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jueves, marzo 28, 2024
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El miedo a viajar sola

Llevo diciendo que me voy desde que llegué a Barcelona. De eso hace ya 8 años. Muchos, lo sé. Los suficientes como para convertirme en Pedro y el lobo: “¿Cañas el martes? Pues si sigo aquí, sí, me apunto”. “¿Cine? No sé si estaré, ya os voy avisando”. “¿Cómo? ¿Qué mis ahorros se van en un sofá? Mira, es que yo me voy a ir ya, me da igual sentarme en el suelo”. Al final no tenía muy claro quién deseaba más que me fuera, si ellos o yo.

Siempre había pensado en cómo sería el momento de comprar un billete de solo ida. Me lo imaginaba con euforia, enviando todo a la mierda. Llamando a mi jefe para decirle que ha sido un placer, que ya no me mande más temas; una despedida trágica con mi familia: “Pero nena, ¿qué necesidad tienes de irte? A ver si te va a pasar algo”; haciendo una fiesta a lo grande entre amigos porque, ahora sí, me voy. No habría regalos porque no podría llevármelos, pero sí mucha cerveza. Empezaría mi viaje con una gran resaca y me dejaría morir durante las tropecientas horas de avión.

La exploradora y escritora suiza, Isabelle Eberhardt, escribió: “Para aquellos que conocen el valor y el sabor exquisito de la libertad solitaria (porque uno solo es libre cuando está solo), el acto de irse es el más valiente y bello de todos”.

Viajar sola… ¿Una chica como yo?

Nadie me había advertido que el mensaje de “ha realizado su compra con éxito” podría ser todo lo contrario. Que vendría sucedido de insomnio, muchas pesadillas y algunas lágrimas. (Oh, venga ya. ¡No puedo ser la única a la que le haya pasado!). Estaba triste y tenía miedo pero, “tranquilos, estoy bien. Es que acabo de comprar el billete de mis sueños: Tailandia, Camboya, Laos, Australia… Igual con suerte llego a Samoa, no sé, sobre la marcha. Ais, ¡no! Pasa, siéntate, lo estoy pasando fatal. Esto es un estrés.” ¿Y si tenía razón mi madre? ¿Qué se me perdió en Asia? Una chica sola como yo… Lo que he venido escuchando toda mi vida.

Otra frase que también detesto es “¡Qué valiente eres, ojalá fuera como tú!”. Ésta la suelen decir los amigos que lo que menos desean en este mundo es parecerse a ti, solo han venido a animarte. A ellos ya les va bien con sus cosas y tu plan de viaje les parece horrible. Lo que pasa es que te lo dicen así, suave, porque el “estás tarada” suena regular y, claro, tampoco hay que hundir a nadie porque sus sueños sean diferentes. Pero, ¿por qué yo, señor? ¿Por qué no puedo tener sueños más corrientes? No sé, por ejemplo, querer formar una familia, lo típico en lo que piensa la gente de mi edad. Ver a mi cantante favorito en directo, un ascenso, comprar un coche, tener un piso en propiedad… Lo habitual.  No, el mío siempre ha sido un viaje largo, sin prisa. Conocer, aprender y convivir con otras culturas.  Lo que nunca imaginé es que lo acabaría haciendo sola.

Durante estas semanas mi cabeza no ha parado de recrear cómo será el gran día. Algo que no ha ayudado en absoluto a tranquilizarme. Al parecer, subiría al avión llorando muy fuerte, como si me hubiera despedido del amor de mi vida y nunca más fuera a verlo porque, claro, me voy a una guerra muy peligrosa y todo es muy complicado. Una imagen que he temido todo este tiempo y que, por suerte, según se acerca la fecha se ha ido disipando. ¿Por qué iba a montar un drama? Si mis padres, de los que me he despedido hace tres días, no han soltado ni una lágrima. De hecho, han hecho como si me fueran a volver a ver mañana. “¡Eh! Que me voy muchos meses y muy lejos, ¿es que no va a llorar NADIE?” Pues no lo parece.

Mary Kingsley, la exploradora y escritora inglesa que se dedicó a descubrir la cultura de las poblaciones africanas.

El poder del miedo  hace que todo se magnifique. Lo bueno es que, una vez que llega el momento, nunca es para tanto. Así que quizá no aterrice en Bangkok con un cartel de neón en la cara que ponga “fácilmente timable”, como me imagino. Ni tampoco me volveré loca calculando cuánto dinero tengo, cuánto hay que pagar y cuánto vale todo eso en euros. No debería preocuparme que mi sentido de la orientación sea nulo, porque así es como se conocen sitios nuevos. Además, tampoco es que tenga un rumbo fijo, ni prisa. También podré recorrer aquellos lugares históricos sobre los que tanto leí y me emocioné. Me mezclaré entre la gente, aprenderé de su cultura y me reiré de todo esto con mis nuevos amigos mientras nos hacemos unas cañas. Porque, un momento, haré amigos, ¿verdad? ¿Y si no conozco a nadie? ¿Me tomaré las birras sola? ¡Oh, Dios mío! ¿Y si tengo ganas de regresar a los 15 días? No, no puedo volver a las dos semanas. ¿Cómo lo explicaría? ¿Dónde me escondería? Qué follón.

