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martes, noviembre 19, 2024
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Los nervios de volver

Las cosas se vuelven más nítidas en cuanto damos un paso atrás y nos alejamos de ella. 

Filosofía del Pasajero, Michael Marder 

Estoy nerviosa porque siento los nervios de volver. Tengo curiosidad y también un poco de miedo. La pandemia me robó al menos un viaje para poder pasar las fiestas de fin de año en mi tierra, pero por fin este 2022 lo cierro cruzando el charco y emprendiendo una nueva aventura para volver y sentir. Estoy nerviosa porque creo que necesito tocar la raíz después de casi cuatro años de no pisar mi casa, la de allá; y presiento que voy a sentir con ganas, porque durante los últimos 13 años vuelvo pero no regreso, y cada viaje es una nueva experiencia emocional.

Tardé en darme cuenta, primero fue inconsciencia, después muchas dudas existenciales, pero el arraigo es un cuchillo de doble filo. Eres pero al mismo tiempo no terminas de ser. Y llegué a un punto en el que sentí que me picaba y pesaba esta mochila de ser quien soy por venir de donde vengo, pero no veía posible andar por la vida sin ella. Una cosa es viajar ligero y otra muy distinta es viajar sin nada.

No soy del mundo, soy de Tijuana

Tijuana, B.C., México. Foto: Arlene Bayliss

Pasé de sentirme perdida a sentirme parte del mundo. Me empoderó darme cuenta que soy capaz de adaptarme a distintos entornos, abrazando mi ignorancia y partiendo de ella para fluir. Dejé de lado la jerga cuando entendí que simplemente me complicaba la comunicación. Sigo hablando como tijuanense pero durante mi vida en Barcelona, no existe lo que está curada y hay expresiones que simplemente no tienen eco.

Como la bandera mexicana que empaqué en 2012 y que aún sigue guardada, nunca sentí el impulso de ponerla en mi balcón, pero recuerdo la inquietud de tener que llevarla. He tenido momentos en los que incluso ser mexicana me estorbaba, porque a veces no miraban quién era yo, sino de dónde venía, en qué trabajaba, el color de mi piel, mis facciones y un largo y triste etcétera lleno de prejuicios.

Pero el tiempo es como el oleaje del mar, nunca se detiene, y eso ayuda a que las emociones se asienten. Y aunque esa bandera seguirá en un cajón, el juego del desarraigo me llevó a sentir que soy de un lugar, que más allá de las formas que tome, tengo un origen de fábrica. Y llegar a esa conclusión me hace sentir bien.

Tengo a donde volver: una familia y amigos que me reciben con los brazos abiertos, que me extrañan. Un lugar donde hay personas con las que comparto un nivel de afinidad único. Allí soy yo, libre de tantas etiquetas: mexicana, extranjera, latina, panchita, incluso ‘guacamole’ me han llamado… Tengo un lugar al que siempre podré volver.

Y allá voy, nerviosa. Más consciente de mis emociones después de tantos años, más tranquila pero sin dejar de sentir.

«todo cambia, todo se transforma, todo muere cada instante y es lo mismo siempre. Es el instante, ese pájaro que está aquí y en China.»

Octavio Paz

Enfrentar los cambios

Con la maleta lista, enfrento también los nervios de los cambios, con la sensación de que ha pasado mucho sin mí. Mi ciudad, devorada por una constante transformación: nuevas edificaciones, barrios, vialidades, centros comerciales. Incluso me percato de música, noticias y memes que no me llegan, de los que no me entero. Y al anunciar mi visita, la frase repetida fue que todo ha cambiado enormemente.

Me remueve perderme esos cambios, no estar presente tanto en las transformaciones y la cotidianidad de la ciudad, como en la vida de las personas que me importan. La distancia a veces me hace sentir ajena, pero me rehúso a dejar que gane. Además, ¿qué ciudad no cambia? Es inevitable que Tijuana se transforme día a día; es parte de su personalidad. Si he cambiado yo, ¿cómo no cambiará la frontera más transitada del mundo, que ahora es el municipio más poblado de México?»

Mi sentido de pertenencia también ha cambiado, ya no sé si es arraigo o desarraigo. Los cambios están presentes aquí y allá, y hoy, con más madurez, los acepto y vivo. Pero eso no quita que ir a Tijuana agite mi mundo, desatando preguntas y emociones nuevas. Es un tirón de emociones que llega hasta lo más profundo de mí.

Los nervios de volver se llaman consecuencias

Los nervios de volver | Viaje con Escalas
Barcelona, España. Foto: Arlene Bayliss

Sigo viviendo en España por elección, porque me dejé llevar y lo que comenzó como un plan de estudios se transformó en algo más. Me enamoré de estar lejos, encontré amor, formé una familia, y tengo amigos con quienes compartir quejas del trabajo y reflexiones sobre la vida. Esta ciudad se ha convertido en mía, enseñándome algo nuevo cada día; vivir fuera de tu ciudad, de tu país, de tu continente, puede tener muchas facetas, pero aburrida no es una de ellas.

