El arte no enseña nada más que el significado de la vida, decía el novelista estadounidense Henry Miller. Lo entendí mucho mejor cuando estaba parada frente a una pieza de más de diez metros de altura que sin saber porqué, era impresionante y preciosa. Ahí estaba en un punto alto, dentro de una gran área verde y con el mar de frente.
¿Alguna vez han sentido la sensación de estar viendo fotos y de pronto sin saberlo te detienes en una de ellas? La ves, la observas y no sabes qué tiene en particular, no la entiendes a primera vista, no sabes que te dice… pero te gusta. Así es el Elogio del Horizonte.
Caminé hasta lo más alto de un cerro en dónde a lo lejos vi una escultura grande, pulcra y simétrica. Mientras más me acercaba, más se despertaba la curiosidad por saber qué era. Al llegar era como una de esas fotografías, me quedé viéndola, observando su forma y su tamaño. Comprendí la razón de ser: te hace sentir.
El Elogio del Horizonte te habla de paz y naturaleza, de unión entre el cielo y la tierra, enmarcando líneas y colores que evocan a lo más sencillo. A la vida y el sentirse viviendo frente a esa línea entre lo más alto y lo más profundo.
Cuando estas debajo de esta enorme obra, la vista no sólo tiene otras perspectivas, sino que genera un efecto sonoro, el sonido de las olas que se vuelve cercano y no lejano, lo sientes en tus oídos, como si estuvieras escuchando por medio de un caracol de mar. El aire juega y rodea el Elogio del Horizonte, haciendo que los sentidos se agudicen, los sientes. El acantilado sin protección le da más fuerza y te intimida.
No por nada, se ha convertido en un símbolo de Gijón, ubicado en el Principado de Asturias, la ciudad principal de esta comunidad autónoma española, en la que también se encuentra la escultura “ Nunca más”, un homenaje a quienes perecieron en los campos de concentración nazi; la ciudad de playa, callejuelas, miradores, historia y modernidad.
La pieza construida de concreto con diez metros de altura y unos doscientos metros cúbicos la hacen pesar quinientas toneladas. Está en el cerro de Santa Catalina desde 1979, con la costa de vecina, la desembocadura de Río Piles, la plaza San Lorenzo, el parque más grande de Gijón, el de Isabel la Católica y el mar Cantábrico.
El artista es Eduardo Chillida, de San Sebastián al norte de España, en donde también existe una pieza de él, quien decía: “Yo soy de los que piensan, y para mi es muy importante, que los hombres seamos de algún sitio. ( …) que tengamos las raíces en un sitio, pero que nuestros brazos lleguen a todo el mundo, que nos valgan las ideas de cualquier cultura. Todos los lugares son perfectos para el que está adecuado a ellos, yo aquí en mi País Vasco, me siento en mi sitio, como un árbol que está adecuado a su territorio, en su terreno pero con los brazos abiertos al mundo”.