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jueves, marzo 28, 2024
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Memoria Viva y su ruta de altares

El Día de Muertos es, actualmente, una de las tradiciones más arraigadas en México.  Se trata de una celebración de origen prehispánico que, aun con el paso de los siglos, ha mantenido su propósito original: recordar a los difuntos.

Este 2014, además de celebrarse en todo México, el Día de Muertos se vivirá en Los Ángeles, Miami, Nueva York, Madrid, y Barcelona; vinculándose además con México D.F. como ciudad sede de la iniciativa cultural  “Memoria Viva”.  A partir del 27 de octubre y hasta el 9 de noviembre, aquí puedes consultar a los participantes de las ciudades sede y conocer las ubicaciones de los altares, con el objetivo de que hagas tu propia ruta.

Altares dedicados tanto a Cantinflas, Pedro Infante, María Felix, Remedios Varo, José Revueltas, como a los estudiantes del 68, a los inmigrantes centroamericanos y mexicanos, a las mujeres víctimas de la violencia, a los estudiantes de Ayotzinapa, entre otros, como reflejo del deseo de no olvidar, de recordar.

“Memoria Viva” es un proyecto participativo que conecta a diversas comunidades de mexicanos en el mundo para celebrar esta tradición, manteniendo viva la costumbre de ofrendar y recordar a los difuntos, incluso en el extranjero. Nació en Barcelona en donde se han montado altares de muertos desde hace 15 años.

Para los mexicanos, el Día de Muertos tiene un profundo significado dentro de nuestra idiosincrasia: recordar a los que se fueron, a los que se adelantaron, como un diálogo con la otra vida, como un acto de convivencia, de comunicación trascendental y de memoria.  Por ello, se vive como una fiesta, como una celebración de contacto entre los mundos, como un puente entre la vida y la muerte, entre pasado y presente.

Es el tiempo en que las almas de los parientes fallecidos regresan a casa para convivir con los familiares vivos y para nutrirse de la esencia del alimento que se les ofrece en los altares domésticos. En los cementerios las ofrendas se montan sobre las tumbas de los difuntos, se adornan con flores, se llenan de comida y bebida, se enciende copal y velas para alumbrar el camino de llegada de las ánimas y se piensa en las personas recordadas. Durante esos días, los cementerios se llenan de gente y se ambientan con música durante noche y día dando así belleza y calor a esta fiesta.

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Según la creencia del pueblo, el día primero de noviembre se dedica a los “muertos chiquitos”, es decir, a aquellos que murieron siendo niños; el día dos, a los fallecidos en edad adulta. En algunos lugares del país el 28 de octubre corresponde a las personas que murieron a causa de un accidente. En cambio, el 30 del mismo mes se espera la llegada de las almas de los “limbos” o niños que murieron sin haber recibido el bautizo.

Se trata de una fiesta que también se ha ido transformando en el paso del tiempo. La celebración de Todos los Santos y Fieles Difuntos, se ha mezclado con la conmemoración del día de muertos que los indígenas festejan desde los tiempos prehispánicos. Los antiguos mexicanos, o mexicas, mixtecas, texcocanos, zapotecas, tlaxcaltecas, totonacas y otros pueblos originarios del país y trasladaron la veneración de sus muertos al calendario cristiano.

Antes de la llegada de los españoles, dicha celebración se realizaba en el mes de agosto y coincidía con el final del ciclo agrícola del maíz, calabaza, garbanzo y frijol. Los productos cosechados de la tierra eran parte de la ofrenda.

Los Fieles Difuntos, en la tradición occidental es, y ha sido un acto de luto y oración para que descansen en paz los muertos. Y al ser tocada esta fecha por la tradición indígena se ha convertido en fiesta, en carnaval de olores, gustos y amores en el que los vivos y los muertos conviven, se tocan en la remembranza.

Hoy vemos que el país y su gente como se visten de muchos colores para venerar la muerte: el amarillo de la flor de cempasúchil, el blanco del alhelí, el rojo de la flor afelpada llamada pata de león… Es el reflejo del sincretismo de dos culturas: la indígena y la hispana, que se impregnan y crean un nuevo lenguaje y una escenografía de la muerte y de los muertos.

Entre los antiguos pueblos nahuas, después de la muerte, el alma viajaba a otros lugares para seguir viviendo. Por ello es que los enterramientos se hacían a veces con las herramientas y vasijas que los difuntos utilizaban en vida, y, según su posición social y política, se les enterraba con sus acompañantes, que podían ser una o varias personas o un perro. El más allá para estas culturas, era trascender la vida para estar en el espacio divinizado, el que habitaban los dioses.

Con la idea de mantener esta tradición, sin importar fronteras, Memoria Viva concentra y promueve a las comunidades de mexicanos en el mundo que buscan fomentar, recordar y vivir, estas fechas.

* Ruta de altares en Barcelona, Madrid, Miami, Los Ángeles, Nueva York, México D.F. y otras ciudades. 

* Fuente: Memoria Viva, CDI

Arlene Bayliss
¡Ahorita Vengo! Eso dijo en su casa y no ha vuelto. De Tijuana en Barcelona. Comunicación y periodismo de viajes.
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2 COMENTARIOS

  1. Tengo la gran suerte de festejarlo en Barcelona, con parte de mi familia mexicana: mi nuera y hermanos, y mis nietos.
    Para los que la muerte es un acto de luto, no hay nada mejor que ver cómo algunas culturas lo celebran como un festejo.
    He coincidido estas fechas en México y en Guatemala y ha sido una de las experiencias más bonitas vividas en torno a la muerte.

    Precioso post.
    Un saludo.

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