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viernes, marzo 29, 2024
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Crónica jonda, un viaje flamenco

Una velada flamenca

En la sala hay barullo de espera y no quedan sillas libres. Pere Ortín, director de Altaïr Magazine, da la bienvenida: “Carlos, flamenca… Gracias por venir a tu casa”. En la mano, un ejemplar de Crónica jonda, destripado de anotaciones y páginas con pósits.

Silvia Cruz lanza besos a puñados. Hoy, Altaïr tiene más de escenario que de librería. Presenta Carlos Zanón. Yo le veía más de los Clash; pero supongo que si alguien podía subir a Carlos Zanón a un tablao flamenco, esa persona es Silvia Cruz, la flamenca. Emilio, editor de Libros del KO, se suma vía Skype a la velada. Explica que con la primera lectura del manuscrito sintió las chispas y el cosquilleo del enamoramiento.

APLAUSOS

Carlos Zanón dice que Silvia siempre le ha vacilado y que le encanta cuando se pone “en modalidad chula”.

RISAS

Más allá de la amistad, Carlos Zanón deja claro por qué participa en esta velada flamenca, “hay mucha gente que sabe redactar; pero muy poca que sepa escribir. Cuando lees a Silvia, te das cuenta de que es de las que saben escribir”. Hablan del desarraigo y la muerte, del flamenco y cómo narrarlo, del periodismo, de la crisis económica, de cómo vivir con ausencias… “Sí, este es un libro de duelos personales y también simbólicos”, explica Silva Cruz. Carlos Zanón dice que el libro no es una simple suma de artículos, que en él hay una tensión narrativa que logra atrapar al lector.

Pasan el micro al público para las preguntas finales y Silvia Cruz avisa que se siente muy incómoda al otro lado de la pregunta:

– ¿Qué esperas de este libro?

– Espero divertirme un poco. Lo he sufrido. Lo he llorado.

APLAUSOS

Al acabar la velada, alguien le lanza un ramo, “mira –dice ella– como la Pantoja”.

Un potaje cordobés   

Nos lo enseñó Hollywood: un viaje por carretera debe hacerse con banda sonora de fondo. La música acompaña a las emociones y a los paisajes, los de fuera, y los de dentro. Para su viaje, Silvia Cruz ha echado mano, por supuesto, de Paco de Lucía, y de Camarón, y del Lebrijano, y de la Paquera, y de tantos otros, porque el flamenco es el hilo conductor de su hondura en una España noqueada por la crisis en el 2014. Esa crisis, también personal, demasiadas muertes, simbólicas y reales, y la necesidad, “cada vez más apremiante de escribir”, fueron los detonantes para que esta periodista se echara a la carretera, de festival en festival. Eso sí, para después volver siempre a Barcelona, su refugio, a pesar de todo, a pesar de “los silencios oxidados” y de las “castañuelas de plástico”.

Crónica jonda, el libro de Silvia Cruz

Crónica jonda es un libro que a Silvia Cruz le sale de muy adentro porque primero lo lloró. Es el libro con la portada más bonita del mundo, de la mano de Martín Elfman, y con una de las contras más acertadas de los últimos tiempos que dice que Crónica jonda es una road movie flamenca. En él hay un poco de todo, como en el potaje cordobés de Semana Santa, la tierra de su infancia. Un poco de dietario, de crítica musical, de perfil, de crónica, de denuncia, de puro relato, incluso. Por eso lo de inclasificable que dijera su editor en la presentación del libro en Barcelona, aquella velada flamenca; pero que, precisamente por ello, explicó, no dudó ni un segundo en publicar, porque en él todo está bien aderezado, sin poca ni demasiada sal, que en eso pone la justa la autora, palabra a palabra.