Estas son algunas de las preguntas, que no las únicas, que rondan cada noche por mi cabeza. No duermo mucho pero estoy muy entretenida. Y es que, comprar un billete de solo ida no es tan fácil. Sobre todo cuando el miedo no es al destino o a lo que me vaya a encontrar allí, sino a la soledad y a mí misma. Estoy deseando marchar solo para poder dormir una noche entera, aunque sea en un tugurio, compartiendo habitación con 300, entre ronquidos y con una araña del tamaño de un estrella de mar en la pared. Caeré rendida. La recompensa es que ya no estaré en esta cama, boca arriba, mirando el mapa y pensando que algún día me iré a recorrer el mundo, porque para entonces ya me habré ido, aunque solo sea a una pequeña parte de él.

Llorad, ¡maldita sea!

  Foto de portada: Isabella Bird, exploradora, escritora, fotógrafa y naturalista inglesa. La primera mujer en ser elegida por la Royal Geographical Society.

Laura Fernández
Periodista y blogger de viajes asturiana. Colabora en la Conde Nast Traveler y en la versión digital de Viajes de la National Geographic.
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6 COMENTARIOS

  1. ufff ¡Bravo, cuántos recuerdos!

    Algunos de los sentimientos que relatas los viví cuando compré el billete para irme de Erasmus. Nadie se alegró que me dieran aquella plaza que tanto ansiaba. Las reacciones telefónicas fueron: “¿ah, pero es enserio qué te vas? ¿Qué obsesión con irse? ¡Tú sabrás, haz lo que quieras!”. Así que cuando compré el billete se me cayó el mundo encima y los miedos aparecieron, pero no me arrepiento porque fue la mejor experiencia de mí vida 🙂

    Ahora que me voy yo sola a Uruguay vuelvo a estar cardíaca. Así es la vida!!!

    Saludos y buen viaje

  2. Ains! Sublime!yo no te voy a decir lo valiente que eres! Sino la envidia que me das! Jajaja no temas a la soledad, no lo vas a estar!Habrá días que hasta incluso te apetezca estar sola viajando, pues será tu momento! Una esponja con los 5 sentidos a tope! Dueña de tí misma, de tu tiempo , de tus decisiones, y de poder interiorizar y digerir todas las vivencias. No vas a estar sola, salvo que te vayas a un desierto, que hasta en ellos habita gente. Pues siempre habrá alguien que si tú necesitas hablar quiera también mantener una conversación! Y sino tira de las rrss que seguro que alguna otra persona habrá en la misma situación que tú. O que anhele lo que tú estas haciendo y de repente se sume a tú viaje. Todo lo que describes es normal, pero una vez estés en ruta… Pensarás: madre mía bendita experiencia. Un abrazo y sí se me ponen los ojos vidriosos, pues ojalá hubiera escrito tus palabras que estan llenas de sentimiento ,sería muy buena señal! Love you!😘

  3. Te va a ir genial, Laura! No tengo la menor duda. Con los miedos normales de quien se lanza a la aventura, descubrirás que puedes y que, además, lo disfrutas un montón.

    Iré siguiendo tus aventura!

    Un abrazo,

  4. Laura, ¡me ha encantado! Me gusta mucho tu estilo, tan personal y sincero. Hay frases que me hacen muchísima gracia -sobre todo la de “¿es que no va a llorar NADIE?”

    Hoy alguien me ha dicho que cuando la gente ve a alguien que es rebelde y lleva la vida que quiere – en vez de la que se supone que tiene que llevar, la más convencional- a los demás les da como envidia y tienden a criticarlo y a verlo con escepticismo. Tú estás siendo la protagonista de tu propia vida y estás haciendo lo que más te apetece, y para eso hemos llegado al mundo, ¿no?

    ¡A disfrutar de tu viaje!

  5. Es un miedo muy real y natural cuando hacemos por primera vez un viaje sola. A mí me pasó cuando a los 18 años me enviaron a Australia a vivir un año sola y sin saber una palabra de inglés! Mi papá fue a dejarme y después de 2 semanas de andar conmigo me dijo: hija, ya me voy, cuídate mucho, eres mi niña, te quiero. Y no lo volví a ver en un año, ni a él ni a nadie de mi familia o conocidos, y en ese tiempo nada de redes sociales, así que solo llamadas de 15 minutos cada semana. Lloré hasta que ya no me salió una lagrima más y luego me acomplé. Es el miedo a lo desconocido.

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