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martes, marzo 19, 2024
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Alicia en Alaska

“Tantas cosas fuera de lo común le habían ocurrido últimamente, que Alicia había comenzado a pensar que muy pocas cosas en verdad eran realmente imposibles”

Aclaración: Voy a referirme de aquí en adelante a Alaska como un país, porque aunque es el estado número 49 de USA para mí es un mundo aparte que merece ser considerado como un territorio autónomo.

Llegué a Alaska sin saber muy bien que hacia allí. Podría inventar un montón de historias acerca de cómo llegué a poner mis dos pies en ese remoto lugar llamado Alaska. La cuestión es que, para no haceros perder el tiempo, adelanto desde ya que todas serían mentira. Yo no soñé, como muchas otras personas que encontramos en el camino, con visitar una de los grandes mitos viajeros del mundo; tampoco fue el final de un viaje como para muchos otros. En realidad, ni siquiera fue el inicio.

Yo solo estiré sobre una mesa un mapa muy grande de América del Norte y conté las horas que podríamos tardar en recorrer todo el camino hacia una ciudad nunca antes escuchada llamada Fairbanks. Caí de repente en una carretera como le pasó a Alicia en el cuento de Lewis Carroll y no supe si era que todo se estaba volviendo más grande o si yo estaba empezando a ser cada vez más pequeña. 

“O el pozo era muy profundo, o ella caía muy lentamente, porque mientras descendía le sobraba tiempo para mirar alrededor y preguntarse qué iría a pasar a continuación.”

Qué pasa si les digo que en un mismo territorio fuimos capaces de encontrar el Polo Norte, la ruta de Alexander Supertramp y una reserva marina de ballenas y glaciares, ¿no les suena como el país de las maravillas?, ¿no les suena como a un sitio sacado directamente de la imaginación de algún excéntrico escritor?

Llegué sin expectativas a la primera ciudad de Alaska, Tok, después de pasar más de un mes recorriendo la Columbia Británica y el Yukon. Pensaba que iba a ser más o menos el mismo paisaje al cruzar la frontera. No podía estar más equivocada.

Desde el momento en que pasas por la aduana terrestre sucede la increíble transformación de las montañas, que cambian de color y de formas. Todo te dice muy claramente que ya no estás en Canadá, desde la falta de amabilidad de los funcionarios hasta la inexistencia de animales en la carretera que se esconden despavoridos de los cazadores.

Alaska es un país cruel, es una país en donde puedes escuchar tiros a cualquier hora y en el que las señales de la carretera están llenas de agujeros de balas. Aquí la amenaza de “que le corten la cabeza” es tan real que te la pueden cortar.

Sentí que no era bienvenida, el viento huracanado logró que tardáramos dos horas en montar nuestra tienda de campaña, cuando no se necesita más de 15 minutos, y la lluvia y la neblina nos hicieron imposible poder ver nada en las ciudades costeras. El verano en Alaska es todo lo contrario a la idea que uno puede tener de calorcito y chiringuitos en la playa, aquí el verano es lluvioso y con tantos cambios de temperatura en un mismo día que tienes que cambiarte de ropa hasta tres veces. ¿Recuerdan aquella famosa escena de Alicia en el país de las maravillas, en la que todos ejecutan un baile enloquecido mientras las olas vienen y van empapando a todos los participante por completo? Pues es la mejor metáfora que puedo utilizar para describir mis primeros días en Alaska.

Alaska significa “tierra grande”, o más literalmente, “el objeto contra el que la acción del mar es dirigida”. |Fotografía: Oriana Vázquez

El País de las Maravillas no es perfecto

La tercera semana de viaje ya había sufrido la locura de tres días enteros dentro de una tienda de campaña: es como cuando cantas Feliz, feliz no cumpleaños una y otra vez; Me había perdido en el parque nacional Denali (uno de los más grandes,salvajes y hermosos de los que he conocido), y había hecho más de 1000 km de carretera para llegar a pueblos en donde solo pudimos ver la neblina gris. Estaba perdiendo la paciencia, el reto parecía ser demasiado grande.

Pero entonces llegó la iluminación: no hay que confundir “País de las maravillas” con la perfección. Alaska es el mejor ejemplo de cómo los viajes no son nada perfectos pero aun así merecen ser viajados.

