¿Alguna vez has soñado con pasearte por las calles de París, esa ciudad que parece sacada de un cuento de hadas con su torre Eiffel, sus cafecitos y esos puentes que cuentan historias?
No necesitas agarrar un avión ni romper la alcancía, porque te voy a llevar a un viaje por París a través de la magia de las palabras. Te invitamos a un viaje literario: París en tres poemas icónicos, tres paradas que capturan la esencia, el romance, y sí, también el lado agridulce de esta ciudad legendaria.
Desde las plazas llenas de arte hasta los rincones más nostálgicos, prepárate para ver París como nunca antes, a través de los ojos y el corazón de poetas que, como nosotros, se quedaron fascinados con su belleza.
París en tres poemas icónicos
«Piedra blanca sobre piedra negra«
Me moriré en París con aguacero,
un día del cual tengo ya el recuerdo.
Me moriré en París -y no me corro-
tal vez un jueves, como es hoy, de otoño.
Jueves será, porque hoy, jueves, que proso
estos versos, los húmeros me he puesto
a la mala y, jamás como hoy, me he vuelto,
con todo mi camino, a verme solo.
César Vallejo ha muerto, le pegaban
todos sin que él les haga nada;
le daban duro con un palo y duro
también con una soga; son testigos
los días jueves y los huesos húmeros,
la soledad, la lluvia, los caminos…
Un poema del peruano César Vallejo, que murió en París en 1938 a los 46 años. Un París que sigue siendo la ciudad de la inspiración, el romanticismo, la cultura y las artes; la ciudad de los pequeños rincones: cafés, florerías, puentes, gárgolas, vino y siempre, siempre la Torre Eiffel. Sellos de una ciudad en constante movimiento y en constante inspiración.
Cesar Vallejo no ha sido el único enamorado de la capital francesa, aquí han dejado su huella desde grandes clásicos de las letras francesas, como Victor Hugo o Balzac, hasta el escritor Ernest Hemingway o los poetas de la generación beat, como Allen Ginsberg o William S. Burroughs.
París como un refugio
«París»
«París, ciudad de la única torre, del gran río y del cielo inacabable, de la luz que hace nítido el diamante y del bronce en la tarde ceniciento.
Ciudad del lujo y la miseria inmensa de los viejos palacios y del hambre que asoma sus papeles amarillos por los parques dormidos de verdura.
Ciudad de las mil puertas sin respuesta, del golpe claro en la mejilla oscura y del puñal oculto en la sonrisa.»
Federico García Lorca, uno de los poetas y dramaturgos más destacados de la literatura española del siglo XX, encontró en París no solo un refugio de inspiración sino también un crisol de influencias artísticas que enriquecieron su obra.
Durante su estancia en la ciudad en 1928-29, se sumergió en el ambiente vanguardista parisino, donde se cruzó con figuras clave como Salvador Dalí, Luis Buñuel y Pablo Picasso. París, con su aura de libertad creativa y su efervescencia cultural, dejó una huella indeleble en la sensibilidad de Lorca, impulsándolo a experimentar con nuevas formas y temas.
París es literario
«El puente Mirabeau mira pasar el Sena»
Mira pasar nuestros amores.
Y recuerda al alma serena
Que la alegría siempre viene tras de la pena
Viene la noche suena la hora
Y los días se alejan
Y aquí me dejan
Frente a frente mirémonos-las manos enlazadas-
Mientras que pasan bajo el puente
De nuestros brazos -fatigadas-
Las hondas silenciosas de nuestras dos miradas
Viene la noche suena la hora
Y los días se alejan
Y aquí me dejan
El amor se nos fuga como esta agua corriente
El amor se nos va
Se va la vida lentamente
Cómo es de poderosa la esperanza naciente
Viene la noche suena la hora
Y los días se alejan
Y aquí me dejan
Huyen el lento día y la noche serena
Mas nunca vuelven
Los tiempos que pasaron ni el amor ni la pena
El puente Mirabeau mira pasar el Sena
Viene la noche suena la hora
y los días se alejan
y aquí me dejan
Guillaume Apollinaire, figura clave del modernismo literario, vivió en París durante un período vibrante de cambio cultural y artístico a finales del siglo XIX y principios del XX. Nacido en Italia y criado en un entorno multicultural, Apollinaire se trasladó a París en su juventud, donde rápidamente se sumergió en los círculos literarios y artísticos de la ciudad. París, con su efervescencia de ideas nuevas y su atmósfera de libertad creativa, fue el caldo de cultivo perfecto para el espíritu innovador de Apollinaire. El poeta se convirtió en un defensor de las vanguardias, forjando amistades con artistas como Picasso y Matisse, y explorando en su obra las posibilidades del lenguaje y la expresión poética.
La ciudad de París no solo fue el hogar de Apollinaire, sino también una fuente constante de inspiración. La metrópoli se refleja en muchos de sus poemas, no solo como escenario, sino como un personaje viviente que influye en los temas de amor, pérdida, modernidad y deseo de renovación. «El Puente Mirabeau» encapsula esta relación íntima entre Apollinaire y París, utilizando el paisaje urbano para evocar emociones universales. En este sentido, Apollinaire y París comparten una simbiosis creativa: mientras él inmortaliza la ciudad en su poesía, París le ofrece el telón de fondo dinámico y siempre cambiante que alimenta su genio poético.
En este viaje literario que te proponemos, donde exponemos París en tres poemas icónicos, cada poema nos lleva por esas calles llenas de historia, arte y un no sé qué que solo París tiene y que ha sido un imán para artistas de todos los rincones del mundo. No es solo la ciudad de la luz; es la ciudad que ilumina la creatividad, que da espacio para el amor, la reflexión y hasta para la melancolía. Y lo mejor de todo, es que esta ciudad sigue ahí, esperando a que más almas soñadoras pisen sus calles y se dejen llevar por su magia.
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