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miércoles, noviembre 20, 2024
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Las dos caras de Edimburgo

La primera impresión de Edimburgo es abrumadora, al menos lo fue para mí.  Fue meter primero el pie derecho y luego el pie izquierdo a un libro gigante y entrar en él, en la atmósfera de Walter Scott o Robert Louis Stevenson. El aire que parece tener prisa y la lluvia buscando la atención constante, generan una atmósfera que acompaña a ese color sepia de sus edificios, a esa haar envolvente. Pero también, los coches antiguos de color negro usados como taxis, la gente con un cierto aspecto de formalidad, las añejas cabinas de teléfono rojas, los detalles en azul o verde de sus edificios y las flores de las jardineras, dotan de chispas de color a la Edimburgo que, entre altura y profundidad, parece rodearse de misterio.

La capital escocesa es tierra de ilustrados y escritores que han demostrado su fidelidad y fascinación por la ciudad, basta con dar un paseo por las calles para descubrir su lado más literario y artístico. Se respira patriotismo. Al pie de la colina, desde el barrio Broughton & Calton se pueden mirar sus monumentos; ya en su calle más famosa, Princes Street, sientes la velocidad de gran ciudad: el tranvía, las tiendas, los turistas, la cultura urbana, la gente que entra y sale de trabajar. Su encanto más característico es el casco histórico con su laberinto de callejuelas medievales. Adoquines que oscurecen los caminos y que te invitan, bajo ese aire de misterio, a descubrirlos, caminarlos y terminar en una taberna, tomar un wiski; salir y volver a perderte entre los callejones; un círculo vicioso de revelaciones bajo una atmósfera un tanto amarillenta.

En Edimburgo puedes navegar entre el tiempo. Ya lo decía el llamado poeta nacional Robert Burns, “La historia es cuestión de supervivencia. Si no tuviéramos pasado, estaríamos desprovistos de la impresión que define a nuestro ser”. El pasado y el presente en Edimburgo, se miran de frente, conviven y conversan en forma de jardín.

Hace siglos fue un pantano y hoy es el corazón de la capital: Princes Street Gardens. Un parque en medio de la ciudad que abre camino hacia New Town o hacia Old Town, un punto de encuentro que vive en un constante cambio de piel. Cada cierta hora adecua su ritmo y sus facetas, sus rutinas marcadas por los habitantes y los visitantes; incluso yo que estuve de paso, encontré una butaca para mezclarme y formar parte. Senderos, bancas para tomar el sol con un buen libro, espacios abiertos como escenarios musicales, y también, una galería al aire libre que expone estatuas y monumentos que recuerdan de dónde viene la identidad escocesa. Un jardín que delimita de forma particular a la ciudad en una nueva y una vieja.

La Catedral de Saint Giles y el monumento al economista que murió en Edimburgo Adam Smith.
La Catedral de Saint Giles y el monumento al economista que murió en Edimburgo Adam Smith. |Fotografía: Arlene Bayliss

Old Town

De Princess Street Gardens a Old Town, el Castillo de Edimburgo es la postal inevitable. Una enorme piedra volcánica conocida como Castle Rock, posiciona a la fortaleza en su punto más alto desde hace más de ocho siglos. Es la principal atracción del país, con estatuas a Robert Bruce y William Wallace, donde está cañon One O´Clock que todos los días a las 13:00 horas abre fuego, el memorial nacional de guerra escocés, es decir, el denso pasado que puede acercarnos a entender el color sepia de Edimburgo está aquí, donde además las panorámicas de la ciudad le da otra perspectiva a esa haar y a los callejones misteriosos.

Aquellas viviendas que tienen aspecto de personas altas y delgadas han sobrevivido a siglos. Aquellas que mejor lo han hecho están en la calle principal del casco histórico: Royan Mile. En una punta se encuentra el Castillo de Edimburgo y en la otra el Palacio de Holyroodhouse, la residencia oficial de la reina Isabel II en Escocia,  porque durante los siglos de historia del país, si algo también ha permanecido es la monarquía. Esa milla escocesa llena de tiendas de suvenires, concentra a Castlehill, Lawnmarket, High Street y Canongate, las cuatro calles más antiguas de la ciudad, son el corazón de la parte vieja y su arteria principal.  Por esta calle y mientras paseaba, miré a los muchos trabajadores de la zona, se hacen notar porque aprovechan que en sus tiendas no hay gente para salir a fumar; al taxista esperando a su próximo pasajero, al guía de turistas buscando los ojos de los visitantes, a los artistas callejeros con actitud de realizar su primer número del día, a los viajantes con sus móviles y cámaras fotográficas, a más de uno sufriendo con el paraguas, a los estudiantes con sus libretas gordas; aquí hay movimiento. Y leyendas.