Silvia Cruz llevó dos cuadernos en sus viajes, uno para tomar notas de trabajo y otro donde se desahogaba. En éste segundo escribió: “Ni aquello ni esto era la realidad, sino retales. Retazos aumentados, suavizados o elididos. No, no era la realidad tal cual sucedió, pero me importó un carajo. Cada mirada es parcial, cada relato es solo fragmento”. Y a uno, mientras lee cosas así, se le va quedando una especie de tonadilla que tatarea casi sin darse cuenta.

Una cafetería de Barcelona

Algo más tarde de la velada flamenca, tomé un café con Silvia Cruz en una cafetería donde hay una Remington en la barra como si fuera un altar.

Silvia Cruz tiene unos ojos bonitos de los que sale una mirada que es puro periodismo. De pequeña escuchó en Baena como unas mujeres enlutadas le cantaban a un Cristo, y sintió miedo. Más tarde, ese miedo se convirtió en voluntad de contar. Hizo del flamenco uno de los palos que toca como periodista, además de política, social, cultura, o crimen. En el 2014 decidió sacarle partido a las precariedades de su trabajo como periodista freelance. “Estaba muy cabreada”, explica. Entonces, decidió no parar de viajar para cubrir lo flamenco en diferentes medios especializados: Barcelona, Madrid, Córdoba, La Unión, Sevilla, Ámsterdam, Jerez de la Frontera.

“Yo solo quiero caminar…”, y Silvia Cruz acaba la frase, “como camina el río hacia el mar, como cae la lluvia en el cristal…”. Es la cita que abre el primer capítulo del libro, un perfil bellísimo de Paco de Lucía. La de Paco de Lucía es una de las muertes que explican su viaje íntimo por España. Cada capítulo del libro se abre con una cita, o letrillas flamencas, o Conrad, o Melville, o Canetti, la suma de sus influencias.

***

– Ese “yo solo quiero caminar…” es la esencia del viaje. Moverse…

Mira, hay que ponerse en movimiento y salir de los esquemas que tienes ya clarísimos. Cuando viajo a un lugar tengo que estar alerta, todo te llama la atención más que en casa. Y de vuelta, miras de otra manera.

– ¿Y tú hacia dónde te mueves?

Camino en círculos como todo el mundo. El tema es que el círculo se vaya ampliando.

– ¿Ampliando o cerrando?

No, todo lo contrario. Ahora mismo, en este momento de mi vida, me moriría si supiera que voy cerrando el círculo. Más adelante, quizás tenga necesidad de ir cerrándolo, pero no ahora… Más que círculo, seguramente es en espiral. Prefiero la imagen de una espiral que se abre hacia afuera. Ir hacia el centro no, lo que sí que creo que hay que ir haciendo es parándose.

– Pero, ¿abriéndote hacia dónde? 

Me abro a todo lo que sea añadir complejidad a la vida: contraste. A mí me alimenta la contradicción, precisamente me gusta el flamenco por sus contradicciones. Es el no entender, esa incomodidad, yo la necesito de vez en cuando. Enrique Morente cantaba, “tristes estilos de amor”, y yo lo recuerdo de niña, y pensaba que cómo podía ser, si es triste no es amor. Esa paradoja… 

– ¿La espiral representa ese comenzar de nuevo del que hablas en el libro? 

Es que si vuelves siendo la misma persona, mal; es que no ha habido viaje. ¿Sabes? Creo que hay gente para quien el viaje es algo trivial, que viajan porque algo hay que hacer en el tiempo libre. Pero yo los veo igual cuando vuelven. No hace falta irse a la India para que te cambie la vida; eso puede suceder a la vuelta de la esquina. El viaje es el lugar de dónde vienes. Es de una manera u otra dependiendo de dónde vienes, tu origen, tu ánimo, tus estudios, todo lo que llevas a cuestas. 

– Ese es el viaje positivo, en el que sacas algo. Y tú, está claro, sacaste algo. Como mínimo, este libro; pero, antes, dime de dónde partías.

Mirando para atrás, yo, más que triste, estaba cabreada.

– ¿Empezaste un viaje porque estabas cabreada?