No esperaba todo esto. Nunca soñé con vivir en Europa. Aún recuerdo mi primera vez en París, preguntándome: ¿Qué hago aquí? ¿Cómo llegué a esto? No recordaba ni siquiera el deseo de conocer París, y ahí estaba. Aún no comprendo completamente qué me impulsó a tomar una ruta de 5 mil kilómetros y a pasar una década fuera de México. No me fui con la intención de no volver, iba a regresar en nueve meses.

Este viaje me pone nerviosa porque es muy personal. La gente de mi vida en Tijuana sigue allí, en la rutina que alguna vez fue mía y que ahora observo desde afuera. En mis últimos viajes, si no en todos, he enfrentado reclamos, me impiden opinar sobre la ciudad, me critican si comparo o analizo algo. He tenido que medir mis palabras porque me dicen: ‘¡Cálmate, europea! Ah, pero allá querías estar. Regrésate, sufres porque quieres. ¡Tú ya no estás aquí, no lo entiendes!’. Antes me enojaba y respondía, me autocensuraba, pero ahora, no sé qué sentiré. Los entiendo mejor, pero, ¿acaso soy menos tijuanense por no vivir en Tijuana?

Me preocupa que mi entorno me perciba como diferente, que no podamos evolucionar juntos. No soy la misma que estuvo en Tijuana la última vez, que además fue hace cuatro años. Nunca había pasado tanto tiempo sin ir a mi ciudad.

La percepción de la violencia también ha cambiado

La percepción de la violencia también ha cambiado. Comprendo a quienes no viven en México y se asustan de ella. Pensaba que era un efecto de las noticias, de las redes sociales, de Netflix… sí, pero no del todo. Aunque es una realidad a menudo dramatizada y llena de prejuicios y estereotipos, no es completamente ficticia. Alejándome de esa violencia cotidiana, de robos, asaltos, estafas, que antes eran lo de menos, ahora veo las cosas con otra perspectiva.

Recientemente, hablando con una amiga periodista, Claudia, le pregunté: ¿Está peor que antes? No, Arlene, siempre ha sido así, solo que ahora lo ves desde otra realidad, con sus contextos actuales.»

Me considero culpable de vivir en una burbuja llamada Barcelona. No tengo coche, camino sin miedo a cualquier hora, uso el transporte público y visto como quiero. Aunque soy precavida, vivo relajada. No es que antes viviera en una constante tensión en Tijuana, es solo una alerta normalizada que, al estar allí, seguramente se activará de manera natural. Pero cuatro años a la distancia me hacen ver una realidad más temible.

Allá voy

Estoy nerviosa y tengo nervios de volver porque sé que me espera una tormenta emocional. Me recordará lo que quiero olvidar y dejar atrás, lo que no he sabido gestionar. También me enfrentaré a los efectos de vivir lejos, a las consecuencias de mis decisiones.

Me sudan las manos al pensar que no puedo controlar lo que sentiré, y es inevitable emocionarme por pisar la ciudad y preguntarme: ¿Volveré? ¿Quiero volver?»

Estoy nerviosa y emocionada. Cada viaje es un renacimiento y una muerte de sentimientos, un crecimiento y multiplicación de emociones.

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Arlene Bayliss
¡Ahorita Vengo! Eso dijo en su casa y no ha vuelto. De Tijuana en Barcelona. Comunicación y periodismo de viajes.
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4 COMENTARIOS

  1. Arlene, leí con detenimiento este relato-confesión y sabes, siempre admiré tu convicción de irte a otro país a vivir. Hay un viejo refrán que dice que: «al lugar a donde has sido feliz, no debieras tratar de volver.»

    Cuando escuché la frase en una canción de Miguel Ríos, no comprendía cómo es que si fui feliz en un lugar no debiera volver, y después de varios intentos, entendí que la nostalgia nos hace sentir los lugares de cómo eran cuando los dejamos. Y a pesar de ser solo eso -nostalgia- comprendí también que personas y lugares siguen evolucionando sin nosotros. Quizás eso es lo que nos causa cierta desazón. De no sentirnos parte cuando los dejamos.

    También entendí que volver a ciertos lugares siempre es una nueva experiencia, porque a pesar de ser tan tuyos, en tanto lugares físicos, no lo son en tanto emociones. Y quizás esa experiencia de estar y sentir es lo que nos hace volver o no.

  2. Arlene me identifico completamente con tu relato. Las cosas se ven desde diferente perspectiva una vez que vives muchos años fuera de tu ciudad, y muy cierto, normalizan muchas cosas, todo tu sentir es cierto, yo también tengo aquí en USA 23 años y cada vez que vuelvo mis sentimientos son encontrados, llevo a mi Mexico en el alma pero ya no es lo que yo dejé. Cambiamos los dos. Un abrazo.

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