Qué género tan mal entendido y, sin embargo, tan necesario frente a la superlativa exhibición de yoes en las redes sociales. Se le ha tachado siempre de ególatra, fragmentario, prescindible. En todo caso, interesante por lo que podía tener de biopsia de la intimidad de un autor. Pero junto al género epistolar, el diario de viajes es una forma de literaturizar la vida mucho más ágil que la novela. Más entera que un simple selfie.
El diario de viajes no es una confesión, no es un desahogo, no es una cronología, no es una verdad. Y a la vez, lo es todo, y más, es un modo de narrar desde el margen, aunque parezca una paradoja. Y es un modo estupendo de narrar el viaje y su búsqueda sin filtros, sin una pretendida neutralidad, sin los corsés heredados, sin ostentación de datos y cifras enciclopédicas.