Es la protagonista de la comunicación, el medio que une, cobija y abraza a las provincias. Su ruta la convierte en vigilante y guardián. Trabaja para el pueblo y es el pueblo quien la trabaja. Está marcada en cada ventanilla, barandal, asiento, focos, espejos, por la historia de los días de Catania y su movilidad. Recorre el perímetro del Etna, de ese volcán activo impredecible, culpable de los paisajes de temporada.
Una vena que conecta la zona de montaña, que es fresca aún en verano. La del campo, con sembradíos de pistachos, olivas y también viñedos. Conecta a los poblados de la costa con los de interior. Recorre terrenos de piedra volcánica, pero en algunos puntos no se detiene ni existen paradas, son las huellas del volcán. Conecta los paisajes que hoy sólo el Circumetnea de Catania comparte, recorriendo las provincias, las identidades.
Transita entre rieles de acero que provocan unión, lazos y proximidad de mar a mar, de Catania a Riposto, manteniéndose como la única vía estrecha en operación en Sicilia, en una circunnavegación que dura poco más de tres horas en un trayecto de inicio a fin. En un viaje al pasado desde el presente, a otras dimensiones de tiempo.
Lo que se creó con necesidades comerciales que permitían trasladar mercancía se volcó a la necesidad de transportar a la población, provocando que la vida de las vías cambiara. Algunos recuerdan esta etapa comercial, pero son muchos más lo que han crecido entre estación y estación, revisando el reloj y recordando los horarios de las paradas. Adecuando la cotidianidad a los tiempos del tren, del transporte.
El tren que recorre el perímetro del volcán Etna
Entrar al vagón requiere una pausa. Cuesta relajarse. Es inevitable la mirada de foráneo, al extraño, al espacio y al ambiente. Los pequeños asientos en grupos de cuatro personas, con varios años de vida (algunos vagones los tienen rojos y otros de color café), parecen frágiles. Se escucha el silbido de salida y el ruido de los rieles desconcierta, después emociona; se intensifica al rodar a mayor velocidad por las vías y pasa a convertirse en un pasajero, deja de aturdir.
Las ventanillas son grandes, permiten la entrada del aire sin control. Ante todo, son las mejores amigas del viaje, las ventanas de todos los panoramas que se regalan a la vista, en una parada o en circulación. Husmeando un poco en la forma de vida de cada pueblo, viendo por otras ventanas de viviendas, cocinas, azoteas y balcones, de los que vienen y van.
Un hombre uniformado sale de una pequeña puerta, sale de lado por ella. Se acerca a cada pasajero, con algunos sólo estira la mano, con otros dice: «biglietto». La prueba de que no hay quien esté sentado que no haya cubierto la cuota por ello. Termina de recorrer el vagón y regresa por la misma puerta, entrando de lado. Cambio de estación y se repite el recorrido.
Varios trabajadores se dejan ver serios, otros que, con sólo intentar conversar, a la primera frase muestran interés y simpatía, con una energía gustosa y contagiosa por su acento y el movimiento de sus manos; hablan con las manos, es parte de su lenguaje. Sin embargo, la característica de la generalidad es no perder la oportunidad de conversar con un turista, intentar conocer más del otro, del que llega de visita a conocer su tierra. A pasarlo a la cabina mientras recorre el vagón.
Dentro de la cabina con Salio, él resaltó lo que a la vista era evidente, las fotografías del parpadeo. El Etna desde diferentes ángulos, de frente, de lado, con un poco más de luz, con cultivos debajo, con restos de río de lava. Salio platicando de esa vista, compartiendo que en invierno el paisaje se pinta de blanco, cambiando de color en cada estación del año. Tratando de darse a entender, compartía su trabajo, su ciudad, su día a día, haciendo silencios para disfrutarlos y dejar que el paisaje hablara por sí solo.
El Circumetnea, un trabajo generacional
La historia del trabajador en el Ferrovía Circumetnea es generacional. Salio Lorena es maquinista desde hace veinticinco años, es hijo y nieto de trabajadores ¿Por qué te gusta trabajar en el ferrovía? Una sonrisa natural deja claro que le satisface, sin saber exactamente a qué se debe. Lo ve como parte de su vida, moverse con la ciudad. Una tradición que habla de lo que representa el Circumetnea dentro de la comunidad.
Pace Salvatore está en la estación de Bronte, pendiente del teléfono, a las llegadas y a las salidas. Un hombre de cincuenta y seis años, con enorme y tupido bigote. Sus ojos se enchinan cuando sonríe. Simpático y bromista con sus compañeros, él es la segunda generación en este trabajo, y se le ve contento por ello.
Muchos de ellos han sido testigos presenciales o testigos por descendencia de las erupciones del volcán Etna que han afectado las vías. Lava que ha provocado riesgos, destrucción. En 1911 ocurrió, y la lava amenazó al río Alcántara, que desemboca en el mar Jonio; en 1928, Messina fue destruida por una erupción, y en 1981 la población de Randazzo encontró la manera de escapar a tiempo.
El recorrer Catania, todo su perímetro, se logra usando el Circumetnea, el metro y el autobús, en conjunto. Acerca a lo más lejano, esa gran vena de enlace por vías, calles, y subterráneo: las ventanas de la ciudad, del husmear, de curiosear y descubrir. Conociendo los caminos únicos y cotidianos, las panorámicas continuas, el movimiento y la dinámica que sólo Catania puede ofrecer, la ciudad siciliana entre la costa y el volcán.
¿Cómo puede una vía ser tan emocional? Hay una fuerte conexión entre el mar y la montaña, el volcán Etna y el ferrovía que los acerca, que se vuelve parte de esa conexión. ¿Cuántas manos de estos hombres han dejado la huella en el freno, el acelerador, en la cabina de tren? Sería imposible pensar que quienes lo visitan, y lo recorren, podrían acercarse a la experiencia en la que se convierte entrar a la puerta de Catania por las vías del tren.