Sí. Yo digo que hice el viaje para no volverme loca. Estaba cabreada con la vida. Habían muerto mis abuelas. Ya no estaban, y ellas tenían, vaya, tienen, un peso brutal en mi vida, y en quién soy yo. Y ya no era más nieta. ¿Quién era yo entonces? ¿Qué hacía con lo de ser nieta, con sus ausencias? Estaba cabreada por sus muertes, y por el trabajo, a pesar de estar haciendo lo que me gusta… Sobre todo me di cuenta que llevaba cabreada mucho tiempo, me di cuenta de eso. Me parecía una situación injusta.

– ¿Pero eso de injusto no es muy adolescente?

Claro. Totalmente. Ahí voy, se me acaba la infancia y se me acaba la adolescencia. Ese es el punto de partida. Por eso el libro; me dije que eso de “injusto” ya no explicaba nada. Todo lo que estaba ocurriendo debía tener otra explicación. El viaje fue una respuesta, un camino hacia la madurez.

– ¿Entonces, podemos decir que fue un viaje iniciático?

Sí, claro. Un cambio de etapa. Ojo, al desprenderse de un cabreo vital, una mira de otra manera. Es como haber estado un poco dormida. Yo veo de otra manera. Pero no lo digo porque ahora el libro esté editado y vendiéndose, cuando acabé de escribirlo yo ya miraba de otra manera.

– ¿Y cuál fue la España que te encontraste en tu viaje? 

Pues me encontré un país en crisis y con los excesos de la especulación urbanística. Me encontré con el discurso de un país machista. Eso lo encuentro en mi propio entorno, en el flamenco, que actúa como un microcosmo donde todo, lo bueno y lo malo, se puede ver ampliado. Hay un cambio de monarca y todo el tema político. En el primer borrador había más declaraciones políticas; pero me di cuenta de que eso estaba demasiado pegado al día a día y que iba a perder fuerza demasiado pronto.

– Pero, sí hay mucha política en tu libro… Sale hasta Pujol. 

Sí. Me refiero a que saqué lo que eran titulares de un día. En cambio, lo que me parece que no se va olvidar, y de hecho, creo que lo vamos a llevar pegado mucho tiempo, es la precariedad laboral, los recortes salariares, sanitarios, en educación, las cosas estructurales que nos quitaron y que todavía no nos han devuelto. 

– En el libro apareces muchas veces haciendo lo que se entiende que debe hacer un periodista, tomar notas en un cuaderno. Joan Didion se pregunta, ¿Qué clase de urraca toma apuntes en este cuaderno? ¿Qué clase de urraca es Silvia Cruz durante sus viajes? 

Me encanta lo de urraca. Uno, porque me encantan los pájaros. Dos, porque yo a mi abuela le decía urraca porque le gustaba todo lo que brillaba muchísimo. Tres, porque lo que yo apunto en los cuadernos, para mí, me lo ha demostrado el tiempo, pueden ser joyas. Nunca nada es pequeño. Y, cuatro, porque el libro acaba con un material que brilla mucho, una calcopirita. 

– En las notas nos encontramos. ¿Y después de este viaje, te gustará volver a leer estas notas? 

A lo mejor, cuando lo lea de aquí un tiempo, haya algunas cosas de las que me avergüence. Y a lo mejor, es la propia escritura. Pero como cuaderno de notas, creo que sí, lo que dice, me gustará recordarlo. 

– La escritura es un viaje sin fin. ¿Toca seguir caminando? 

Claro… De hecho, yo ya estoy caminando, estoy en otro viaje. Camino hacia otro libro, ¡vaya, que estoy metida de cuatro patas! Ha sido en cuestión de una semana. Es una cosa que estaba ahí. 

– ¿Y también habrá viaje? 

Sí. También hay viaje. En realidad, varios viajes.

José Alejandro Adamuz
Licenciado en Filología y periodista vocacional que se divierte juntando letras para ver cómo reaccionan entre sí las palabras. Es redactor en el blog Ahora Toca Viajar y en otros medios.
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