Si hay una ciudad en la que soy absolutamente dependiente de un GPS, es Miami. Nada más llegar, te arropa la sensación –que no es más que la verdad– de que todo queda muy lejos. No es una ciudad que esté diseñada para caminar: su sistema de transporte no es muy eficiente, las distancias son largas, los taxis son costosos y aunque Uber parece ser la solución ideal para los viajeros, conseguir conexión para solicitar el servicio tampoco es fácil y, aunque tengamos un amigo dispuesto a echarnos una mano, lo mejor siempre va a ser alquilar un carro y recorrer Miami a nuestro antojo y sin prisas.
Cuando se trata de ubicar el Wynwood Art District en Google Maps del coche que alquilamos, no importa donde estemos, seguramente nos dirá que estamos a unos veinte minutos de allí, como mínimo. Sobre el plano, Miami quizá sea fácil de entender, pero no de desandar. Nos hace dar vueltas, consultando siempre el GPS, desde sus autopistas grandes a las calles más íntimas, como las de Wynwood, que ahora están llenas de murales de colores, de gente que camina con otro aire. Ya la atención no solo se la lleva South Beach; también está aquí, en medio del arte urbano.
Wynwood: Un distrito que no para
La primera vez que estuve en Wynwood fue en 2012. Le di un primer vistazo al borde del mediodía, sin saber muy bien hacia dónde mirar, porque la recomendación era que no fuese tan temprano, pero tampoco tan tarde. Había algunos murales a medio hacer, calles llenas de soledad y gente que limpiaba vidrieras de galerías, que acomodaba el jardín, que bajaba pedazos de madera de un camión. Sí, se podía oler que algo estaba comenzando a pasar allí, pero esa no era la hora adecuada.
Más bien, era un poco raro estar caminando con ese sol hincado en los hombros. Pero es que, resulta que había corrido la voz de que, el segundo sábado de cada mes, las galerías abrían sus puertas hasta tarde en la noche, que los bares hacían promociones, que algún restaurante brindaba una degustación, y yo no me lo quería perder. Pero no era sábado, ni era de noche, y por eso sentía que todos me miraban con más curiosidad que yo a ellos.
Aun así, las puertas de Wynwood Walls estaban abiertas y para quienes nunca habíamos estado allí, esa esquina comenzaba a cobrar un poco de sentido, para tratar de entender el resto. Allí adentro, el jardín lucía arreglado y un restaurante atraía, al menos, las ganas de un café o una cerveza fría. Los murales iban formando un camino que se puede seguir recorriendo hoy: un sendero breve que lleva a talleres de arte, a patios internos en donde ahora se hacen eventos de todo tipo.
De barrio rojo a cool de Miami
Wynwood fue zona roja durante muchos años: drogas, delincuencia, pobreza. Nadie que no tuviera nada que ver con todo eso tenía razón para asomarse. Pero gracias a la primera edición del evento de Art Basel, en el año 2002, y su convocatoria a distintos artistas, estas calles comenzaron a recuperarse: se empezó a educar a través del arte. Las paredes, repletas de símbolos de delincuentes y marginados, pasaron a llenarse de propuestas, de colores con sentido. Wynwood comenzó a despojarse de viejas costumbres y dio la bienvenida a otras: la de convocar a la gente a disfrutar del arte, la buena música y la gastronomía.
Han pasado siete años desde mi primera caminata curiosa por Wynwood. Sus mañanas siguen siendo tranquilas, pero todas las noches el barrio se anima y hay que poner orden para abarcarlo todo: ahora hay muchos cafés de los que saltan notas de jazz, de rock, de salsa y más ritmos latinos; hay restaurantes que se brindan desde los sabores típicos americanos, hasta los mexicanos, argentinos, árabes, venezolanos y más. Hay producción de cervezas artesanales, hay postres, viveros, festivales que se improvisan en algún estacionamiento, música en vivo. Todas las galerías llenas de cuadros, de esculturas, de curiosidades.
Ya hay vida en Wynwood y sus madrugadas no son más calles desoladas, nunca más una alerta roja. Basta con colocar en el GPS: Wynwood Walls, para que aparezca la frase: outdoor museum with creative art. Y es que sí, buscar la dirección ya es una invitación a recorrer sus calles en , a buscarle otra cara a Miami, que va más allá de sus playas o de las compras. A Miami le dicen la ciudad del sol y en este rincón, ese sol combina bien con los colores de las paredes y el entusiasmo de la gente que las va descubriendo.