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martes, diciembre 3, 2024
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Siluetazo por Ayotzinapa en Barcelona

Poco a poco empezamos a adueñarnos del espacio público de una de las plazas más importantes de la ciudad, en el barrio del Raval de Barcelona. Poco a poco la solidaridad se adueñó de la atmósfera que se transformó en reclamo, en coraje, en tristeza y, al mismo tiempo, en esperanza y solidaridad.  Es el Siluetazo por Ayotzinapa en Barcelona.

Sacamos la manta, el papel para proteger el suelo, contamos las brochas, ubicamos los espacios, los puntos de trabajo, el escenario para la fotografía y las lecturas. Después de un rato, ya éramos mucho más que 43.

La cita fue a las tres de la tarde en la plaza del MACBA Museu d’Art Contemporani de Barcelona. Se convocó a 43 personas para realizar el siluetazo por Ayotzinapa, si faltas tú, falta un estudiante. Un acto como parte de una acción global por la preocupación y el horror por la desaparición de 43 estudiantes de esta población de Guerrero, México, desde la noche del 26 y la madrugada del 27 de septiembre de 2014.

El sábado primero de noviembre llegamos al punto de reunión con paquetes de cartón, botes de pintura negra, botellas de agua, brochas, cintas adhesivas, tijeras, un megáfono y una carpeta con 43 hojas de papel; cada hoja tenía impreso el nombre, la fotografía y una breve descripción de los 43 estudiantes. Sus apodos, su edad, su personalidad, su ciudad de origen.

Tomé un plumón grueso y un cartón cuadrado en el que anoté: Siluetazo por Ayotzinapa desde Barcelona.

Escucho por el megáfono “Vamos a empezar con el siluetazo”. Ya estaban listos los botes de pintura. Sol sacó unas etiquetas con los nombres de los 43 estudiantes para los 43 convocados. Me acerqué a ella, como todos los que fueron llegando, y me identifiqué: César Manuel González Hernández. Ella me pegó una etiqueta cerca del hombro izquierdo con  ese nombre y me entregó su ficha.

César Manuel es de Huamantla, Tlaxcala, y entre los normalistas es “Panotla, así le decimos, pero también le decimos Marinela, porque en una ocasión fuimos a Jalisco, a un movimiento, y se ‘levantaron’ algunos carros con producto, y el chofer de uno de estos vehículos no quiso manejar, se salió y se fue, pero Panotla se llevó la camioneta, que era de la empresa Marinela… él debe de tener 19 años, aproximadamente… él es desmadroso, conviví con él, inmediatamente nos hicimos buenos amigos”‘.

Tras investigar más sobre Cesar Manuel, supe que Don Mario, su papá, estaba desesperado, movilizándose: Don Mario no estaba muy convencido del camino que su hijo quería recorrer, sin embargo, nunca le negó el apoyo; César hizo el examen de admisión y fue aceptado. Pasaron sólo unos meses de que se mudó a Guerrero para ser parte de una nueva generación de primer año en la Normal Rural. “Yo voy a ser maestro de Sierra y me voy a comprar una casa allá”, le decía César a su padre antes de inscribirse en la Escuela Normal de Ayotzinapa.

Después tomé un cartón, lo acosté en el suelo y me recosté sobre él. Mau tomó la brocha, el bote de pintura y comenzó a dibujar mi silueta. Tomé la hoja de César y la puse sobre mi estómago, atorando una esquina del papel con mi pantalón para protegerla del viento. La luz me obligó a cerrar los ojos y poco a poco dejé de escuchar los sonidos, para escuchar mis preguntas. ¿Qué pasó en Iguala? ¿Qué les habrán hecho? Su familia. ¿Cuántos Ayotzinapa han pasado y no nos hemos enterado? ¿Qué podemos hacer? ¿Cómo cambiar un panorama como este?

Tomé la silueta de César y fui con Rosario. Ella me tomó una fotografía, junto a la silueta de mi cuerpo. Esa silueta representaba la ausencia. La de César y la de cada uno de los otros 42 estudiantes desaparecidos. Después me acerqué al megáfono y leí en voz alta:

César Manuel es de Huamantla, Tlaxcala, y entre los normalistas es “Panotla, así le decimos, pero también le decimos Marinela, porque en una ocasión fuimos a Jalisco, a un movimiento, y se ‘levantaron’ algunos carros con producto, y el chofer de uno de estos vehículos no quiso manejar, se salió y se fue, pero Panotla se llevó la camioneta, que era de la empresa Marinela… él debe de tener 19 años, aproximadamente… él es desmadroso, conviví con él, inmediatamente nos hicimos buenos amigos”‘.

Una lectura colectiva acompañada de una silueta y de una fotografía, acompañada de dolor y de rabia, de impotencia y de solidaridad, que se fue repitiendo, frase por frase, por cada uno de los 43 estudiantes que, al día de hoy, nos siguen terrible y dolorosamente haciendo falta.

Ana leyó sobre Marco Antonio Gómez Molina, todos repetían. También leyó Duen sobre Magdaleno Rubén Lauro Villegas,  Raxá lo hizo por Miguel Ángel Hernández Martínez,  Alex por Jorge Álvarez Nava, hasta escuchar la poca historia que teníamos de cada uno de los estudiantes normalistas.

Después de realizar las 43 siluetas, de leer los 43 perfiles y escribir los 43 nombres de los normalistas desaparecidos, hicimos un pase de lista. Nombre por nombre para después salir del barrio en procesión, contando del uno al cuarenta y tres.

“Justicia”, “43 madres llorando por sus hijos”, “fue el estado”, “vivos se los llevaron, vivos los queremos”, eran las frases  y consignas que salían desde el estómago mientras caminábamos del Raval al Barrio del Born. Turistas asombrados, otros preguntando de qué se trataba, locales con rostro molestia por interrumpir su espacio y algunos que aplaudieron. Llegamos  al Mercado del Born en silencio, uno a uno dejó su silueta sobre la pared, acompañando el altar de muertos dedicado a los estudiantes asesinados por sus gobiernos, por parte de L´Adhesiva Barcelona y Encuentro Por Mex Barcelona.

Ahí, Erick Monterrosas leyó el poema: Semilla

La luz se había ido, pero las siluetas permanecían. Pasaron de ser siluetas representativas y simbólicas a piezas con un nombre, un rostro y una historia. “El siluetazo es prestar tu cuerpo y tu conciencia, recostarte sobre un cartón para que alguien más pinte tu silueta y así dejar la marca de los que no están y de quienes queremos tener noticia. ¿Dónde están? No los vamos a olvidar tan fácil. El siluetazo es una batalla contra el olvido”, escribió Ana Felker.

  • ¿Qué paso en Iguala? ¿Por qué estigmatizan a los alumnos de Ayotzinapa? ¿A quiénes se enfrentan los normalistas en Guerrero? ¿Es posible hallar con vida a los desaparecidos? Las autoridades, ¿no podían o no querían encontrar a los criminales? ¿Y a sus cómplices y asociados? Un texto de Témoris Grecko: Y los estudiantes que mataron en Iguala
  • Crónica de Ana Felker: Desde Barcelona #AcciónGlobalAyotzinapa
Arlene Bayliss
¡Ahorita Vengo! Eso dijo en su casa y no ha vuelto. De Tijuana en Barcelona. Comunicación y periodismo de viajes.
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