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jueves, marzo 28, 2024
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Nosotros somos los Yumas de Cuba

“Cuba se complejiza en cada ojo que la mira, en cada uña que la raspa y hasta en cada hijo que la olvida” (Eliseo Alberto)

El cielo azul, los innumerables carteles con el rostro de Fidel y el huracán Irma son testigo de que lo intentamos todo.

Viajamos en camión, taxi compartido, barquitos locales, y caminamos trechos enormes solo con la finalidad de no tomar ningún transporte turístico. Llegamos a las casas particulares, donde nos alojamos en cada ciudad, con cara de pena, negociamos un precio que nos permitiera mantener nuestro presupuesto y, al mismo tiempo, nos brindara la oportunidad de conocer a los cubanos sin que existiera entre medias una operación comercial permanente. Las casas particulares nos dieron oxígeno.

Comimos pan con algo que parecía carne pero que mejor no preguntar porque sabemos que carne no era. Almorzamos cerdo, pollo y pescado siempre acompañado de un pegoste de arroz congrí pasado. Desayunamos pan con tortilla y jugo de guayaba a 5 pesos cubanos, pizzas que nunca eran pizzas, era más como una masa con queso y salsa de tomate, jamón que no se parecía en nada al jamón, mucho más grueso y con un color purpúreo. Dejamos de decir botellita de agua para decir pomo. Tomamos jugo de mango, de mandarina, guarapo. Compramos en la calle pan, aguacate, turrones, galleticas, unos chocolates caseros que llaman Peters y pasamos días enteros alimentándonos sólo de eso. Un día incluso dejé de comer. Aguantamos la mirada seria que nunca supimos descifrar de muchos cubanos cuando pagábamos en moneda local. Subimos a la guagua en donde siempre caben más personas -y cuando digo “siempre” no hay manera de explicar cómo se expande el espacio y el tiempo dentro de esos autobuses destartalados y descoloridos.

En Cuba cuando eres extranjero, puede ser muy difícil mezclarte, perderte entre los cubanos. |Fotografías: Oriona Vázquez

Hicimos cola para muchas cosas. Para comprar la tarjeta de internet, para ir al banco,  para comprar el pasaje del bus. Nos leímos libros completos con sus principios y sus finales acerca de la Cuba actual y de la Cuba de la Revolución. Empezaron a cobrar sentidos frases y expresiones como: “Periodo Especial”, “Zafra de los cien mil”. Escuchamos atentamente cuando nos contaron acerca de la vida en la época de la esclavitud. Creo que conozco mejor la historia de Cuba que la de mi propio país. Acudimos a la celebración del día de Yemaya. Aprendimos que Elegua es el que abre los caminos, que Oya es la diosa de las tempestades y que mejor no hacerla enfadar porque no se anda con tonterías. La palabra “sincretismo” comenzó a significar algo y nos envolvió con todo el misterio de los ritos y celebraciones que tienen que ver con la santería.

En cayo Granma, fuimos los únicos extranjeros en todo el lugar y, en Guardalavaca, los únicos que no teníamos pulsera “deltodoincluido”. En la Habana, fuimos a la heladería Coppelia que está al lado del Teatro Yara. También fuimos por la noche a escuchar bandas que hacen versiones de canciones de rock, en El Submarino, ese local que recoge la euforia cubana por el grupo de Liverpool. Comimos en el Asturianito, en frente del capitolio, que en realidad no se llama así; pero que es así como lo conocen todos los habaneros.

Todo esto es testimonio de que lo intentamos todo.

Los yumas, la masa indistinta de personas

La palabra que utilizaban para referirse a los turistas, a nosotros, los extranjeros, es “yumas” |Fotografías: Oriona Vázquez

Pero, en Santiago, descubrimos que la palabra que utilizaban para referirse a nosotros, los extranjeros, es “yumas”. Hace años se usaba de manera despectiva para referirse solamente a los americanos que iban a pasar sus vacaciones en los hoteles todo incluido y que empezaron todo este desastre cuando iban por la calle regalando dólares y ejerciendo una beneficencia que (por supuesto) no le vino bien a nadie. Hoy en día, “yuma” separa claramente a toda la población cubana de cualquier persona que viene de fuera.

En todos los países hay palabras para denominar a los turistas, pero en Cuba somos como una masa indistinta de personas que solo tienen en común que vienen de países en donde el sueldo mensual es mayor a los 30 dólares que paga el gobierno cubano y eso marca toda la diferencia. Nunca había intentado tanto en mi vida mezclarme y nunca me había sentido tan turista, tan extranjera, tan privilegiada. Mi única misión era pasar desapercibida y no lo logré ni una sola vez:

-Mamá, te llaman los turistas -decía siempre el hijo de Judith, nuestra casera en Trinidad, para referirse a nosotros.

Por: Oriana Vázquez

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1 COMENTARIO

  1. Es muy genuino experimentar un viaje como el que hiciste. Al menos fuiste menos turista que muchos y más viajera que otros. Creo que de eso se trata el viaje. Abonando a tu historia, a mí, Cuba se me revela como una gran acuarela descolorida y gastada de nostalgia, una postal viva detenida en el tiempo y en la mente de las nuevas generaciones. Saludos

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