En México, «cagar» es una palabra que se pronuncia con cautela, reservada para momentos de gran enfado o sorpresa, pero sobre todo para situaciones de mucha confianza. Digamos que nunca es apropiado en la mesa y mucho menos en voz alta en compañía respetable. Optamos por eufemismos casi infantiles como «popó» o «hacer del dos». Imagínense entonces mi sorpresa al encontrarme en Cataluña, cantando y riendo alegremente sobre un tronco que, sin vergüenza alguna, «caga» regalos en Navidad.
¡Un verdadero choque cultural!
Este encuentro con lo absurdo y maravilloso, esta colisión entre lo que es tabú en mi tierra y un motivo de celebración en otra, me hizo reflexionar: ¡las vueltas que da la vida! ¿Cómo vine a parar a una tierra donde, en vez de pegarle a una piñata para que caigan dulces, se le pega a un tronco para que cague regalos? ¿Cómo puede ser que un acto tan mundano y privado sea el centro de una festividad tan alegre y familiar?
El tío de Nadal y la fiesta
El Tió es un tronco que no solo es un «tío», sino también un «cagón». No es que tenga miedo, aunque si me golpearan para que cague, yo también lo tendría. Pero es sobre todo, una tradición arraigada en Cataluña y Aragón. Desde el inicio del Adviento, algunas familias van a la montaña a buscar un tronco, lo llevan a casa y los niños lo alimentan y cuidan como si fuera su mascota más querida. Lo alimentan con la esperanza de que engorde… y mientras más come, más engorda y… ¿Necesito explicarlo?
Yo, al principio, no sabía si hablarle al tronco o simplemente dejarle la comida. Opté por hablarle; después de todo, en México conversamos con nuestras plantas, ¿por qué no con un tronco? Me encontré escogiendo el tronco más simpático en la montaña, como si estuviera adoptando una nueva mascota. Y después lo personalizas: le pones una mantita para que no pase frío, lo alimentas con fruta, galletas, y un poco de leche o agua. No vaya a ser que le cueste cagar.
Entonces, llega Navidad se le canta una canción ¡y a cagar se ha dicho! ¡Sí, señor!
La canción que se canta al Tió es una melodía que nunca pensé que entonaría, acompañada de golpes con un palo, como si se tratara de una piñata en el suelo:
En catalán:
«Caga, tió,
ametlles i torró,
no caguis arengades
que són massa salades,
caga torrons
que són més bons!»
En español:
«Caga, tió,
almendras y turrón,
no cagues arenques
que son demasiado salados,
caga turrones
que son más ricos!»
En las escuelas, el último día escolar antes de salir de vacaciones de invierno, hay una fiesta y ahí, hay un Caga Tiò. En los mercados navideños, los Tiós se venden en todas las formas y tamaños. La primera vez que los vi, me quedé fascinada y perpleja ante la variedad. Cada tronco tiene una personalidad propia, algunos con lentes o sombreros… ¡un mundo de troncos sonrientes!
Pero fue justo en los mercados donde encontré y conocí a otro personaje de la Navidad en Cataluña. ¡Estos catalanes!
El Caganer, ¡porque todos cagamos!
El «Caganer», literalmente significa «el cagador», y es exactamente eso: una figurita representando a una persona en plena acción de defecar, con las nalgas al aire y doblando sus rodillas, porque nadie caga parado. Originalmente, la figurita representaba a un campesino catalán, pero hoy en día, casi cualquier puede tener su propio Caganer. Es común encontrar Caganers que representan celebridades internacionales, líderes mundiales e incluso personajes de ficción, lo que demuestra cómo una tradición antigua puede adaptarse y mantenerse relevante en un mundo en constante cambio.
El Caganer se ha convertido en una figura popular y coleccionable, con versiones que van desde personajes famosos hasta políticos. Hay Caganer de Messi, de Cristiano Ronaldo, de Pedro Sánchez y no estaría mal uno de Andrés Manuel López Obrador, o quizá de Claudia Sheinbaum y Xóchitl Gálvez.
Encontrarlo escondido entre las figuras del Belén o del Nacimiento, como le decimos en México, se ha convertido en un juego divertido para la familia. Esta figura, en contraste con la solemnidad religiosa del Nacimiento, es un recordatorio juguetón de que al final, todos cagamos.
El origen de esta figura es nebuloso, pero parece que data del siglo XVIII. Simboliza fertilidad y buena fortuna, con la idea de que sus deposiciones traerán prosperidad y cosechas abundantes para el año venidero. Aunque pueda parecer grosero y vulgar, en realidad es una representación de igualdad y humanidad, recordándonos que, independientemente de nuestro estatus o rol, todos compartimos las mismas necesidades básicas. Como hacer popó. En México se llamaría, Poponer.
Así, entre el Tió y el Caganer, mi experiencia de la Navidad en Cataluña ha estado llena de sorpresas y risas. Estas tradiciones, con su franca aceptación de lo humano y terrenal, han añadido una dimensión completamente nueva a mi entendimiento de lo que puede ser la celebración navideña. En cierto modo, me han enseñado a abrazar lo inesperado y encontrar alegría en las peculiaridades de la vida, no importa lo extrañas que puedan parecer al principio.
Desde mi perspectiva mexicana, he llegado a amar esta tradición. El Tió de Navidad, con su sonrisa pintada y su manta, es ahora un símbolo querido de mi Navidad catalana. Y ahora, desde que soy mamá, estoy detrás del escenario. Me río, disfruto y me maravillo de cómo una tradición tan peculiar puede ser tan significativa. Me recuerda que, no importa dónde estés, siempre hay espacio para la risa, la magia y nuevas tradiciones que si te gustan, puedes hacerlas tuyas y continuarlas. Solo así perduran, ¿no?
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