Piedra blanca sobre piedra negra
Me moriré en París con aguacero,
un día del cual tengo ya el recuerdo.
Me moriré en París -y no me corro-
tal vez un jueves, como es hoy, de otoño.
Jueves será, porque hoy, jueves, que proso
estos versos, los húmeros me he puesto
a la mala y, jamás como hoy, me he vuelto,
con todo mi camino, a verme solo.
César Vallejo ha muerto, le pegaban
todos sin que él les haga nada;
le daban duro con un palo y duro
también con una soga; son testigos
los días jueves y los huesos húmeros,
la soledad, la lluvia, los caminos…
Un poema del escritor César Vallejo de origen Peruano y que sí, murió en París en 1938 a los 46 años. Un París que sigue siendo la ciudad de la inspiración, el romanticismo, la cultura y las artes; la ciudad de los pequeños rincones: cafés, florerías, puentes, gárgolas, vino y siempre, siempre la Torre Eiffel. Sellos de una ciudad en constante movimiento y en constante inspiración.
Cesar Vallejo no ha sido el único enamorado de la capital francesa, aquí han dejado su huella desde grandes clásicos de las letras francesas, como Victor Hugo o Balzac, hasta el escritor Ernest Hemingway o los poetas de la generación beat, como Allen Ginsberg o William S. Burroughs. En uno de los ensayos de Italo Calvino, se lee que cuanto un lector llega a París, invariablemente tiene la sensación de llegar a un sitio conocido. Aunque nunca haya estado en Francia, quien ha leído a Dumas o Malraux tendrá una imagen previa de los cafés, las pequeñas y encantadoras calles, los grandes museos y los espacios lugares públicos que tienen apariencia de privados.
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