María de Escocia, amante del rey de aquel entonces y conocida como La señora de verde, fue asesinada de forma violenta, apuñalada por su esposo y condenada a dejar un aura fantasmal en el Castillo Holyroodhouse. El gaitero solitario que un día fue enviado a explorar unos túneles subterráneos encontrados cerca del castillo, un día desapareció pero su música dicen que no ha dejado de sonar. El fantasma de un caballero templario ronda por la capilla Rosslyn. La mujer enojada no hace más que gritar, llorar y golpear en las cámaras subterráneas donde murió, donde vivían de forma obligada, las personas de escasos recursos. Mary King’s Close y los secretos de las bóvedas de South Bridge. Sawney Bean y los rumores que afirman que mató y devoró, junto a su clan, a miles de personas. Edimburgo vieja es tétrica, sombría, fúnebre. Debajo de sus piedras hay cenizas.

Old Town desde el Castillo de Edimburgo. |Fotografía: Arlene Bayliss
Old Town desde el Castillo de Edimburgo. |Fotografía: Arlene Bayliss

New Town

Si Old Town tiene a Royan Mile, New Town tiene a Princes Street. Una calle principalmente peatonal donde se deja ver el tranvía y las tiendas de las grandes marcas. Es el barrio de los grandes recintos culturales, guardianes del arte y la historia como la Galería Nacional de Escocia y la Real Academia Escocesa, entre otros. Una zona que nació como un desfogue a la sobrepoblación en nueva zona residencial, sobre todo para la clase alta, pero que poco a poco se definió con la llegada del comercio y la restauración en una zona más comercial y moderna.

Sin embargo, New Town, también es vieja, seguimos hablando de un pasado en siglos. Es una zona que creció entre 1765 y 1850, de cuando Edimburgo vivía dentro de murallas; y que, después de un concurso donde ganó el diseño de James Criag, basado en la bandera del Reino Unido, en la cual convergen la cruz de San Jorge, el patrón de Inglaterra y la cruz de San Andrés, patrón de Escocia, se trazó una red de calles ortogonales que le dieron vida a un ejemplo de  planeación urbanística en Europa, una extensión que fue el comienzo de otra. De otras.

No hay callejones, son calles anchas donde abundan los jardines y las áreas verdes. Altas edificaciones con espacios amplios. Viviendas con puertas de colores, simetría, columnas, sencillez, orden, profundidad. New Town también es sombría, también es de capas y también es misteriosa, pero distinta, más cosmopolita, menos medieval. New Tow también es de haar, de leyendas, de misterios.

Las dos Edimburgo que se miran de frente, que conviven y se expresan entre sus habitantes, entre Princes Street Gardens y las chimeneas de la ciudad, son el pasado del viejo continente. De aquellas historias medievales, de cuando las calles no llegaban adoquines, no conocían las tiendas de suvenires, no existían taxis antiguos de color negro, ni tampoco las añejas cabinas de teléfono rojas o los detalles en azul o verde de sus edificios. Incuso, hay un pasado subterráneo.

Cuando me fui, fue sacar primero el pie derecho y luego el pie izquierdo de un libro al que sólo pude caminar por el prólogo, atravesar esa haar envolvente donde se disimulan las otras historias, los otros autores. Fue irme para plantearme regresar y pasear por la ciudad otra vez, y encontrar la razón de escupirle a un corazón en el suelo, del monumento a William Scot, de recorrer la esencia de Harry Potter, el paseo del Water of Leith que representa el barrio moderno de la ciudad; llegar al capítulo de sus paisajes y descubrir su similitud con Atenas, andar por la isla de Cramond. Edimburgo es igual que esa haar, densa y misteriosa.

 

Arlene Bayliss
¡Ahorita Vengo! Eso dijo en su casa y no ha vuelto. De Tijuana en Barcelona. Comunicación y periodismo de viajes.
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