Es una ciudad y también un estado. Es el país más pequeño del mundo, tiene apenas 44 hectáreas de territorio y una población menor a mil habitantes. Sus ciudadanos están repartidos por el mundo como enviados diplomáticos y aproximadamente la mitad tienen la nacionalidad, el resto sólo tiene autorización para vivir allí y ejercer cargos profesionales. Uno de los límites de su territorio es una iglesia, no cualquiera, una de las más grandes y visitadas del mundo: la basílica de San Pedro y tiene «sucursales» extraterritoriales en otro país.
Resulta curioso que los miembros del cuerpo de seguridad encargado de custodiar al Jefe Máximo del Estado y su residencia tienen otra nacionalidad, la Guardia Suiza, dedicados desde hace más de 500 años a velar por la tranquilidad del Papa de turno desde Julio II hasta el recién nombrado Papa Francisco I, quien por cierto, ha sido el personaje más mencionado en Facebook durante el 2013.
El estado de la Ciudad del Vaticano, tiene muchas caras hilvanadas por una historia muy compleja, fue constituido como Estado según el tratado de Letrán hace apenas 84 años, pertenece al grupo de los seis microestados europeos junto con Andorra, Liechtenstein, Malta, Mónaco y San Marino. Es visitado por millones de turistas anualmente, de todas las edades, países y religiones, hasta los curas sacan su cámara de fotos para ser turistas por un momento paseando por la plaza de San Pedro y admirando la propia fachada de la basílica.
Un país dentro de otro país para recorrer sin prisas, con muchas ganas de caminar, entrar a la basílica, subir más de 500 escalones hasta su cúpula aunque seas ateo, perder la noción del tiempo en los museos vaticanos aunque no tengas idea de historia del arte, imaginar la euforia de los no presentes cuando anuncian un nuevo Pontífice aunque se ha desprestigiado la institución, escuchar aún con oídos sordos los mensajes desde el balcón. Infinitas son las peculiaridades, las anécdotas, las caras del Vaticano, siempre tendrá algo nuevo que mostrar.