Mi escala de ocho horas en el Aeropuerto Internacional de Miami se transformó en un viaje cubano inesperado sin salir de sus terminales. Cada paso resonaba con el ritmo de conversaciones, risas pero sobre todo, del aroma seductor del café recién hecho, transportándome directamente a las calles de La Habana sin haber estado en Cuba.
En mi caminata, me sumergí en un mar de palabras llenas de sabor cubano. Entre el bullicio, capté fragmentos de conversaciones: «¡Oye, chico, cómo estás!», un saludo entre viejos amigos que se encontraban por casualidad. «Estoy en la lucha, mi hermano», respondía otro con una sonrisa, usando esa expresión tan cubana que refleja la perseverancia ante los desafíos diarios. Era fascinante cómo, a pesar de estar a millas de Cuba, el espíritu de su gente llenaba cada rincón del aeropuerto, desde los pasillos hasta las áreas de espera.
Los empleados de las tiendas y restaurantes desplegaban un inglés impecable, ¡me daban envidia! un inglés adornado con ese característico acento cubano que hace que cada palabra suene como una melodía. En los restaurantes, el sazón de Cuba cobraba vida en platos que eran una fiesta para los sentidos, mientras los empleados compartían historias de su tierra natal con orgullo y una sonrisa siempre presente, mostrando ese calor humano que hace a los cubanos tan únicos. Quería meterme en las conversaciones solo para escuchar más expresiones cubanas.
Cada rincón del aeropuerto se sentía como un escenario donde se representaba una obra sobre la vida cubana en el exilio. Las tiendas vendían desde música tradicional hasta arte que contaba historias de la isla, creando un puente cultural entre Miami y Cuba. Las conversaciones fluían libremente, mezclando inglés y español, en un baile de palabras que reflejaba la fusión de culturas que es tan típica de Miami. Nunca había estado de tantos cubanos y cubanas en mi vida, el acento por todo el aeropuerto era envolverte, como el aroma del café.
La curiosidad me llevó a explorar todo lo que pude recorrer, descubriendo que el aeropuerto es un reflejo de la ciudad misma: un lugar donde la diversidad está presente y donde cada cultura deja su huella. Más allá de la presencia cubana, el aeropuerto es un abanico de nacionalidades, pero en esas horas, Cuba brillaba con luz propia, mostrando la fuerza y el impacto de su gente en esta ciudad.
Mi viaje cubano en escenas desde el Aeropuerto
Entre las muchas escenas que viví durante mi escala en Miami, una en particular quedará grabada en mi memoria. Mientras estaba en una de las tantas cafeterías del aeropuerto, atraída por el aroma del café cubano, me encontré con una escena que parecía sacada de una película. Dos hombres, claramente amigos de toda la vida, se encontraron por casualidad después de años sin verse. Sus saludos efusivos, llenos de abrazos que sonaban en un su cuerpo, con palmadas en la espalda, se tocaban, se reían y se veía como para ellos en ese momento, los ojos del otro era lo único que existía en un espacio donde circulan miles y miles de personas. Aunque para el resto era evidente la presencia de estos dos amigos porque hablaban tan alto que era imposible no escucharles.
«¡Coño, hermano, cuánto tiempo sin verte!», exclamó uno, con un acento tan marcado que sus palabras parecían llevar consigo el calor del sol caribeño. La respuesta no se hizo esperar, llena de risas y una alegría contagiosa, «¡Mano, pensé que te había perdido en el yuma!». La conversación que siguió fue un torbellino de recuerdos compartidos, anécdotas de sus días en Cuba y su vida en Miami, intercaladas con ese vocabulario único que solo entre cubanos se entiende. Porque yo fui incapaz de seguir la conversación. Discutían sobre todo, preguntaban por otros amigos, por lo que traían en la maleta, por lo que habían llevado o traído, incluso hablaron de política y de los Marlins de Miami con una familiaridad que solo viejos amigos pueden tener.
La escena capturó a la perfección el espíritu de la comunidad cubana: vibrante, nostálgica y profundamente unida. En ese momento, el aeropuerto dejó de ser un simple lugar de paso para convertirse en un espacio de reencuentro y memoria viva. Este encuentro casual entre amigos, con su mezcla de alegría y melancolía, reflejaba la esencia de lo que significa ser cubano lejos de Cuba: un pie en dos mundos, manteniendo viva la cultura y las tradiciones en un nuevo hogar.
Esta anécdota me recordó que, más allá de las estructuras y los vuelos, son las personas y sus historias las que dan vida a los lugares. El Aeropuerto Internacional de Miami, con su singular mezcla de culturas, es un testimonio de cómo el espíritu humano puede darle la vuelta a cualquier espacio en un hogar lejos del hogar. O como en mi caso, se transformó en un viaje cubano. Y, aunque los aeropuertos no son todo alegría y también son despedidas e historias tristes, los cubanos eran los encargados de mantener el ánimo alto en este lugar entre el aquí y el allá.
Los aeropuertos son puertas hacia el mundo, pero también son ventanas hacia el alma humana. En cada rincón, se entretejen historias, se cruzan destinos y se forjan conexiones que trascienden la distancia física. Así como mi breve paso por el Aeropuerto Internacional de Miami se transformó en un viaje cubano lleno de sorpresas y encuentros memorables, recordé las palabras de Sarah Kay: ‘Los aeropuertos ven más besos sinceros que las bodas. El problema es que pocas veces hay alguien ahí para capturarlos’. Pero, ¿sabes qué? Durante esas ocho horas de escala, ¡yo sí estuve ahí para verlos! Fue como ser testigo de pequeñas historias de vida en pleno vuelo.