” de adoquines en dorado y negro que recuerdan al Bar Grambinus. Es buscar la calle donde Chaplin actuó gratis en 1921. Es imaginar a Al Capone y la escena de los dólares volando desde la ventana.
¿Lo habrá hecho para lanzar un mensaje a los chinos?
Los casinos de Mexicali fueron el sostén de la economía y en consecuencia de las primeras obras públicas de la ciudad. La Escuela Cuauhtémoc que hoy es Casa de la Cultura donde se encuentra el Archivo Histórico de Mexicali, el Palacio de Gobierno que hoy es la Rectoría de la Universidad Autónoma de Baja California, la cárcel municipal, el cuartel militar, la Central de Bomberos. El Tecolote abrió sus puertas y Las Vegas estaba naciendo.
“Ven, te voy a llevar a un Oxxo que está muy cerca de la línea (internacional), ahí se encuentran unas fotos del casino, nada más que no te van a dejar tomar fotos, pero vente, vamos”. Me dice Victor. Lo sigo. Entramos y saluda a la chica que se encuentra en la caja. Camino hacia atrás de la tienda como si supiera exactamente a dónde voy y entre el pasillo de latas, dejando atrás el de las papitas y los chocolates, y entre las cafeteras, cuelgan de las paredes una docena de fotografías del antiguo Mexicali, entre ellas la del Casino El Tecolote.
“¿Ya viste los barandales? Me pregunta Victor. Fíjate bien en los detalles, insiste emocionado. El casino existe, al menos una pequeña parte de él sigue funcionando como casino, ahora es un Caliente, ven, vamos”.
Es el local de a lado. Victor me repite que aquí tampoco podré sacar la cámara. Me revisan la bolsa para entrar, paso el detector de metales, entramos. Sigue siendo un casino pero ¡está el barandal! Se dicen muchas cosas de las leyendas del centro histórico de Mexicali pero hay una foto y ese barandal existe. ¿Las paredes son del mismo color? me pregunto.
Ahora entiendo la emoción que desprenden Oscar Hernández, Junior Chen y Víctor Ceniceros por la Historia de su ciudad. El pasado de Mexicali está en la línea internacional a la vuelta del Oxxo. No son necesarios trabajos de arqueología o de identificación científica, es sacar los archivos y las fotografías, es abrir los sótanos y llevar a los alumnos a las calles para poder contar la historia de la ciudad. Es que los mismo cachanillas deseen contar su propia historia de aquel Mexicali que nació entre sótanos y casinos art decó.
Con información de:
- Sociedad de Historia “Centenario de Mexicali”
- Archivo Histórico de Mexicali
- «Guía Histórica de Baja California», Martín Barrón Escamilla
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