Un niño juntó sus manos frente a su pecho para saludarme, no sería una anécdota curiosa si no fuera porque lo que le había preguntado momentos antes era la ubicación del hotel llamado Namaskar. Lo que ignoraba en ese momento es que la palabra namaskar, al igual que namasté, es la expresión que se utiliza para saludar, con una profundidad más allá de un mero hola, una reverencia a la verdad interior de cada persona.
Este malentendido, había creado una bienvenida inesperada, sorpresiva, como casi todo en un país como la India. Sin lugar a dudas la sorpresa es estimulante y muy seguramente es lo que motiva el viaje. Visitar la India es confrontarse con una religiosidad que se vive cotidianamente, distintos credos conforman la sociedad india generando una convivencia rica en espiritualidad que se palpa en todo momento como también los contrastes. Palacios y edificaciones majestuosas conviven con lo que a ojos externos pudiera parecer un modo de ser relajada, ingrediente primordial para el asombro.
En la India uno nunca sabe qué esperar a la vuelta de las esquinas de sus ciudades, un mono, un elefante, una procesión, aromas de todos tipos, miradas diversas. Estas fotos corresponden a un viaje breve pero enriquecedor, un triángulo en el mapa, Ajmer, Pushkar, Jaipur, Agra, Varanasi y Nueva Delhi, en donde cada ciudad fue la bienvenida a universos diversos, porque visitar la India es un abrir las expectativas de lo desconocido, es un banquete a cada sentidos, olores, sabores, sensaciones que se conjugan para dar la oportunidad de aprender, porque el viaje es un estar con el mundo, es estar en un hotel llamado Namaskar.