“Es muy turístico”, decían…
Fue la frase más escuchada antes de viajar a Tailandia. Esa junto a “está muy explotada”. Por lo que antes de aterrizar en el aeropuerto de Bangkok mi cabeza ya había imaginado lo que iba a encontrarme en el país: cientos de puestos de pareos, un montón de resorts tapando las vistas a la playa, luces de neón y un sinfín de turistas bailando a ritmo de “La Macarena”.
Bueno… En parte todo es verdad. A los tailandeses les encanta el neón, en especial en los autobuses de larga distancia. También, los pareos, y los pantalones de elefantes. De “La Macarena” he de decir que la he escuchado en alguna ocasión, aunque no tanto como “Despacito”, claro. ¿Acaso hay algún lugar en el mundo donde no hayan llegado Los del Río? La culpa no es de los tailandeses, sino de los turistas. A ellos les gusta porque “es que tiene baile”, me dijo entusiasmado un alemán. Y también porque Tailandia se presta a unas vacaciones en las que incluso te puedes poner en forma*
Tailandia es desde hace muchos años la cuna del mochilerismo. También de las lunas de miel. Después de haber visitado Filipinas, Malasia, Laos y Vietnam puedo entenderlo. Sus infraestructuras, precios, desarrollo y las facilidades para moverse hacen de Tailandia el país ideal para iniciarse en el Sudeste Asiático. También su belleza, que es lo que lo ha convertido en un destino turístico; pero, ¿no lo es acaso Nueva York, París, Londres y Barcelona, y no por ello han dejado de gustarnos? Su cultura, tradiciones y gente no dejarán de sorprenderte. Si miras bien, detrás de todas esas mochilas y greñas, también hay locales a los que acercarte. Ellos estarán encantados de responder –o al menos intentarlo- todas tus preguntas. Vale, hablan muy mal inglés y te desesperarán un poco, pero no te enfades, al final echarás de menos su entrañable “soly” (sorry).
Las sorpresas de viajar a Tailandia
La primera duda surgirá nada más llegar a Tailandia. ¿Quién es ese hombre? ¿Por qué está en todos los lados? Y no, no hablo de un apuesto extranjero, ni tailandés. Se trata de la imagen del omnipresente Bhumibol Adulyadej, el difunto y amado rey de Tailandia cuyo retrato te acompañará todo el viaje: está en las calles, restaurantes, bares, en la entrada de muchos alojamientos e incluso en los templos budistas del país. Estoy convencida de que dentro de poco su rostro sustituirá al de Buda.
Mi visita a Bangkok coincidió con las conmemoraciones de la muerte de Bhumibol Adulyadej, por lo que la ciudad estaba repleta de lazos negros, mujeres de luto y el Gran Palacio abría y cerraba dependiendo de los homenajes. Esto también ocurrió en algunos templos, aunque la experiencia más extraña de todas fue en el cine. Antes de comenzar la película, una imagen del difunto rey ocupó toda la pantalla mientras comenzó a sonar un himno, momento en el que todos los espectadores se levantaron con cara de tristeza para mostrar respeto. Al parecer, esto no era exclusivo por su muerte, sino que cuando aún vivía todos los cines estaban obligados a proyectar fotografías del rey ayudando a los desfavorecidos. Al final del viaje, uno acaba recordando mejor su rostro que el de nuestros familiares.
En Chiang Mai tuve la oportunidad de compartir habitación con una chica tailandesa que me incluyó en su grupo de amigos. Fue la ocasión perfecta para preguntar por la devoción que sienten por el rey. “Fue un gran hombre. Hizo muchas cosas por el país. Él convirtió Tailandia en lo que es hoy”, me dijo orgullosa. A pesar de todas mis dudas, ellos parecían estar más interesados en conocer mi cultura a que yo entendiese la suya. “¿Qué diferencias encuentras con tu país?”, me preguntó uno de ellos. No tuve que pensar mucho antes de enumerarlas.
“Descalzarse”, dije mirando mis pies negros. Cuántas veces nos habrá repetido nuestra madre aquello de: “No te quites las chanclas que puedes coger hongos”. Bien, pues es un mito. No existen. Sino no se explica que teniendo que descalzarte para entrar al hostal, tiendas, templos, en el médico, e incluso en los baños públicos, no haya pillado hongos. Especialmente en los aseos. En muchas estaciones de autobuses están tan encharcados que a su entrada hay un par de chanclas de uso común. Uno nunca sabe si están húmedas por el agua o por el sudor del anterior.
