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jueves, abril 25, 2024
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El Floridita de La Habana, otro daiquiri please

Comenzar a hablar del famoso e histórico El Floridita de La Habana podría parecer un chiste. 

Era un americano, un catalán y un cubano. El americano era un Premio Nobel de Literatura llamado Hemingway, que por su cabello cano, sus barbas igualmente blancas y su enorme corpulencia era conocido en la capital cubana como Papa. 

Como buen alcohólico se acomodaba en el exterior de la barra, mientras que al otro lado estaba el barman, al que el escritor llamaba Constante, si bien en su Lloret de Mar natal fue bautizado como Constantí Ribalaigua Vert

Y el tercer protagonista de la historia es un cubano, el ron Havana Club Silver Dry, licor exclusivo para coctelería y que en las manos del catalán se transforma en algo mágico.

Era un tipo capaz de, sin mirar ni medidores, mezclar los ingredientes ideales para hacer el brebaje más adecuado para el paladar de cualquier bebedor. Y que alcanzó la cúspide del oficio con su magistral daiquiri, un frappé a base de hielo, ron blanco, azúcar y jugo de limón. 

Cócteles de leyenda en El Floridita de La Habana

La Floridita de La Habana
Foto: La Floridita de La Habana

Desde que Constante empezó a trabajar como mesero en El Floridita de La Habana hasta que se convirtió en el propietario, inventó varios cócteles que han pasado ya al acervo cultural, gastronómico  y festivo cubano. 

Se estima que dejó hasta 200 fórmulas alcohólicas propias.

Pero de todas ellas hay una especial y por supuesto vinculada con ese borracho portentoso que fue Hemingway. Una creación para recordar obviamente, aunque si hay alcohol y literatura, es fácil que las nebulosas de la memoria mitifiquen ese hecho y las versiones de los hechos varíen. 

No obstante, nos quedamos con uno de los relatos más aceptados. 

Un buen día Constantí le serviría el enésimo daiquiri a Hemingway, y con la exquisita educación que caracterizaba su servicio le preguntó al escritor si el cóctel estaba de su gusto.

Y la respuesta fue sorprendente, teniendo en cuenta su historial.

  • Para mi gusto está muy dulce. Soy diabético.

El barman no dudó ni un instante. Tomó de nuevo el exprimidor y la hielera. Se olvidó del azúcar y aumentó la cantidad de ron. Lo mezcló con fuerza, lo sirvió en una copa cónica y vertió unas sabias gotas de marrasquino.

  • Pruebe esto, por favor. – Ofreciéndole la nueva copa al novelista.

Ni un segundo tardó el norteamericano en llevarse el líquido a la boca, tras lo cual sentenció:

  • Bebo desde los 15 años y hay pocas bebidas que me hayan producido tanto placer.

Sería una tarde-noche imprecisa de los años 30 del pasado siglo. Imposible recordar el momento exacto tras unos cuantos tragos, pero el hecho es que fue entonces cuando nació el cóctel Papa Doble.

Y no solo eso, también había nacido un mito en el corazón de la Habana Vieja y un destino para turistas y bebedores de medio mundo: el Floridita de La Habana.

Más de 200 años de historia en El Floridita de La Habana

La Floridita de La Habana
Fotos: La Floridita de La Habana

La verdad es que para entonces el lugar llevaba décadas sirviendo copas. Fue en 1817 cuando en la esquina de las calles Obispo y Monserrate se abrió un bar, que en origen se llamó La Piña de Plata.

Más tarde cambiaría su rótulo por el de La Florida adaptándose al peso cada vez mayor de Estados Unidos en la isla. Era tanta su influencia que en la misma calle había otro antro con denominación idéntica, así que por fin adquirió el nombre actual de Floridita.

Además aumentó su oferta, transformándose desde 1910 también en restaurante. Así lo conoció el joven Constantí, llegado a la isla siendo un veinteañero y que entró a trabajar como camarero en el establecimiento en 1914.

Cuatro años más tarde era el propietario

Allí pasó el resto de su vida hasta que falleció en 1952, tras haber servido copas a escritores, actores, artistas, prostitutas, jugadores, espías, viajeros acaudalados y buscavidas de toda edad y condición.

Cuando él dejó el interior de la barra, Hemingway siguió bebiendo al otro lado del mostrador, buscando saciar su sed, y de paso hallar la inspiración.

Entre copa y copa asistió a la renovación de la decoración del local, que desde los años 50 respira el elegante estilo Regency. Y también en sus últimos años, vería cómo El Floridita y todo en la isla, pasó a manos de la Revolución.

Sería en esos tiempos cuando Constante y El Floridita le inspiraron tanto como para protagonizar párrafos de su novela póstuma Las islas en el Golfo.

Allí describe a la perfección la maestría del mítico camarero:

“… aquellos grandiosos daiquiris que preparaba Constante que no sabían a alcohol y daban la misma sensación al beberlos que la que produce el esquiar ladera abajo por un glaciar cubierto de nieve en polvo y luego, cuando ya se han tomado seis u ocho, la sensación de esquiar ladera abajo por un glaciar cuando se corre ya sin cuerda…”

De la barra del bar a la pantalla de cine

La Floridita de La Habana
Fotos: La Floridita de La Habana

El mito ha convertido al Floridita en referente del turismo en La Habana. Engrosa el Patrimonio de la Humanidad según la UNESCO y para ciertas publicaciones especializadas es uno de los mejores bares del mundo.

Su decoración british fue restaurada hace unos pocos años y también se colocó una estatua a tamaño natural del escritor norteamericano, como si siguiera bebiendo en su barra preferida.

Su personal viste como antaño y su nombre aparece en novelas, guías turísticas, webs o pelis.

Por cierto, este mismo agosto de 2020 se ha estrenado una película documental centrada en el pasado de este bar histórico. Una producción que es fruto de una larga investigación del periodista y director de documentales Ramón Vilaró, y que promete mostrarnos lo mejor de los cócteles elaborados de un catalán, las borracheras de un americano y la esencia del más famoso bar cubano.

¡Y no es un chiste!

Armando Cerra
Periodista, creador de contenidos independiente.
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