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jueves, marzo 28, 2024
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Argusino, memorias de un pueblo español sumergido

Los corchos se alejan sobre el agua arrastrados por una pequeña barca.  Más de un centenar de  personas los observan con atención mientras la luz del ocaso ilumina sus caras fatigadas. Tras un par de minutos, quedan anclados mediante una boya en el lugar acordado. Estamos en el embalse de la Almendra, en Zamora, España. Bajo estos corchos permanecen los restos de las casas del pueblo sumergido de Argusino. Este jardín flotante está compuesto por 109 trozos de corcho, uno por cada casa sumergida, como si fueran pecios de otro tiempo.

Así desaparece un pueblo bajo las aguas: Argusino

Argustino, Zamora, España
Las tierras de Argusino estuvieron pobladas desde tiempos remotos y evidencia de ello son los instrumentos líticos que aparecen sobre las tierras cuando bajan las aguas del embalse. |Fotografías: Dani Keral

Debe ser difícil explicar lo que se siente cuando el lugar en el que has nacido deja de existir. Es lo que les ocurrió a 370 personas el  17 de septiembre de 1967,  cuando Argusino quedó sumergido bajo las aguas del embalse de la Almendra. Aquel día, los 700 años de historia que sumaba el pueblo quedaron cortados en seco por el Plan Hidrológico Nacional, llevado a cabo bajo el mandato de Francisco Franco.

Iberduero (la actual Iberdrola) fue la empresa que se encargó del proyecto del embalse de la Almendra. Sin opción a réplica por parte del municipio, un talón de 52 millones de pesetas  cobrado de forma proporcional por sus habitantes en base a sus propiedades fue el valor del destierro. La condición fue que ellos mismos derribasen el techo y paredes de las casas que les habían visto crecer. A partir de ese momento, comenzó un éxodo que llevaría a todas estas personas a repartirse entre 29 poblaciones diferentes, perdiendo los lazos que les habían unido y obligándoles al exilio en lugares donde eran completos desconocidos.

La de Argusino no fue una historia única: se construyeron hasta quinientos quince pantanos durante la época franquista, llevándose por delante numerosos pueblos que acabaron sus días hundidos bajo las aguas en nombre del progreso. Otro de estos pueblos fue el leonés  Vegamián,  lugar de nacimiento de Julio Llamazares, autor de la novela Distintas formas de mirar el agua, en la que describió el sentimiento de perder un lugar al que ya jamás podría volver.

El desarraigo marcó las vidas de muchos de los que tuvieron que dejar Argusino. “Yo tenía 10 años cuando me fui – dice Evangelina – y perdí a todos mis amigos. A algunos nunca los he vuelto a ver”.  José María, de 90 años, recuerda el momento como “uno de los mayores atropellos que he visto en mi vida. Nos echaron por cuatro duros con todo  lo que pudimos cargar. Ni siquiera nos dejaron sacar  a los muertos del cementerio para llevarlos a otro lugar. Lo cubrieron todo con cemento”.  María Josefa, hermana de José María, añade “si se quería cobrar la salida del pueblo cada uno tenía que tirar el tejado de su casa. Para nuestro padre fue muy duro, él la había construido con sus propias manos. Nos convertimos en forasteros en nuestra propia tierra”.  Muchos Argusinejos,  ya sin Argusino, no supieron sobrellevar la nueva situación, lo que les provocó  un estado de depresión durante el resto de sus días.

En la actualidad…

En la actualidad, la bajada del nivel de las aguas ha sacado al aire toda aquella zona y en ella la erosión de las aguas ha dejado el terreno sembrado de restos de época romana, cerámicas y evidencias de cimentaciones. |Fotografías: Dani Keral

En 2016, antiguos  habitantes de Argusino y  descendientes crearon  la asociación “Argusino Vive” con el objetivo de  reivindicar  la memoria del pueblo.  Con el apoyo de poblaciones vecinas, la asociación comenzó a realizar diferentes actos desde principios de 2017 como preámbulo de la gran fiesta de Argusino, que se celebró el 12 de agosto del 2017, coincidiendo con el 50 aniversario del comunicado definitivo de abandono por parte de Iberduero.  

En uno de los días más calurosos del verano, los participantes se reunieron junto al  embalse de la Almendra, que, debido a la fuerte sequía que sufre la zona, dejó por tercera vez en 50 años, los restos del cementerio al descubierto. Argusinejos de diferentes puntos del mapa nacional participaron en las actividades y volvieron a unirse, formando un poblado improvisado al cobijo de una enorme carpa. Un pequeño campamento de refugiados unidos por un sentimiento.

En un viaje emocional de más de tres horas, los argusinejos recorrieron en seis etapas el camino, desde la carpa hasta las ruinas del cementerio parcialmente visible por la sequía. En cada etapa, un recuerdo, una emoción: imágenes, sonidos, testimonios con anécdotas de los supervivientes. Rozando el ocaso,  un jardín flotante en forma de centenares de corchos se deslizó sobre el pueblo sumergido.   

Al final del día,  los agotados participantes  decían orgullosos que le habían devuelto la vida a su antiguo pueblo;  pero  lo que en realidad se vio es que Argusino  nunca murió.  Un pueblo no se construye solo con piedras, sino también con la gente que lo habita. Pese a la distancia  y las nuevas generaciones, aquel pueblo ha permanecido en todos los arguisinejos, que aun lo sienten como su auténtico lugar de procedencia. Como el origen.

Llamazares escribió  “La gente no sabe muchas veces lo que debajo del agua se oculta, ni la historia que se borró para siempre con la demolición del último de los pueblos que aquí existieron”. Las historias hay que contarlas para que no queden sumergidas en el olvido.

DanielKeralhttp://unviajecreativo.com/
Fisioterapeuta de profesión, viajero y contador de historias como pasión. Utiliza el viaje a modo de pincel y herramienta creativa en el lienzo de su blog "Un Viaje Creativo".
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3 COMENTARIOS

  1. En 2012 las aguas del embalse bajaron mucho más permitiendo contemplar los restos de las viviendas demolidas por Iberduero, casi hasta la plaza mayor. Aprovechando la situación, como han hecho desde hace cincuenta años y siempre que han podido, indeseables de los pueblos vecinos han seguido haciendo leña del árbol caído. En ese año, 2012, indignado con ese hecho evidente y continuado, lo denuncie públicamente en los medios de comunicación y ante las autoridades. Ninguno de los ahora “nostálgicos” se dio por enterado y salió a la palestra apoyando la denuncia, que pretendía proteger los restos de la historia de Argusino tan groseramente robados. Es de agradecer el recuerdo y el apoyo de todos los que se han hecho eco de la nefasta efemérides. Pero no basta con actuaciones efímeras o limitadas, hay que articular otras medidas más duraderas que son especialmente necesarias y no se han llevado a cabo. Tampoco ayuda la memoria o más bien la desmemoria selectiva de que se ha hecho gala, aunque eso sería más largo de explicar.

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