Acostumbrarse a vivir con los pies negros lleva algo de tiempo, aunque no tanto como no tirar el papel higiénico al váter, a pesar de que en todos los baños haya un cartel enorme, subrayado en rojo, donde pone muy claro que, por favor, el papel se tira en la papelera. “Pero, espera ¿y si haces caca? ¿También?”. Tranquilo, siempre hay un segundo cartel que te saca de dudas, “Incluso si haces caca”. Esto es así porque ellos usan la manguera que se encuentra justo al lado y el papel lo usan para secarse. Si todos lo hiciésemos así, los servicios no desprenderían ese hedor tan característico. No obstante, la costumbre, tan innata en nosotros, hará que vayamos por el Sudeste Asiático atascando todos los baños. Incluso aunque mantengamos la mirada fija en el cartel muy concentrados: “Mierda, otra vez” (da igual cuando leas esto).
Pero si el baño es complicado, la calle es un campo de batalla. Sobre todo, cuando llega el momento de cruzar. ¿Dónde están los semáforos? Te preguntas mientras ves pasar a toda velocidad la manada de coches, motos, autobuses, bicis, carros… “Ah, allí hay uno”, piensas aliviado. “Espera, ¿por qué no paran? ¡Maldita sea! Si lo tienen en rojo. ¿Es que nadie me ve?” No. El consejo es que te lances, con paso constante y sin mirar… Ellos ya te esquivarán. Suena horrible, pero la práctica es aún peor. Se han conocido casos de gente que pasó horas, días, en un lado de la acera, esperando. Vale, esa gente era yo. Hasta que encontré a un local que también quiso cruzar y me agarré de su mano. Fue raro, pero pude cambiar de manzana. Además, los tailandeses son muy amables, cuando no están conduciendo, claro. Algunos motoristas están dispuestos a llevarte, incluso aunque ya haya dos pasajeros subidos a ella. Para los locales la capacidad de un sillín es infinita, siempre cabe uno más.
Hay otras diferencias a las que no es nada complicado acostumbrarse. Por ejemplo, a los autobuses fucsia con ilustraciones de caballos, luces de neón, mantitas, aire acondicionado, Wifi, bollitos de chocolate y en el que te dan también una botella de agua. El acceso a Internet en el Sudeste Asiático es fascinante. Acostumbrados a Europa, donde es inexistente, aquí estás todo el día online. Espera, ¡no! Esa era mi excusa por la demora de un mes en entregar este texto. ¡Mierda! Rápido, cambiemos de tema. Los zumos. ¡Qué buenos están los zumos recién exprimidos! Y los alojamientos, ¿has visto qué hostels? Qué camas. Muchas de ellas incluso con cortinas para aislarte de los otros 17 que están en tu habitación. Todas tienen luz de noche y enchufes, para que puedas seguir conectado. No vaya a ser que no puedas hacer un “Stories” en alguna red social y tus seguidores (o más bien amigos y familiares) se pierdan tu intrépida siesta. Es muy posible que nunca llegues a usar la mosquitera ni ese saco de seda tan caro que resultaba “imprescindible”. Y es que este país está muy avanzado. ¿Será por el turismo?
Quizá el titular tenga algo de razón. Tailandia no me gustó, Tailandia me encantó. Tanto que, como le ha pasado a otros viajeros, espero volver a él al final de este viaje. Y es que, a pesar de ser turístico, su cultura, historia, naturaleza y autenticidad es indiscutible. Las sonrisas, aquí, se contagian.
*Publicidad
Gran artículo, Laura!
Me he echado unas risas con lo del lavabo! (Por cierto…lo de implantar aquí lo de la manguerita no lo vería descabellado 😂)
Es innegable que Tailandia esta masificado pero hoy en día que lugar ‘turístico’ no lo está? Y aun y así continua atrayendo cada año a más y más gente además de por ser un destino económico, porque es un país con rincones espectaculares.
Sigue disfrutando de la ruta como hasta ahora!
Un besazo!
¡Qué risa con lo de los baños ! Totalmente de acuerdo en lo de la mosquietera y el saco de lino, los hostels están bien!
Jajajaja Muchas gracias! Igna y Sara. El tema del wc cuesta controlarlo. Creo que después de casi 4 meses lo estoy consiguiendo XD Y, tienes razón Igna, yo también pondría una manguerita en casa. Es lo más XD
Los hostels han mejorado muchísimo
Un besin!