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viernes, marzo 29, 2024
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Ocho mujeres en bicicleta por el Golden Gate Bridge de San Francisco

Fueron casi dos horas de camino. Ocho mujeres cruzando ese puente símbolo de la ciudad de San Francisco, en California. Trece kilómetros de libertad en bicicleta por el puente colgante en el que circulan al menos cien mil carros al día, cuarenta millones al año.

Allí estábamos un domingo en San Francisco ocho chicas, amigas, compinches en un fin de semana fuera de la cotidianidad.

Una se cayó, otras se quedaban atrás, unas se adelantaban, todas cansadas, pero la totalidad con una sonrisa de la innegable liberación que dio la bicicleta, el trayecto, el paisaje, la novedad, la aventura, el descubrimiento y la amistad.

Fue un fin de semana de puente en marzo. Un viaje a la cuarta ciudad más poblada de Estados Unidos, en la costa este del país vecino. La ciudad famosa por sus colinas, (cincuenta dentro de la ciudad); por el barrio de Chinatown; el barrio Castro, símbolo de la comunidad gay; el vecindario Alamo Square, famoso por las “Painted Ladies” las casas de estilo victoriano; sus tranvías que recorren partes de la ciudad; y Lombard Street, conocida como la calle con más curvas en el mundo.

Aquí se encuentra la isla de Alcatraz, la antigua cárcel  federal en donde estuvo, entre otros presos famosos, Al Capone, misma que dejó de funcionar a principios de los años sesentas y que hoy es un parque nacional y un punto turístico que recibe desde el Muelle 33, a cientos de miles de turistas cada año, incluyendo a los Tigres del Norte que grabaron allí el video de “Jefe de Jefes” a finales de los años noventas.

Otra gran característica es el puerto, (en sus primeros años el más grande  y congestionado de la costa oeste) recorrerlo se convierte en una galería de arte, de personalidades, de culturas: una exposición del temperamento de San Francisco y el estilo de vida californiano.

El más famoso es sin duda el Pier 39, Fisherman´s Wharf, algo más que un muelle, se encuentra un gran centro comercial con una amplia gama gastronómica, artística, educativa, y claro, con “ofertas” para el turismo. Caminarlo es perderse varias horas entre las curiosidades.

Fue en este puerto, en donde encontramos ocho bicicletas disponibles para seguir conociendo, de otra forma ( y tal ves la más disfrutable) el terreno que pisábamos. Debimos habernos tardado más de treinta minutos en realizar la solicitud de información, la renta y la entrega.

Recuerdo que no podíamos parar de reírnos, por ser tan escandalosas y ruidosas ante el tumulto que generaban ocho mujeres en bicicleta.

El Golden Gate Bridge en bicicleta

San Francisco, California. |Foto:  Anand Dandekar 

Una vez en las bicicletas, en fila india empezamos a salir de la zona turística, no recuerdo cómo es que sabíamos el camino, pero supongo que en gran parte nos guiábamos por el propio puente.

En una parte de la ruta como producto de la famosa desorientación femenina,  terminamos en dos grupo.

Poco a poco empezamos a recorrer la zona marítima, viendo de muy lejos aquella estructura rojiza. A diferencia de muchas costas, esta no contaba con edificios a los veinte metros de playa, por el contrario, recorrimos un puerto pequeño, un gran parque lleno de familias practicando alguna actividad, ciclistas, deportistas, familias conviviendo, grupos de jóvenes y  turistas como nosotras.

La playa es limpia, con botes de basura, camino para peatones, para patinadores, ciclistas y hasta espacios específicos para los caninos. Infraestructura.

El Golden Gate Bridge en bicicleta te permite conocer el Fort Mason, el puerto de embarque del ejercito,  que forma parte del área recreativa nacional del Golden Gate.

Agradecidas estuvimos con el señor sol que nos regalo calor con ese frio de unos quince o diez y ocho grados centígrados. Además con el pedalear de la bicicleta, los cuerpos tuvieron lo necesario para que con la emoción y la adrenalina, más de una se quitará la chamarra.

Empezamos a subir y también a sufrir, nada fácil en uno de los tramos que ponían a prueba la condición física, de aquellas que te hacen preguntarte: ¿me voy a tener que bajar? Si, unas dos se bajaron de la bicicleta en una subida empinada.

Museos, tiendas, gente, la playa, áreas verdes, el puente colgante… la vista era un motivante, un aire fresco y un empuje para poder llegar al inicio del puente  y entonces recorrerlo. Nos tomó casi una hora llegar a él.

Los trece kilómetros del Golden Gate Bridge en bicicleta, terminaron de hacernos el viaje. El punto en donde el disfrute del paseo llegaba a un clímax que se agradecía, se sentía y sobre todo se manifestaba en sonrisas. Efecto bicicleta sin duda.  

Un puente con historia

Estábamos en el ícono de la ciudad, el de la vista impresionante, el de los 120 metros de longitud, el que une la Península de San Francisco con Sausalito y Marin Headlands, el puente que se construyó en cuatro años, el que fue en su momento el más largo jamás construido y hoy, considerado el quinto elemento arquitectónico favorito en Estados Unidos y el primero en la Costa Oeste.

En un punto nos detuvimos. Unas cabinas de teléfonos nos distrajeron.

¿Porqué hay teléfonos sobre el puente?

En el mes de mayo de este año, el Puente de la Puerta Dorada cumplió 75 años de vida y con ello, el recordatorio de las mil seiscientas personas aproximadamente que se suicidado desde el famoso puente. Casi dos o tres personas por mes.

Esos teléfonos tiene la función de en un momento dado, crear una comunicación que evite la crisis de quien llega al  puente con la intención de quitarse la vida.

El símbolo de la ciudad que parece tenerlo todo, nos mostraba también un efecto social de la propia entidad, de la dinámica cultural, la economía estadounidense y la forma de vida con sus efectos.

Terminado el recorrido por el puente, siguió una prolongada ruta en picada que culminó de completar la experiencia en bicicleta. Solo era cuestión de estar sentadas y disfrutar el paseo porque ya no era necesario pedalear.

Que sensación tan satisfactoria te da sentir el aire de frente y dejarte llevar, pero no pasó mucho tiempo cuando vimos el ferri que nos llevaría de Sausalito a la otra parte de San Francisco, de donde veníamos; nos percatamos que estaba por desembarcar y que se trataba del último ferri con salida ese día, lo que significaba que de no tomarlo, regresaríamos en bicicleta.

Adiós Sausalito, adiós café, vino o comida…

Ferri no te vayas sin nosotras.

Arlene Bayliss
¡Ahorita Vengo! Eso dijo en su casa y no ha vuelto. De Tijuana en Barcelona. Comunicación y periodismo de viajes.
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