“Me fui a China de voluntario a trabajar en una escuela y el resto de la planeación se dio chateando con Ricardo. Él tenía dos meses para el viaje pero yo, tuve problemas con la visa y sólo me dieron 14 días más. Entonces un día Ricardo me dijo: ¡Vámonos al sureste asiático! La planeación duró 5 minutos” cuenta Antonio. El resultado de esa conversación fue una ruta de 5 mil kilómetros de Bali a Bangkok en tres meses, pasando por Malasia y Singapur. Sí, en bicicleta.
Durmieron en casas de campaña, al aire libre, en la playa, en los templos y en dos estaciones de policía. Una noche la pasaron en el cráter del volcán Bromo y varias veces durmieron en casas ajenas, les caían invitaciones por parte de la gente que iban conociendo en el camino. En Malasia los persiguieron los perros y en Singapur la gente no los saludaba. Pasaron de la precariedad al pie de calle, a encontrarse con el tercer país con mayor renta per cápita del mundo. “Fue impactante todo. Desde la diferencia cultural, no poderte comunicar con nadie, estar entre esos templos, el cansancio físico, el calor; teníamos unos sueños muy intensos, muy raros por tanto cansancio”. Dice Ricardo.
Amigos de la infancia, ambos mexicanos, emprendieron un viaje que hoy lo cuentan con hambre de más. Antonio Zapfe es un diseñador industrial de 31 años con un claro objetivo: viajar. Lo que empezó con pequeñas rutas en bicicleta, poco a poco se convirtieron en un mapa con distancias cada vez más largas. Después de un intercambio en Eslovaquia durante sus estudios universitarios y tras varios viajes por la Unión Europea, se fue en bicicleta por los Alpes de Suiza, Italia y Austria. “Con esos paisajes me enamoré de esa manera de viajar y al verano siguiente hice un viaje del sur de Francia a España”. A esto se sumo uno a Nueva Zelanda de dos meses en solitario, hasta que terminó en China, en aquella conversación para reunirse con su amigo en Bali.
Ricardo Velutini tiene 34 años, es médico ortopedista y la bicicleta forma parte de su vida, de sus escapadas. “Viajar en bicicleta te permite apreciar metro a metro, porque no te puedes dormir en el camino. Sientes la temperatura, el aire, el ruido, eres mucho más consciente de todo….te sientes más vivo. Vas a una velocidad perfecta”.
“El viajar en bicicleta no saldrá de nuestras mentes hasta que no podamos mover las rodillas”.
¿Cómo les fue con su seguridad? ¿Hubo miedo en este viaje, Ricardo?
“Un día tenía mucho calor y me quite la playera y un tipo empezó a gritarme, a regañarme de que no podía andar así, que era Malasia que qué me pasaba. A veces me daba inseguridad que nos invitaran a dormir en donde sea y viniendo de México, no es fácil confiar. En general, cero problemas, lo más raro fue en un ferri camino a una isla frente a Singapur que, cuando el ferri paró, todo mundo se amontonó en la salida y cuando abrieron la puerta al mismo tiempo entró gente que se aventaba para “ayudarte”, era un traqueteo que no te dejaba moverte. Había unos tipos que andaban cortando bolsas entre la gente, incluso las del pantalón y las maletas.
Las carreteras en Indonesia son angostas y hay mucho tráfico, pitan mucho. Tú vienes con la idea que te pitan para que te quites, pero allí te pitan para saludar. Al principio me desesperaba, estaba volteé y volteé pero después, me la pasaba saludando y me decían hello mister para todo, hello mister.
¿Cómo describirías tus viajes en bicicleta, Antonio?
La verdad viajar en bicicleta te da mucho tiempo de introspección, reflexión. Estás viendo lugares nuevos, paisajes, la gente, la cultura de cerca. Además el factor mental es muy fuerte, eres tú, tu propio medio de propulsión, hay que tener determinación. Al menos una vez al día o a la semana me pregunté por qué estaba haciendo esto, sobre todo en subidas, a 40 grados centígrados, con el dolor de manos, de nachas. Pero es una satisfacción saber que lo hiciste tú, recorrer tú mismo distancias.
¿En algún momento la pasaron mal, Ricardo?
Lo mental a mi me pegó. Yo traía temas en mi cabeza y necesitaba ocuparla y le daba muchas vueltas. En el pedalear se te meten muchas ideas que te complican y que es difícil sacar pero que, al mismo tiempo, lo sacas. Teníamos sueños bien intensos, yo creo que el cansancio, muy locos. Pero lo mejor fueron los paisajes de Indonesia, eran increíbles.
¿Qué percibieron cómo mexicanos?
Dices México y te apuntan con la mano (en forma de pistola) te dicen drogs, narco, pum, pum, balazos.
¿Qué tal el regreso a casa después de casi un año de viaje, Antonio?
Sufrí mucho al volver, me pegó. La realidad del país me tiene quejoso y amargado, por lo mismo estoy tratando de ponerme a hacer algo bueno pero en otro contexto. Ahora estoy en Nayarit en una parte del país que no conocía y que me gusta mucho. Esto también me motiva para irme cada vez más lejos. Regresar fue una decisión dolorosa, un poco forzada porque debía hacerlo, debía tomar aire y empezar a buscar chamba y acá ando.
¿Para ti, Ricardo?
Yo si estaba preparado para volver, más de 7 meses, 8 mil kilómetros. Entre lo emocional y lo mental, es cierto que te habitúas al modo de vida más nómada, viajas sin miedo; tu preocupación es dónde comer y dónde dormir. Pero a mí si me vino bien regresar. Ahora lo que quisiera, lo que me encantaría es mezclar lo que hago, -yo trabajo en un hospital- y me gustaría hacer un proyecto que me pueda llevar a viajar en bicicleta y hacer lo que me gusta. No es sólo viajar porque me ahorré unos centavos, sino con una causa y un motivo.
Ricardo y Antonio no empezaron ni terminaron el viaje juntos. Antonio regresó a China para volver a México. Ricardo siguió hasta Camboya de norte a sur en su bicicleta. Como si no fuera suficiente, voló a Suiza, pasó por Madrid y París; lo hizo cruzando los Alpes, recorriendo el sur de Francia hasta llegar a la costa de Barcelona, bajó a Tarragona y se fue a Madrid. Ahora en la Ciudad de México está esperando a que regrese Antonio de Nayarit para salir a pedalear hasta Oaxaca, porque sigue Sudamérica.
Fotografías: Antonio Zapfe y Ricardo Velitini