A veces soñamos con lugares imposibles, nuestras guías de viajes son las fotos de instagram y las búsquedas de google y ponemos todas nuestras expectativas en destinos perfectos y solitarios. Alaska fue perfecto a veces,y solitario muchas otras. Pero también fue un clima difícil de soportar, la lluvia constante, personajes diciendo frases sin sentido que me hacían recordar al sombrerero loco y unos dólares que hicieron que todo costará más. Esto, sin embargo no significa en absoluto que no haya disfrutado cada segundo sintiéndome una gran exploradora en un lugar alejado. Aprendí que no podemos esperar que los lugares que visitemos tengan comodidades y lujos como si fueran hoteles de 5 estrellas.

La cuestión es que poco a poco encontré un poder de atracción al que no me pude resistir. En el medio de su naturaleza salvaje, su clima incontrolable e impredecible hay miles de personas peregrinando en un viaje que les lleva a desafiarse constantemente. Vi caravanas del tamaño de autobuses con todas las comodidades, vi motoristas desafiando las curvas a velocidades para mi imposibles y también vi gente en bicicleta, gente caminando por los márgenes de la carretera.

El 30 de mayo de 1867, se Alaska al Imperio ruso por 7.200.000 dólares. En 1959, Alaska se convirtió en el 49º estado de los Estados Unidos de América. |Fotografía Oriana Vázquez

Lo que hizo que conectara con el viaje fue el hecho de que en Alaska se viaja lento.

No hay manera de hacer un viaje rápido por Alaska; hasta el turista más impaciente sabe que ha llegado a un sitio tan remoto que merece la pena intentar recorrerlo en su totalidad, con calma. Por ejemplo, para llegar a su capital Juneau hay que tomar un ferry (Bastante caro por cierto). Solo Alaska podría darse el lujo de tener una capital tan inaccesible.

Compartí mi camino con miles de personas que por muy diversas razones aprovechan los pocos meses en los que se puede recorrer Alaska para exprimir al máximo un viaje para ellos lleno de aventura, de naturaleza, de días infinitos en donde la oscuridad nunca llega. Al contrario que en otros sitios, me sentí agradecida por poder compartir la ruta con ellos, por los consejos, por las sonrisas de familiaridad que se comparten en las gasolineras. Formamos parte de una gran comunidad unida únicamente por un gran viaje.

Me senté a esperar ver osos en un río con un grupo de personas que se dedica a fotografiar animales salvajes, escuche sus historias, vi todas sus fotos. También puedes darte cuenta de que cuando llegas a los lugares más solitarios y alejados la gente está ansiosa por hablar y por recomendarte desayunos y montañas que visitar.

En 1961, la empresa encargada de asfaltar la carretera de Fairbanks compró tres autobuses para alojar a los trabajadores, en 1963 se retiraron dos y se dejó uno. El mítico autobús que inmortalizó Jon Krakauer. |Fotografía Oriana Vázquez

Este viaje fue como hacer el primer año en la universidad del viajero.

Viajar a Alaska fue un viaje en retrospectiva, como un cuento. Ahora que lo revivo con palabras es cuando me doy cuento de lo grande que ha sido. No es al final para lo que nos sirve la escritura, para mirar hacia atrás y darnos cuenta de lo que no pudimos entender antes al intentar vivir cada segundo al máximo.

Hasta que no me tomé un tiempo pequeño para recordar y poder saborear lo vivido, no me di cuenta de cómo ha cambiado mi vida haber estado allí.

Me siento como una verdadera exploradora con mil historias que contar, me acuerdo de las ballenas, de los osos Grizzlys y de Papá Noel saliendo de un Blockbuster. Llegue a un pueblo llamado Chicken y jugué a encontrar oro como lo hicieron los miles de inmigrantes del mundo que fundaron las ciudades que hoy están esparcidas por Norteamérica.

“Aquí todos estamos locos. Yo estoy loco. Tú estás loca.
-¿Cómo sabes que yo estoy loca?
-Tienes que estarlo, o no habrías venido aquí. ”

En Alaska todo tenemos una cosa en común. Estamos un poco locos, locos para disfrutar de los extremos, para sonreír bajo la lluvia en un día normal de agosto.

Hemos perdido un tornillo que vamos a buscar al norte más norte del planeta, nos puede parecer completamente plausible hablar con un gato que desaparece o con una oruga que fuma, porque aquí la realidad se diluye con las cascadas y el rocío de las mañanas.

Es el país de las maravillas de Alicia que nos lleva de viaje por un mundo delirante, en donde nos enfrentamos con las más diversas pruebas que nos tiene preparado el camino. Pero la recompensa será mucho mayor de lo que había podido imaginar porque como diría la pequeña Alicia: en esta parte del mundo empiezo a creer que nada es imposible.

Por: Oriana Vázquez,  escritora y viajera. 

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