Es la puerta del desierto. Al sur de Marruecos está Rissani. Todos los martes, jueves y domingos son días de mercado, de comprar especias, hierbas, carnes, vegetales y frutas. De estacionar al burro, amarrarlo de una pata y adentrarse al zoco. Es tiempo de recorrer los pasillos del mercado de Rissani, místicos con los rayos del sol entrando entre los tejados. Los colores sobresalen del marrón. Mujeres que pasan desapercibidas. Es el día a día de Rissani.
Huele a comino. Huele a cuero recién curtido. Parece que aquí usan mucho Adidas además de babuchas. Es bullicioso. Cuántas especies de cuánta variedad de color. Algunos vendedores te intentan jalar a su puesto, a que veas lo que ofrecen, otros esperan una muestra de interés antes de acercarse. Vas caminando y lo haces entre burros, bicicletas, pequeñas carretas, hombres tomados de la mano, mujeres discretas y escurridizas.
Este poblado hace siglos, fue la primera ciudad imperial de Marruecos. En su mejor época era un importante centro de caravanas que unían Sudán, las minas de Sal de Gao y las poblaciones del sur de Mauritania. De hecho, la actual dinastía nació en esta tierra.
¿Listos para recorrer los pasillos del mercado de Rissani? Hoy es martes, está abierto.