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martes, marzo 19, 2024
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Nostalgia navideña al estilo Tijuana

Estamos hechos de rituales; al menos, lo estoy yo en cada Navidad. Mi fiesta está muy alejada de ser una fiesta religiosa, en realidad es la celebración del día internacional de la familia Bayliss… Somos un familión. Siempre quiero hacer lo mismo cada año y, aunque cada año es distinto, para mí nunca pierde su magia. No hay nada que hacer más que permanecer juntos: desayunar, comer y cenar, y vernos las caras mientras nos reímos unos de otros.

Cuando era niña, los últimos días de noviembre eran una rogadera para que sacáramos las cajas. “¿Ya, amá?, ¿ya?”, insistía a mi mamá. Las cajas guardaban todas esas cosas que solo tienen vida una vez al año, a veces quince días, pero nunca más de treinta. Me hacía feliz ver el rojo por todos lados, me hacía feliz tener una bota con mi nombre, tener árbol, decorarlo, poner las esferas con cuidado porque se rompían, colocar una canasta de nueces en el centro de mesa de la sala; me hacía feliz pensar en la cena de Navidad y esperar que el reloj marcara las doce de la noche para abrir los regalos.

Navidad de Tijuana a Barcelona, y a la inversa

Navidad en Tijuana | Viaje con Escalas
No es mi casa pero por muy poco puede serlo. También hay chimenea y un árbol, troncos de madera, un tapete y botas.

Cada año alguien dice: “¡En mi casa!”. Se cita a las ocho de la noche, pero es normal que sean las diez y alguien se ponga a hacer llamadas para meter presión porque no terminan de llegar. Cada familia llega con sus cobijas, con las bolsas de los regalos y siempre con un montón de comida. ¡Parece que no habrá mañana! Como no tenemos una mesa dentro de un salón digno de la realeza británica, cenamos en tandas. Se escuchan los gritos de mi abuela o de mis tías: “¿Quién sigue? ¡Hay un lugar en la mesa!”.

Recuerdo la primera navidad en Barcelona. Todos llegaron a las ocho de la noche. Apenas y había comida en la mesa, no había más de doce sillas y todos esperaban al resto para poder comer al menos una aceituna.

Nadie grita.

Apenas y había regalos y se abrieron después de la cena, ¡y no eran las doce! Aquella Navidad descubrí que aquí no es común reunirse el día 24, sino el 25 por Navidad y el 26, porque en Cataluña es día de Sant Esteban. Pero sobre todo, me sorprendió la tranquilidad de la cena, como dirían en mi casa, bien light. A nadie regañaron, nadie se peleó, nadie gritó… ¡Nosotros somos un desmadre!

Cuando llegan las doce de noche, todos nos amontonamos alrededor del árbol y se van repartiendo los regalos, uno por uno. Se lee la tarjeta, se abre el regalo, se muestra el regalo para la foto, se dan las gracias… Tedioso hasta que te toca a ti abrir regalo. Podemos tardarnos dos o tres horas en el ritual de los regalos. No son los regalos, son las caras del dar y del recibir. Es el abrazo, el detalle, el tiempo que toma pensar en el primo, en la tía, en el qué le gustaría, o de qué color serán los calcetines, las pijamas o las pantuflas para cada quien.

Antes era yo, ahora son mis primos, los que encuentran sentido a desvelarse en Navidad, es como un acto de rebeldía cuando eres pequeño porque nadie te manda a dormir. ¡Son las 5 y estoy como si nada!, ¡ya va a amanecer! No, yo no voy a dormir, ni tengo sueño ni nada.

Y cuando estamos en plena cena, en algún momento se habla de qué vamos a comer el día siguiente, quién irá a comprar qué para el recalentado. Navidad es dormir donde sea y vernos el al día siguiente todos en pijamas, presumiendo y compartiendo los regalos. Y cuando el 26 cae en fin de semana, ¡tres días de Navidad!

Este año toca Navidad en Barcelona y toca Sant Esteban. Toca ser puntual en la cena y esperar a que lleguen todos para, en vez de botanear, picar jamón serrano, patatas y aceitunas antes de cenar.

Hay árbol y caga tió. No estarán mis tías, aquí yo soy tieta, y en vez de pavo o pozole, toca carn d’olla y sopa de galets. Toca olvidarme de la carrilla y saber que regresaré a casa a dormir. Tocan canelones, y sí, toca un poco de nostalgia navideña al estilo Tijuana.

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Arlene Bayliss
¡Ahorita Vengo! Eso dijo en su casa y no ha vuelto. De Tijuana en Barcelona. Comunicación y periodismo de viajes.
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2 COMENTARIOS

  1. Me hiciste reír mucho porque sí, en efecto acá en México se come en tandas, porque las familias y los allegados son tan grandes, que en ningún lado caben todos juntos a la mesa. Nadie puede abrir un regalo hasta que el que lo está abriendo lo termine de hacer, es por turnos y nadie roba la atención a nadie. Saludos

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