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jueves, marzo 28, 2024
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Prulláns, agua de montaña

Las montañas que abrazan a Prulláns son enormes y frescas. Su forma de vida incluye poner los pies cerca de la chimenea, tener una manta siempre a la mano, una casa con patio y un balcón con vista a la Sierra del Cadí. Aquí se vive de la ganadería, la agricultura y el turismo. Tiene un castillo y una iglesia, la románica de San Esteban. En este punto del mapa en Cataluña, sed no tendrás, hay varias fuentes por el pueblo de las que puedes beber y, beber esta agua forma parte de la experiencia de vivir Prulláns.

Si caminas por Prulláns y te encuentras a un perro, uno negro y  grande, no te asustes, te olerá y terminarás por acariciarlo. Si sabe oler tu determinación, no te brincará, pero a la menor huella de miedo o debilidad, te brincará una y otra vez y ya no serás tú el jefe de la manada, será él. No te preocupes si te acompaña en tu camino, te hará sentir que forman una familia, incluso te esperará si se adelanta hasta el final de la calle y te llevará a las fuentes de agua de montaña. En algún momento, cuando creíste que tenías una conexión con él, justo al detenerte a mirar la vista del paisaje desde la iglesia, el perro se irá sin que te hayas dado cuenta.

Me quedo claro: Prulláns es familiar. Tras el paseo con Firulais, – como lo bauticé- y después de perderlo, me imaginé en una de esas casas entre montañas que, aún nevadas en primavera, serían la vista del café matutino. Después de desayunar, me llevaría a Firulais a pasear entre las colinas, entre las angostas calles, subiendo y bajando montañas con grandes áreas verdes para verlo correr y verle sus orejas brincar. En el invierno me iría a las cercanas pistas de esquí, en verano, tomaría una de las tantas rutas para ser una más entre la vegetación, perderme; acercándome a las vacas para darles hierba, mirando sin noción del tiempo, la relación que tienen los caballos con sus crías. Deteniéndome a beber agua fresca de montaña, con Firulais o sin él. Saludando a los pocos vecinos, decorando el balcón de la cocina con flores de colores, en la terraza leyendo un libro. Pensé: Adiós ciudad, hola vida entre montañas.

 

 

 

Arlene Bayliss
¡Ahorita Vengo! Eso dijo en su casa y no ha vuelto. De Tijuana en Barcelona. Comunicación y periodismo de viajes.
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