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jueves, marzo 28, 2024
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El recinto del pensamiento en Manizales, Colombia

Me dijeron que no me esperaban sino hasta los primeros días de mayo y era quince de abril. Venía peregrinando desde Caracas arrastrando tristeza por la pérdida de uno de mis mejores amigos. Pasé por Cartagena a buscar mis cosas y retirar mi boleto aéreo, que no era electrónico, y de ahí a Manizales. Sabía muy poco de ese lugar, me habían comentado que hacía mucho frío y que se producía buen ron.

De Cartagena volé a Bogotá y de allí a Manizales, el traspaso de aeropuertos transcurrió sin novedad, mi congoja y yo íbamos a buen paso hacia el que sería mi destino por los próximos tres meses. Al aterrizar, no sé si el cielo estaba más gris que mi ánimo. A pesar de la disparidad de fechas, pude comenzar mis prácticas en esa ciudad que me hizo ser dual desde el primer día, muchas veces la quise, muchas veces no.

Manizales, la capital mundial del agua

Manizales, Colombia. | Foto: Pixels

Así me recibió Manizales, capital del Departamento de Caldas  y “capital Mundial del Agua” en el medio de los Andes colombianos. Nubes grises, muchas montañas y una jefa que me dijo que ella nunca se equivocaba, que siguiera su ejemplo.

Linda ciudad rodeada de montañas, nubes grises y blancas; verde natural intenso típico de lugares donde llueve mucho, cuestas empinadas, un clima muy frío y ubicada a una distancia considerable del mar. Reconozco hoy, que no tener el mar cerca me afectó mucho.  Me ubicaron en una vivienda a las afueras de la ciudad, el Nevado del Ruiz me acompañaba en la distancia todas las mañanas, ese imponente volcán que infunde tanto respeto y admiración a la vez, te deja enamorarte fácilmente de ese pico brillante lleno de nieve, pero para la gente local, trae al recuerdo momentos aciagos llenos de tragedia y tristeza en los que mucha gente se vio afectada por sus nieves descongeladas.

Hacía mis prácticas en la Gobernación de Caldas, iba y venía. Me aprendí la ruta de los buses que debía tomar y donde comprar mejor y a menor precio, caminaba por sus calles y sus laderas empinadas, me dediqué a recorrerla, a aprenderla, a quererla. Trabajar ahí me daba oportunidad de compartir con muchas personas.

Me encantaron los mineros que necesitaban ayuda tecnológica para redactar sus proyectos, que gente tan hermosa,  llena de luz, tan humilde y sabia, sus manos llenas de la tierra que trabajan y sus ojos llenos de agradecimiento. También compartí con los cafetaleros, hay tanto que saber del café, de la semilla, de la siembra, del intercambio comercial, a pesar de que no pude acompañarlos a sus giras por las tierras del café, estaba pendiente de ir en seguida si surgía alguna salida, pero no invitaron a ninguna durante el tiempo que estuve ahí.

Pero la historia me tenía preparada una buena vuelta, por un hermanamiento con una comunidad japonesa conocí el Recinto del Pensamiento, ese lugar fue hecho a mano por Dios, las flores parecen pinceladas hechas a capricho con una combinación de colores extraordinaria, hay un sitio especial sólo de orquídeas que engalanan el sendero y llenan la vista del visitante de paisajes y espacios como si estuvieran contados por Lewis Carroll. Hay un camino de plantas medicinales y aromáticas que evocan los jardines de los abuelos y lo llamaron el Huerto de los Aromas, es un microespacio maravilloso lleno de sabiduría donde nos muestran como la naturaleza nos puede curar a través de la milenaria y millonaria flora.

El Recinto del Pensamiento

Recinto del Pensamiento | Foto: Canva

Las aves son otra historia en el Recinto del Pensamiento, hay lugar para todas, las locales y las que migran, para recibirlas y verlas hay un espacio especial llamado Mirador de Aves, y entre colibríes, garzas, gavilanes, tucanes y otro montón que no puedo recordar los nombres es posible imaginar la historia de un alado y ser feliz observando su belleza y sus formas de socialización.

También hay un observatorio de mariposas propias de la región en más de 20 variedades, los colores de las alas son tan variados como bellos, impresionan, son sencillamente fabulosas y revolotean por todo el lugar, se camuflan con las flores, se combinan con el verde de la zona natural que representa el recinto, pasar el día allí hace que la perspectiva de la tristeza cambie.

Para los amantes del café también hay cabida, se dictan charlas de cómo se cultiva el grano, las condiciones de la tierra, la prevención de plagas, como se maneja la cosecha, como se desprende el grano de la planta, hasta el proceso de almacenamiento, molienda y distribución.

Es un mundo aparte, los que sólo somos consumidores de esa delicia, no tenemos idea de lo que lleva, lo impresionante, importante y maquinado que es todo lo relativo al café, es sencillamente fascinante. Para cerrar ese ciclo cafetero en el recinto, pudimos disfrutar la cata de un extraordinario café local.

Caminando por los alrededores, tienen un pabellón de madera de dos pisos que sirve de restaurant, sala de fiestas y convenciones, a mí se me alborotó el espíritu romántico y me imaginé un baile de vestidos largos, hombres de traje de gala y pajarita, violines sonando como música de fondo. Es un lugar que se funde perfectamente en ese paisaje montañoso, es una visión hermosa que termina de complementar la maravilla descubierta a lo largo del paseo. Fue extraordinario llegar ahí, para espantar el desánimo, para terminar de adaptarme a esa ciudad.

Al frente del edificio de la gobernación me encontré con un tributo poco común a Simón Bolívar, venía acostumbrada a las típicas estatuas ecuestres del Libertador, y aquí me conseguí con una figura mitad hombre mitad cóndor, una visión sui generis de la libertad. Pero después del recinto, el lugar que más impacto me causó, el lugar me fascinó, queda en lo alto de una loma, un monumento en honor a los colonizadores que se hizo con llaves fundidas, donadas por todos los manizaleños en el cual se plasma a través de las caras de las figuras el dolor, el esfuerzo, la travesía que fue llegar hasta allí y establecerse, desde ahí se ve buena parte de la ciudad y la vibra y la paz del lugar son fabulosas.

Poder deleitarse de estos momentos, de las vistas a la naturaleza imponente, de la vegetación típica de los Andes, haber conocido gente extraordinaria, aprender a dejar ir los malos ratos, lograr entender que perder un amigo fue ganar un ángel ayudó a mitigar la tristeza, y así transcurridos mis tres meses en los predios manizaleños me tocó volver a Cartagena, a graduarme,  contenta de haberle difuminado el gris a mi ánimo porque el de las nubes fue imposible es casi permanente, feliz de haber hecho amigos que después me recibieron en Argentina y que estarán en mi historia siempre. Encantada de haber podido conocer un lugar como el Recinto del Pensamiento, en donde la fusión de los sentidos con los elementos presentes hacen de esa visita una experiencia replicable, contable y un punto de alegría en el recuerdo.

Johana Milá de la Roca
Venezolana residente en Panamá. Licenciada en administración de turismo con un máster en periodismo de viajes, una fusión que hoy ejerce y comparte desde Centroamérica.
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